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El Olor de Mis Zapatos (texto Fallido)

El olor de mis zapatos.


Abrí mi boca y Mendaciloquus nació. Sum mendax, sum mendacium . Gritabas y vociferabas como rey cegado de arrogancia. ¿Podía alguien más escuchar tus blasfemias? (No). Cuando eras un suspiro todo era mejor, y menos escandaloso; pero tu voz crecía y mi deseo por ti renacía. El cigarro azul en mis labios era lo único vivo entre tú y yo. El humo nos diferencia. Nos hace… ver reales ¿entiendes?
Faltan 3 días para salir de Cáncer, pronto dejaré de cargar este peso que no es mío.
Aceptaré la invitación de mi cigarrillo, no sé a donde me quiere llevar o qué me quiere enseñar, pero se obstina en hacerlo:
-…ni que fuera la caja de Pandora… ándale no seas de rogar.
-No, claro que no, pero tampoco eres Pandora, así que no jodas.
Terminé mi cigarro azul, cavé un hoyo con mi mano izquierda y arrojé dentro la colilla. Tengo que ir a la fiesta de Tongo, (le dije que no faltaría), pero me repugna la idea de ir y dejar a éste que no para de gritar como católico frente a una catástrofe, o frente a su juicio divino…
-¡¿Quid es veritas?... ¿Quid es veritas?!
“Estoy convencido. Perdí mi espíritu… No, en verdad, lo entregué como Judas entregó al maestro con un Beso: con un beso débil y cobarde. El verso retórico escrito y enunciado por el destino para disuadir mi juicio (o el de Mendaciloquus) sobre aquel hedor que se esconde atrás de la caricia o en la sonrisa, ensaña su tinta para recordar mi error. Soy un hombre cargando una culpa que por primera vez en mi vida, distingo del error o del infortunio: fue mi voz, fueron mis acciones inherentes a la malicia. No acuso a Dios. La culpa es mía, causante de la herida y la deshonra. Por ello estoy en esta prisión.”
Creo que alcancé a ver una lágrima en su mejilla. Na... todo menos una lágrima. Decidí invitarlo a la fiesta, allí tendrá con qué solapar su excitación. (Sólo tres días más). ¿Cuánto tiempo prolongaré este engaño? Qué gran mentira.
(¡Ah!, la justicia del hombre: idéntica a su humor). Me soltaron dizque por “buena conducta” y me hicieron jurar ya no hacerlo; estoy seguro que El hombre Corbata tuvo que ver con esta exoneración. Es irónico ver como acuden a mi auxilio sombras a las que nunca di rostro ni voz, y aquellas que estuvieron vivos en mis ojos ahora parecen muertos a mis pies. Otra aguja más nace en mi siniestra. Lo primero que hice con mi nueva libertad, fue dirigirme a donde esa estúpida piedra; así que tomé el camión de segunda a Chapala usando mi lengua izquierda para que el chofer no me cobrara. Seduje por igual a una pasajera bella, para no aburrirme en el viaje.
Cuando llegué me causo un pequeño suspiro el observar las muchas veladoras, flores y algunos retratos religiosos, inciensos, cartas y demás objetos fanatizando el cadáver de la piedra estúpida. No ha cambiado nada desde ese día: sigue abierta, rota, como mujer desflorada a la fuerza, aun con ese espeso líquido rojizo brotando de su herida, escurriéndose entre sus restos y majas, entre veladoras y crucifijos hacia el borde del paso, hacia la laguna de mi pueblo.
(Quiubo, si hasta fieles te he dado, ah favorcito te hice ¿no?) Me senté a su lado, al lado de mi crimen, allí donde siempre ha sido mi lugar: en esa banca oxidada, arqueada, callada, rayada. Allí fumé y recordé…
Es el último día de Cáncer, mañana regirá El León. Decidí salir después de todo, a caminar; Mendaciloquus se comportaba como el perro que al lado de su dueño, hace por olfatear, ladrar, correr y demás cosas de esas que los excitados hacen; sus ojos sin embargo, no son los de una mascota: siempre abiertos como si no existiesen párpados en ellos, maliciosos como los del sacerdote mirando las tetas de sus afligidas feligreses; iba de un lado a otro: del árbol frente a la parroquia, a la llanta del “bocho” con los restos de un animal miserable; siempre emocionado escupía su carcajada después de llevar a su boca femenina todo lo que tocaba, igual que un infante descubriendo el mundo, arrojando posteriormente otro carcajeo; tomaba sus greñas revoltosas y de espesa negrura, deslizaba sus manos por su cogote, por sus labios hinchados de placer, por su clavícula tatuada; hundiendo su falsa belleza en mi mirada: hacía del sol un estorbo entre ambos. Su excitación era repugnante especialmente cuando se acercaba a una pareja de enamorados: deslizándose a manera del humo desplegaba, como queriendo abrazar, sus manos negras llenas de cobre, enlazadas sus muñecas por roídas telas, ataviadas con plata y ojos verdes, otros rojos o azules, tan brillantes como los suyos…
