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Nadie Se Muere de Hambre

Cuando entro a la habitación, procurando no hacer ruido, encontró a su esposa completamente tendida en la cama. La había buscado por toda la casa desde la pequeña salita rustica hasta el inmenso patio trasero, esperando encontrarla ocupada en algún quehacer domestico, que se sorprendió demasiado al verla cubierta con una sabana percudida hasta el cuello, sin mas signos de vida que su inevitable respiración pedregosa. Lo que más perturbo al viejo coronel, fue un penetrante olor pestilente que se paseaba como un intruso atrevido por todos los rincones del dormitorio y que era una mezcla homogénea de flores marchitadas con sudor de axilas de animal de monte. El desagrado lo obligo a botar sin voluntad, su maleta militar al piso de tierra endurecida. Lo primero que hizo al reaccionar de su estupor, fue abrir las ventanas empañadas por la brisa del mar. La visión del puerto lejano le devolvió la sonrisa que había perdido por catorce interminables horas de viaje marítimo a la capital, para acelerar los trámites obligatorios que le facilitaran jubilarse con la más absoluta tranquilidad de un jubilado feliz. Comenzaba a naufragar por un recuerdo pasado donde se convertía en un niño mechoso de catorce años correteando por las playas de su memoria fresca y salada, cuando un bostezo profundo y sin límites lo devolvió a la realidad de su destino lúgubre. Su mujer había despertado de una pesadilla, alarmada por el vapor del océano instalado en la habitación compartida con las arañas de la desolación. Solo al dirigir la mirada hacia las cristaleras húmedas, advirtió la presencia de su marido, al que siempre quiso y respeto pero nunca amo y comprendió. Se restregó los ojos pulimentados por el aura marina, incrédula de su propia visión. Creyó ver un espanto conocido contemplando el muelle tropical. El coronel comprendió su reacción improvisada. Sintió compasión por el, por su esposa y por las arañas gordas y brillosas que colgaban del techo de palma.
- “Regrese” – dijo abriéndose de brazos.
La mujer permaneció inmóvil en su espacio. Lo examino de los pies a la cabeza y de derecha a izquierda, como examinando a un absoluto desconocido. Solo al comprobar después de un arduo análisis comparativo, que si era el que suponía podía ser por un perfecto parecido en rasgos y facciones al que recordaba a medio recordar, pregono con un odio apagado semejante a la conmiseración de las olvidadas:
- “Pensé que habías muerto en altamar” – alego.
El coronel se lleno de tristeza. Con la misma paciencia que irradiaba cada movimiento lento de su corpulencia marchitada, se acerco a la cama matrimonial y se limito a esperar los reproches que esperaba con mansedumbre desde que subió al barco esplendoroso que lo regresaría a casa, después de catorce interminables horas de viaje apaciguado. Su esposa no movió ni un solo músculo. Estaba decidida a no dejarse amargar el hígado por su propia amargura. El anciano apretó los pocos dientes de su repertorio bucal. Con una voz completamente diferente a la suya, intento quebrantar el sosiego que reinaba en el dormitorio virreinal. Se sintió mínimo, reducido, microscópico por primera vez:
- “Levántate de la cama para que le pagues a doña Prudencia”
La mujer se incorporo de la cama. Bajo la mirada por unos instantes y volvió a levantarla para suspirar con la poca fuerza que reinaba en sus tristes huesos apolillados por el cansancio corporal.
- “No le debes ni un solo centavo”- dijo con la voz debilitada.
El marido se sobresalto. De pronto, tuvo un presentimiento que le dio de hincadas por todo su organismo oxidado y solo atino a continuar desenredando la maraña de la conversación con el asombro de sus vocablos pronunciados con cierta inmadurez de anciano:
“Al caso no quiso fiarte la vecina “
La mujer apretó los puños para no llorar. Estuvo a punto de gritar como loca para desfogar su rabia comprimida, pero el aire solo le alcanzo para respirar.
- “No quiso”
El anciano se levanto de la cama de plaza y media. Se acerco a la ventana humedecida y volvió a contemplar el puerto lejano que esta vez estaba invadido por cientos de millones de gaviotas gordas y brillantes, en descanso placentero. Recordó una niñez correteando detrás de las aves asustadas por su presencia amenazante. Sonrió al paisaje y volvió a entristecer, al dar la media vuelta para seguir interrogando a su consorte.
- “Entonces, ¿Que haz comido durante estos días? – insistió.
La mujer subió el tono de su gruñido infantil. Ni siquiera le importo que el coronel se echara a llorar después de escucharla revelar una verdad hiriente, punzante y extremadamente absurda:
- “Caldo de rosas”.
- “¿Caldo de rosas?”.
- “Si. Fue lo único que tuve a mi alcance”.
Melomany13 de febrero de 2010

5 Comentarios

  • Mejorana

    Me ha gustado y me ha servido lo que me dices en tu comentario.
    A veces uno no está seguro de lo que está haciendo, tanto si te dicen que está bien como si te dicen que está mal. Pero tu esta vez, si me has despejado una duda.
    Soy apasionada y fuerte en mis sentimientos, y tengo miedo de excederme.

    En cuanto a tu escrito, tengo que decirte que narras muy bien, y le das un aire de profundidad y misterio a lo que estás narrando.
    Y me parece que sabes donde vas y no caminas a la ventura. Y se me ocurre que en la medida que avances en la narración y vayan apareciendo los acontecimientos, lo tendrás que pulir después. Pero más tarde. Ya te he dicho. Cuando vayas más avanzada.
    Te doy la bienvenida a TT y te deseo toda la suerte del mundo. Es el mejor sitio para ser leída. Pero no los hagas demasiado largos porque el personal se impacienta. Mejor abreviar para que te lean sin esfuerzo. Y así te lean más.
    Sólo intento ayudarte.
    Un abrazo.

    15/02/10 12:02

  • Mejorana

    Perdona Melomany. No había leído tu presentación y no estaba segura de si eras chica o chico. Te ruego me disculpes.
    Pasaré a leerte de vez en cuando.
    Tienes una forma muy entrañable de escribir.
    Estudia mucho que es como se cultima la mente y lo demás te saldrá solo.
    Un abrazo.
    Me añado tu texto a mis favoritos.

    15/02/10 12:02

  • Melomany

    GRACIAS POR TU COMENTARIO He notado q esta Web es mas para publicar versos y poemas Laverdad me siento algo extraño jajajaja espero hacer narraciones mas cortas o subdividir un cuento en varias partes para hacer mas emocionante la lectura Esperome sigas leyendo q yo hare lo mismo Gracias Nuevamente

    15/02/10 05:02

  • Mejorana

    No te preocupes por nada y haz lo que sientas necesidad de hacer.
    Si te gusta más la narrativa, pues haz narrativa.
    Un abrazo.

    18/02/10 12:02

  • Norah

    Melomany, me has dejado con ganas de mas...tenés un modo brillante de revestir lo atroz con un lirismo profundo, felicitaciones y quiero mas, como dicen los chicos, cariños.

    18/02/10 01:02

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