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Viento Fuerte

La gallina que marcaba los puntos cardinales giraba a una velocidad sorprendente. Tania observaba la formación de la tormenta desde la ventana de su cuarto. Las paredes no dejaban de temblar. Escuchó el ruido de unas tejas que no resistieron el impacto del viento.
- ¡Vamos todos al sótano!- gritó su papá.
Toda la familia se dirigió al sótano. Tania solo tuvo una milésima de segundos para tomar una foto al torbellino que se veía a lo lejos.
Antes de ingresar, la pequeña pudo ver cómo los árboles eran arrancados del suelo y volaban por los aires. Seguro uno de esos árboles daría con la casa. Pero no podría verlo. Estaría con su familia, encerrada bajo tierra.
Solo tenían una linterna y algunas velas. Su mamá se tocó la panza, con la intención de calmar a la criatura que llevaba en su interior. El papá se colocó delante de la puerta del sótano, escuchando el sonido del viento. Pero no era necesario. Se oía perfectamente al torbellino arrasar con todo lo que se encontraba a su paso.
El resto de los niños lloraban o temblaban. Solo Tania sentía curiosidad por lo que se encontraría por detrás de la puerta. Pudo escuchar perfectamente el golpe de objetos pesados, retumbando por el suelo y siendo llevados a rastras por el torbellino. Hasta escuchó cómo la casa se hizo trizas por completo, lo cual la llevó a imaginarse un mundo devastado, tal como aparecían en las películas apocalípticas.
De pronto, calma total. Aún así, el papá no se sentía tranquilo. Se alejó un poco de la puerta y abrazó a su mujer. Tania, creyendo que el viento cesó, se levantó, abrió la puerta y salió del sótano.
Lo que vio le maravilló. Se encontró dentro de un gran círculo, de paredes grises y tan altas que alcanzaban el infinito. Arriba se veía un agujero, que descubría un pedacito de cielo azul el cual había sido tapado por las nubes. Todo era calma. No oía nada. Deseó alcanzar aquel pedazo de cielo, bajarlo a la tierra y regalárselo al hermanito que en unos meses nacería y formaría parte de la familia.
Sintió sus pies despegar del suelo. No podía creerlo. Su sueño de hacía realidad. Sintió una euforia tal que gritó a todo pulmón. Un grito que su padre interpretó como susto.
- ¡Regresa! ¡No te vayas!- le decía su papá.
Pero Tania no escuchaba. Fue completamente absorbida por el centro del torbellino. Su mente solo estaba en ese cielo azul. Estaba cerca. Podía sentirlo. Sin embargo, algo en ella le sacó de su ensimismamiento. Eso hizo que bajara la mirada en dirección al sótano, donde vio a su padre del tamaño de una hormiga. De la emoción pasó a la desesperación. Y antes de perderse por completo por las ráfagas del viento, alcanzó a decir:
- ¡No me alejen de mi familia!
Su papá cerró la puerta, se sentó en el suelo y lloró con amargura. Todos sus hermanitos preguntaron por ella. Su mamá se apretó con más fuerza el vientre y también lloró. No podía creer lo de Tania. Desapareció, fue llevada por el viento y nunca más sabrían nada de ella.
Años después, cuando la hermana menor de Tania cumplió diez años, otro torbellino pasó por el pueblo. Aquello les hizo recordar la repentina desaparición de Tania y todos se pusieron muy tristes.
La nueva integrante de la familia se llamaba Carola. Ella nunca creyó que Tania había muerto. Decía que regresaría con otro torbellino. Toda la familia se encargó de endulzar su imaginación con esa fantasía. Pero tarde o temprano debía afrontar la verdad.
Una vez pasado el torbellino, Carola salió y, junto con sus hermanos, empezaron a restaurar la casa.
Al día siguiente, mientras buscaban ayuda para la indemnización, Carola vio a una mujer extraña en el pueblo. Era alta, de cabellos negros y ojos grises. La niña se acercó a la mujer con curiosidad. Supuso que era alguien quien venía de visita para ayudar a sus parientes o amigos.
- ¿Quién eres? ¿Perdiste a tu familia?- le preguntó Carola.
- Sí. Los perdí- le respondió la mujer- regresé para buscarla.
- Antes de nacer, mis padres perdieron a mi hermana en un torbellino- le explicó Carla- me dijeron que fue abducida por él. Por eso siempre esperé que viniera otro torbellino para que me la traiga de vuelta. Pero desde que nací, hasta ahora, no pasó ninguno.