-¿Quién es por quien doy mi vida? ¿Quién cosita, quién?
-¿Eres mía? ¿Soy tuyo? Y sino ¿De quién más? (¡…! ¿Eso es amor?...Jóvenes…)
Estiraba su lengua y jadeaba al lamer los cuellos, los brazos, la carne y el amor. (Qué mejor alimento que aquel que quiere que, quien, que le quisiere, que sea igual que los enamorados). Su melena contenida por correas, parecía estremecerse como un cardumen de anguilas en una pecera: retorcíanse, uno sobre otro y sobre otro uno más, parecía que pronto la correa iba a romperse dejando salvajemente libres sus cabellos hasta la espalda marcada de dibujos, blasfemias y vieja agonía.
-¡Hic est… hic est! –me miraba me deseaba me incitaba… mi voluntad flaqueaba.
-Nemo gratis mendax … Déjales en paz. (Atavié mi fuerza y un deseo nació por vencerle, por tomarle. Nació, nací, vencí, caí, llegó, perdí. Pero todo parecía normal). Alzó su mirada. Erguía su cuerpo y desnudaba sus hombros mientras jugaba con un mechón torcido que le caía hasta su boca; arrastraba su purpúreo manto… caminó hacia mí con una autoridad que jamás había mostrado.
-Ah. Accipe quod tuum, et recipe bonus alterice. Nihil veritas est. Post mortem nihil est.
-Basta. No levantes tu frente más allá de donde se te permite…
-ad rivum eundem Lupus et agnus venerant … (Es cierto… por lo menos aquí lo es)
Aquí es donde nací, aquí es donde nací. En el momento en que el destino hace gala de su soberbia, ella apareció (Rebeca) y con ella mi condena. Después de platicar un tanto con Rebeca y entre engaño y artimaña logré invitarla a donde mi piedra estúpida, ella y yo y el susurro de Mendaciloquus. En la tarde del último día de Cáncer, en mi piedra, con mis cigarrillos azules de tabaco recio, seduje a la infante Rebeca y tomando su virginidad, di goce a mi bestial hambre, desenredé su cabello con mis labios encontrando en su nuca un estremecer exquisito; en su ombligo mi pulgar halló su morada; en su boca nació mi segunda lengua: la que seduce, la siniestra, la que probó su alma; Entonces tomé a éste tan mío y tan extraño, e introduciendo mis dos lenguas en su cavidad bucal, le di voz propia: pronto sus pies argollados en oro sintieron el peso del mundo, sus manos el frío y sal su lengua del sudor, de la espalda, de la perversión, de Rebeca; ambos hicimos de ella nuestro placer. En mi sien por donde mi ojo derecho, creció un torcido cuerno. La estúpida piedra era la única quien lamentaba, quien observaba y lloraba, así que tuve que callar ese patético y dolor tomando el casi unánime cuerpo de Rebeca, ahogada en placer, la arrojé sobre la piedra estúpida, la penetre con terrible y cruel apetito que incluso el sol tuvo miedo, volvióse rojo de pavor: la piedra comenzó a desquebrajarse, a morir. Allí poseí a Mendaciloquus también, quien no paraba de jadear, reír y retorcer su cuerpo de placer, revelando sus voluminosos senos y su femenil cadera desnuda: curiosa del contacto, semejante en curiosidad al vientre aterciopelado de Rebeca; de ombligo y empeine adornados con dibujos de henna. Llegó la temeraria noche tomando el lugar del cobarde, del puro. Rebeca se marchó, tenía clases mañana temprano así dijo. La piedra estúpida muere sombría de impía herida cometida; su figura ha cambiado igual que la mía: yo obtuve el cuerno y la segunda lengua, ella, esa ofensa destinada a sangrar eternamente. Mendaciloquo, guardó el silencio dentro sus labios igual que la noche y sus subordinados dentro su misterio. Comencé a preocuparme que la gente viere este cuerno en mi cabeza, pero ignoraba el conocimiento de lo que esta segunda lengua me ha proporcionado, de su saber milenario, de su orgullo sacrílego. Persuadirle y sus miradas alejar de mí, es como un arte. En esa noche supe, que el peso jamás se iría, que siempre sufrirían mis pies un dolor a ellos no atañido y a mí como autor de ese dolo; supe, que mi juicio sería largo y mi condena eterna. Aún no sé que es este cuerno; han comenzado a aparecer unas marcas en mis dedos, desde el monte de Sol, Júpiter y Saturno ¿ves? cada vez amanezco con una nueva pulsera en mis pies… (Piedra estúpida ¿quién te necesita?) Pronto llegará Cáncer de nuevo. Ya no soporto este peso. Será mejor fumar otro cigarrillo azul.










Mendaciloquus17 de septiembre de 2008

1 Comentarios

  • Mejorana

    Qu? bell?simos textos escribes Mendaciloquus.
    Me adornar? con dibujos de henna la proxima vez que vengas a mi encuentro, y que el Sol no se asuste de tu fuerza.
    Despues nos fumaremos un cigarrilo azul, tu, con tus dos manos izquierdas. Yo, con mis dos manos derechas.

    17/09/08 08:09

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