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El Parto

Apartada del mundo Domitila tuvo que lidiar contra la soledad, la incertidumbre y el ronronear de su vientre. Una mañana, pálida, ojerosa y panzona y con intensos dolores llamó a avisar que había roto la fuente. La Madre Superiora llamó a una comadrona de confianza para que la ayude a atender el parto y cuando llegó exclamó:
- ¡¿Qué demonios es eso?! Y cayó fulminada al piso. Pero se levantó al toque noma y se puso a hacer eso que eso que las comadronas hacen. No quiero entrar en detalles porque es bien sangriento, pero vale la pena decir que sufrió mucho.
El parto fue lento, doloroso y ruidoso y cuando el niño salió a la luz, parece que no le gustó lo que vio porque trató de volverse a meter por donde había salido. La comadrona, sin alterarse, lo volvió a sacar, le golpeó en las nalgas y le dijo: Estate quieto mocoso de mierda y se lo entrego a su madre. Después de mimos y caricias miles el niño hundió su rostro en el pecho lactante de su adolorida madre y cerrando los ojos se puso a chupar su tetita.
Después del parto, sola y exhausta con el esfuerzo Domitila se dejó llevar por el hipnótico ronroneo/zumbido/eléctrico que salía de su hermoso bebé y de la nada - no se sabe que le pasó- parece que se loqueó- le dijo: Tu padre era un ángel. Y, con una sonrisa torcida en los labios expiró.
Por supuesto que el mocoso no le entendió un carajo y siguió chupando su tetita como descosido hasta secarla. Cuando la calidez del cuerpo de su madre se convirtió en un glacial tempano (y como no había más que chupar), se puso a llorar y berrear como cualquier otro niño normal al cual le quitan su tetita.
Una marrana curiosa que recién había parido se acercó a investigar la chilla y cuando vio al pequeño en el suelo dudó entre comérselo o criarlo; pero como era viejita, media sordita y la otra mitad cieguita pensó que quizás- tal vez- era uno de los suyos, que quizás  tal vez- se le había escapado. - ¡Ay Dios mío esta memoria! Es la vejez- pensó y se lo llevó con sus hermanitos  según ella- a su piara y le dio su tetita. El pequeño, al recuperar el calor (y la tetita) dejó de berrear y se puso a ronronear de puro contento y mientras tomaba su tetita y se llenaba el buche; la cerda dejándose adormecer por el ronroneo del pequeño se sumió en un dulce sopor que apagó su conciencia y estirando la pata murió con un gesto de placer en el rostro y su alma se elevó al cielo porcino. ¡Ay caraju!: todo se le muere al pequeño.

Y solitos los dejaron en el establo con los animalitos y se fueron cerrando el portón con 22 candados de acero inolvidable.

Mcluna19 de marzo de 2019

1 Recomendaciones

1 Comentarios

  • Magic

    Que maravillosa imaginación la tuya, extraordinarias, graciosas, con un sutil velo de triste vida.
    Saludos cordiales.

    21/03/19 10:03

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