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La Puerta

Me desperté sudando. Había oído un ruido en el salón, o eso creía, porque ahora que estaba sentada en la cama pensé que quizá lo había soñado. Me volví a tumbar. Coco no se había inmutado de su cesta a los pies de la cama, así que seguramente serían alucinaciones mías. Volví a intentar dormirme, pero fue imposible. Ya sólo quedaban dos horas para que sonara el despertador, y tenía miedo de quedarme dormida en mi primer día de trabajo. Tendría que dar buena impresión, así que decidí coger mi libro y leer un rato en la cama antes de levantarme y darme una ducha. Quería empezar el día con energía.
Volvió a sonar algo en el salón. Coco abrió ligeramente los ojos y se estiró en su cesto, para volver a dormirse. Quizá un gato no es la mejor de las alarmas.
Me habré dejado la ventana abierta y habrá entrado algún pájaro me decía a mí misma mientras me ponía las zapatillas.
Abrí la puerta de mi habitación, situada justo al otro extremo de un oscuro pasillo que terminaba en el salón. La puerta de cristales que daba paso estaba cerrada. Se habría cerrado con el aire. Esa noche hacía un viento muy fuerte, y seguramente habría corriente. Todas las puertas de las habitaciones estaban cerradas, así que no se veía ni la claridad de las farolas de la calle. Estaba completamente oscuro. Lo único que se veía era un poco de luz proveniente del salón, a través de los cristales ahumados.
Mentiría si dijera que no sentí miedo, sobre todo porque había visto una película de terror esa noche.
Mientras iba avanzando lentamente por el pasillo vi una sombra atravesar la puerta. Los cristales no me dieron muchos datos de lo que podía ser, y sin gafas no llegué a diferenciar gran cosa. Pero vi algo. Una sombra grande, que pasaba deprisa, por delante de mis ojos. Podría ser un hombre, o podría ser una sombra de la calle, de algún coche que pasaba y alumbraba dentro de mi casa tan sólo un segundo, haciendo sombra de cualquier objeto.
Me detuve. Me daba miedo seguir adelante, pero también volver y darle la espalda a aquello. No creía en los fantasmas. No creía en lo paranormal. Pero aquello me había aterrorizado. Mi mente científica sólo me decía tiene explicación y seguro que te estás asustando por una tontería. Me quedé cinco minutos allí de pie, intentando buscar una explicación razonable para aquello. Podría volver al cuarto, entrar en el baño y darme una ducha, pero tenía miedo. Quería saber qué era. Tenía tanto miedo como curiosidad. Así que cogí a Coco en brazos y salí al pasillo.
Ahora la puerta estaba abierta. Y la luz encendida. Y yo estaba en petrificada.
Dejé a Coco en el suelo. Quería que fuera al salón y comprobar que allí no había nadie. Pero el muy cobarde se volvió a la cama.
En el momento en que empecé a avanzar, algo comenzó a rodar delante de mis ojos, en el salón, al otro lado de la puerta abierta. No logré verlo bien sin gafas, pero era algo pequeño, del tamaño de una aceituna. Volví a la habitación a por mis gafas, y cuando regresé al pasillo, la puerta estaba cerrada, la luz apagada y coco detrás de mí, maullando, con sangre en la cara. Lo miré bien, para ver si se había arañado, pero lo que no imaginé es que le faltaba un ojo.
Mercetg15 de julio de 2016

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