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Paso y Resonancia

En este cuento no existe el nombre, sólo la edad. En este cuento nuestro personaje principal se rehusó a entregarnos su nombre: corrió a los márgenes de nuestra imaginación; la historia que aquí comienza, el nombre que morirá en ella.

22 años camina cabizbajo por la calle segunda, la de un sólo sentido vial. Atrás, en la calle primera, una curiosa 13 años se detiene en la esquina segunda y mira el cielo. Las nubes son del mismo color de su vestido, pensó.

La primera esquina de la calle segunda es siempre un monumento a la estupidez, en donde los 22 años marchan: unos elegantes, otros como feroces manadas de ebrios bisontes, pero todos pisoteando a los 50 años. No siempre es necesario creer que soy único pensó el cabizbajo 22 años. En el otro extremo de la calle segunda, bramaban de terror: un rebelde 22 años parecía ser el motivo.

En la cuarta esquina de la tercera calle la conocida como “la calle transversal”, un arrepentido 50 años continuaba su lucha por avanzar en sentido contrario: cierta vez, alcanzó a ver más allá de los parsimoniosos 50 años… “aquella calle, es en la que debía de estar” se dijo esa ocasión.

Soy Gustavo. Yo soy Gustavo III, ése es mi nombre. A cada grito del 22 años llamado Gustavo III mi historia se complica, mi cuento… se vuelve: …verdad.

Se preguntaba la curiosa 13 años porque las calles en que caminaba eran tan oscuras: sólo unos arbotantes flameaban sobre el frío asfalto, sin embargo, las nubes en lo alto plateadas y ruborizadas se distinguían bien de la noche… “parecen fantasmas en el cielo” dijo. Atrás de ella, en la misma calle, una criatura con cola apareció de la nada, porque así mismo aparecen los problemas: sus bigotes relamidos por su lengua y sus crispadas orejas, era en verdad un inconveniente pues la curiosa 13 años se interesaría por ella; en esta historia todo lo que no sigue su curso, todo lo que no es coherente será un problema y todo conflicto debe ser eliminado ¿No es por eso que dormimos descartando la oscuridad, sublimando nuestros problemas? Pero en mi historia nadie duerme todos siguen; en silencio algunos, en sumida oración otros, pero continúan su camino y una vez que cruzan su calle nunca más les verán en mi historia.

El alborotador de la calle segunda miró tensamente al 22 años cabizbajo, cruzó sobre los cuerpos de los vencidos por su arrogancia y amenazantemente tronó palabras de odio: la reacción en la calle segunda fue amotinadora; ahora me veo obligado a borrar esa calle, dejarla en ruinas, romper todas las ventanas que no reflejan nada, quemar las banquetas abolladas, dejar que la luna consuma sus recuerdos y comenzaré una nueva historia sobre la calle segunda.

La criatura que maúlla corrió espantada de la curiosa 13 años; antes de darme cuenta… me encontré en una calle que no había escrito, similar a mi historia pero sin huellas en su empedrado... ¿por qué sucede esto? ¡Yo soy quien cuenta esta historia que cada vez está más lejos de la mentira! Los demás transeúntes de la calle primera han desaparecido.

La tercera esquina de la calle transversal guarda bajo un portón de roble rojo con el número 432 en su umbral, en el hueco de una piedra suelta, un paquete de cigarros que el arrepentido 50 años puso allí tiempo atrás, cuando viose tan cerca de regresar a la calle que tanto anhela; su levita aún conserva el olor del último cigarro fumado del paquete que depositó en esa esquina… “ya no necesitaré esto” dijo aquel día. Ahora deseaba tener uno de esos cigarros, pero sus débiles piernas no pueden más con el ajetreo y contrapeso del sentido vial que le empuja al final de la calle transversal. Su mano derecha nunca utilizada, siempre inmóvil, se alzó en contra de su voluntad: allí el arrepentido 50 años lloraba con su mano extendida al oscuro fondo del cielo; confundido y honestamente cansado parecía buscarme, alzaba su mano para que yo le distinguiera, para que mi historia se confundiera… ¿estuvo retándome todo este tiempo?

¿Por qué Gustavo resiste a entregarme su nombre? Mi historia ya no existe en estas tres calles, ahora es preciso merecerles a los rebeldes una cuarta calle, de soledad, de confusión, de berrinche existencial.

El alborotador llegó hacia donde estaba el cabizbajo 22 años “¿Por qué me gritas a mi, yo ni eso merezco, yo sólo soy otro más del montón?… así me han escrito y esta calle es mi pasatiempo” ¿Se dirigía a mí ese deprimente 22 años?... El alborotador respondió: “¿Tu también tienes nombre? ¿Crees que tener nombre me molesta?” Entonces tomó del brazo al cabizbajo 22 años y forcejeando le llevó ante Gustavo.

La niña en la calle que yo no escribí desistió de alcanzar a la criatura problemática; encontró que al fondo de esa calle donde los edificios parecen doblarse más allá de toda lógica arquitectónica, podía mirar otras cuatro avenidas, todas transitadas por tumultos silenciosos, negros y grises, como la noche y como la luna “son gente” dijo. En verdad lo son, son mi historia ¿Cómo puede esa niña ver la historia que no conoce?

Continuará…








Mendaciloquus24 de julio de 2009

1 Comentarios

  • Mejorana

    ...Hay gente que se las sabe todas y lo ve todo. Esta es una historia sonámbula. Estoy esperando que aparezca analfabestia, para ver qué hace trece años.
    Se va a quedar de piedra, y nunca sentirá curiosidad por nadie más.
    Seguro.
    Buen relato. Absolutamente surrealista.

    25/07/09 07:07

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