La mujer miró a Carola directo a los ojos. Era como si le asombrara la historia de la niña. Al final le preguntó:
- ¿Cómo se llamaba esa hermana tuya que desapareció con el torbellino?
Carola, sin titubear, le respondió:
- Se llama Tania.
La mujer respiró con dificultad. Luego se echó a reír a carcajadas. El hermano mayor de Carola, al verla con una extraña, se acercó y le dijo:
- Carola, no debes hablar con desconocidos.
- ¿Marcos? ¿Eres tú?- le preguntó la mujer- ¡Cómo has crecido!
- ¿Cómo sabes mi nombre?- le preguntó Marcos, estupefacto.
La mujer mostró una sonrisa amistosa. Solo le bastó una milésima de segundos para responderle sin titubear.
- Lo sé porque yo soy Tania.
Marcos se quedó sin palabras. Él era muy pequeño cuando Tania desapareció en aquella catástrofe natural. Creía que estaba muerta. Hasta ese momento nunca escuchó de alguien que sobreviviese a una tormenta de esa magnitud.
Carola, al escuchar el nombre de la mujer, exclamó:
- ¡Eres Tania! ¿Verdad? ¡Al fin conozco a mi hermana!
- ¡Esto no puede estar pasando!- alcanzó a decir Marcos, después de recuperar su voz- ¿No será un truco? ¿Cuáles son tus intenciones?
- Sé que es difícil de creer, pero realmente soy Tania- insistió la mujer- sobreviví al torbellino cuando me llevó a un lejano lugar. Estuve en coma por años, hasta que desperté y me di cuenta de que había crecido. Viajé de pueblo en pueblo hasta llegar aquí. Eso sí, esta vez tuve cuidado de no toparme con el torbellino. Si no me crees, puedes hacerme las preguntas que solo Tania sabría.
- ¡Marcos! ¡Ella sí es Tania!- gritó Carola, sin dejar de abrazar a la mujer- Tania tiene ojos grises. Y es alta. Ahora es más alta porque creció.
Marcos llamó a sus padres. Cuando ellos se acercaron, les narró lo sucedido. Todos los hermanos se acercaron y se dirigieron a la casa, deseosos de encontrarse con la supuesta Tania.
La mamá actuó como si viera un fantasma. Tenía en sus manos la foto de su hija desaparecida. No había cambiado en casi nada. Seguía teniendo los ojos grises. Luego, extendió su mano, le acarició suavemente la mejilla y Tania le besó la mano.
- Es Tania- dijo la mamá, atónita- es el mismo gesto que hacía cuando le acariciaba la cara.
El papá no podía creerlo. Tania conservaba aquella misma sonrisa que tenía de pequeña. Al final, para disipar toda duda, le preguntó:
- ¿Qué hiciste antes de que nos encerráramos en el sótano?
- Le saqué foto al torbellino, desde mi pieza- le respondió Tania, sin dudar.
El papá le dio un abrazo a su hija, sin dejar de llorar de la emoción. Todos recibieron a Tania con los brazos abiertos. Sobrevivió al torbellino y regresó a casa, después de largos años de recuperación y confusión. Carola se sintió muy ansiosa y feliz. Realmente valió la pena aquella tediosa infancia, donde solo deseaba conocer a su hermana mayor, a quien solo la veía en fotos y sueños. Y como Tania se había perdido todos esos años, Carola se encargó de ponerla al tanto de lo que aconteció en la familia durante ese tiempo.
Al final, cuando todos estuvieron seguros de que esa mujer realmente era Tania, Carola le preguntó:
- ¿Qué sentiste cuando te llevó el torbellino?
Tania reflexionó la pregunta de Carola. Pasó el tiempo. Sus recuerdos eran confusos. Al final, le respondió:
- Sentí que podía alcanzar el cielo, bajarlo a tierra y regalártelo cuando nacieras. Después todo es confusión. Lamento mucho no traerte ningún regalo, Carola.
- Al contrario. Tu presencia en la familia es el mejor regalo que pudiste traer. Todos te extrañábamos, Tania. Y no sabes cuanto deseé pasar mi infancia contigo. Ahora podremos estar todos juntos para siempre.
Ambas se abrazaron. Luego, comieron un pastel y festejaron todos los cumpleaños que Tania no festejó por estar en coma, en una región lejana y sin posibilidad de contacto alguno con su familia.
Meysahras05 de mayo de 2013

1 Comentarios

  • Ennimaje

    Meysahras, tu si que sabes del cuento corto.

    Es una pena que por estos lares nadie te comente, será que les da resaca leer más de mil palabras que no sean de sus propios bodrios.

    No sé si en una milésima de segundos se puede obtener una foto, pero breve si se puede extraer la esencia de lo instantáneo, el corazón del instante. Te sigo.

    05/05/13 06:05

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