Deseo de Estar En El No Estar
Detesto cada final y cada inicio del día.
Primero esta esa rabia que me da al no poder conciliar el sueño, por más que cierro mis ojos e intento dejar mi mente en el abismo, sin imágenes, sin sonidos, sin recuerdos, sin su rostro y sin ideas estúpidas.
No hay ni un instante de paz cuando el odio comienza a tornarse nostálgico.
La sensación de un fuego que se apaga lentamente, pero en vez de sentir alivio, el frío de la tristeza comienza a trasgredir mis emociones y cada vez ese vacío en el estómago es más punzante, aunque esta sensación a veces se apacigua si mis ojos se humedecen, como buscando que una u otra lágrima arreglaran todo. Si vienen las dejo salir, dejo que fluyan y mojen las sábanas, pues es después de esto que a veces logro entrar en la dimensión del sueño. Si no llegan siento esa amarga sequedad en mi boca y en mis labios.
Y vuelve el maldito ciclo con esos pensamientos que intentan ahuyentar la tristeza, pero que terminan por volver al odio.
Miro la hora como un inocente acto de distracción que incita a ponerme a reflexionar sobre el tiempo, este tiempo perdido, este tiempo que no deseo.
Cuando duermo me pierdo, no siento nada, es como no estar, dejar de existir.
Después al primer alarido de conciencia, mi reacción es mantener mis ojos cerrados, no quiero volver, dame otro momento por favor, le susurro a mi mente, pero ya es muy tarde cuando percibo la luz detrás de mis parpados. Y la paz de estar en el no estar se termina.
Los breves y deleitables lapsos de alegría que se asoman muy rara vez, de vez en cuando en el transcurso, intento que se tornen en algo a lo que aferrarme, pero se desvanecen, y las sonrisas y las risas fingidas no sirven, ni se comparan con el estar en el no estar.
