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"mamá"

Aquel martes de madrugada, transitaba las callecitas desiertas de Buenos Aires sin otro deseo que llegar a mi hogar, humilde y achacado por los años pero que sin embargo me brindaba calidez y protección.
Apretando los dientes por el frío, me dispuse a cruzar la placita del barrio que, cubierta de niebla hasta los troncos, me hacía sentir el protagonista de alguna película de terror.
Pensando ya en hundirme en las sábanas doblé la esquina que comunicaba con la canchita donde de chico me pasaba la tarde, las mejillas encendidas, jugando al fútbol con los muchachos.
Me parecía oír sus risas de niños contentos cada vez que le ganaban a la pandilla del barrio enemigo. Volviendo en sí, me percaté que las risas provenían de la realidad, sólo que un poco más graves y con cierto tono malicioso. Calado hasta los huesos aminoré los pasos y alcancé a divisar dos figuras oscuras que se perdían en la niebla/bruma temprana.
Y después, quebrando el silencio repentino, un gemido. Casi como un susurro desesperado, me guió hasta el umbral de una casucha. Un puñado de chapas amontonadas hacían las veces de paredes, y el interior se adivinaba oscuro y ruinoso.
Entré y acostumbrando mis ojos a la penumbra, giré hacia mi derecha. Me dio un vuelco al corazón y descubrí que la dueña de los susurros yacía allí, a escasos metros míos.
Tendida en el piso helado y cubierta de arañazos y rasguños, la nena no tendría más de 7 años. Sus ropas, o lo que quedaba de ellas, parecían rasgadas de forma violenta por algún animal enfermo. El labio partido y un ojo amoretonado hicieron que la relacione con las dos figuras que había visto anteriormente. Entonces, me inundó una ola de ira y nauseas. Quise agacharme y tomar su mano, pero la nena me miró con ojos aterrorizados y emitió un grito débil que la dejó sin fuerzas.
- Tranquila, pequeña, te quiero ayudar – murmuré, y bajo el peso de mi cuerpo los pies me parecieron de gelatina.
Acaricié su pelo, y a pesar de las marcas de violencia se notaba que era una niña preciosa. Qué clase de escoria humana podría hacer algo asi, me preguntaba y la cabeza me latía, llena de interrogantes y respuestas sin sentido. No estaba dispuesto a abandonarla, aunque era consciente de que le habían arrancado la vida, su respiración era cada vez más frágil y pausada. Aferró mi mano con sus dedos chiquitos, y unas lágrimas calientes corrieron por mi rostro, empañándome la visión.
Ella no lloraba, su mirada era de resignación, de abandono, de dolor. Sus bonitos ojos marrones perdían el brillo, apagados por el miedo. Casi hubiese preferido que se quejara a gritos. Entreabrió la boca, queriendo decir algo, buscando las palabras. Afuera ya comenzaba a asomar el sol.
Acerqué mi oído y susurró: Mamá…mamá…



Meryjane05 de julio de 2011

2 Comentarios

  • Badgirl

    MeryJane, has creado un conmovedor relato. ^^

    05/07/11 07:07

  • Marellia

    Un cuento no tan cuento, un cuento muy real....Me dejas el corazón arrugadito de tristeza.
    Un beso .
    marellia

    14/09/11 02:09

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