Un grupo de amigas en un Brainbucks en Seattle conversan amenamente:
- Te cuento Carito, a mí: de los sabores de cerebro; el que más gusta es el más terraneó. Es decir, el de más mundano sabor. Tipo Costa Verde o la Riviera Francesa. ¿Sabes?
- ¡Ay no loca! A mi gusta ese cerebro que viene con ideas. Pero ideas frescas, innovadoras, chéveres. ¡Ese brain es muy rico! I must say.
- A mí en cambio- dice la Julia. - el otro día, en una juguería, me dieron sesos batidos de cerebro Pitecántropos. ¡Estaban añañauuu!
- ¡No molestes! ¿Y cómo así conseguisteis esos sesos? Están muy, pero muy escasos.
- Es que ahora están criogenizados.
- ¡Ah ya! A mí, esos productos, no me gustan. Son como la zucarina.
- ¡Pero no engordan loca! Sino fíjate en la Lucha. La pobre&
- Esa mujer esta bulímica Carito. ¿No sabes lo pretenciosa que es? ¡Para tragando y vomitándose el cerebro! Todo lo hace en exceso. ¡Por Dios!
- Si pues y no es para menos. El marido ese que se voló los sesos. Un descomedido él muy truhan.
- ¡Ni siquiera quedo para tortillas! Y la pobre, creo que, desde ahí, ya no quiere engordar. Es todo un caso.
- Bueno chicas, - dice Carito levantándose de la mesa y de un sorbo acabando su café de lobotomía con chispas de cerebelo- me tengo que ir al brainyshower de la hija de la Haydee. Han hecho unos magníficos canapés de baby brains. Vamos a probar que tal está el cerebrito de la hija de Haydee.
- Te envidio. Carito. Chau pues.
- Chau hijas.
- Chau.
- Chau.
