TusTextos

Carta a Nadie, a Quien No Está.

De nuevo a los pies del maldito infierno.

Y tú, que te desprendes de mí, de nosotros, decides enterrarnos bajo tierra, cosechas viñedos encima de nuestros restos. Y brindas con el mundo que la cresta de tu ola se estirpa.

Y mientras me desangro clavo estacas en mis pies.

Escribiendo esta estúpida carta que jamás leerá nadie para intentar olvidar que en algún momento de mi vida me sentí tan poco. No cabe en mi cabeza, ni en mis manos una cercana idea, un alumbramiento, una virtud coherente que sobreviva entre tanta indiferencia.

Yo moría, desfallecía, me desplomaba, me descomponía, engangrenada. Me secaba y me acallaba, segundo a segundo y tabique con tabique, a suelo compartido. Tú vivías. Yo muerta, tú vivo, indiferente, tranquilo.

Y a pesar de todo, hoy no es tiempo de escritores, ni tiempo de llorar. Son horas de hacer el tiempo pasar, de tragar fuerte y tratar de respirar. Son momentos de despedir los sueños para siempre, y sentir angustia cuando casi eres feliz.

Angustia, angustia, angustia, ganas de acabar con todo. Que todo acabe.

No hay miedo, hay repugnancia, renuncia. Abandono, tristura.
Solo hay nada, ni siquiera dolor. Sino tiempo pegado, salivación caliente, estómagos desiertos.

No hay nada.


Quizá la huella, una curiosa forma de conocer qué ojos tiene el diablo, cuando utiliza a sus hijos y los golpea con sonrisa desencajada.

Me muerdo a veces la cola desde la puerta, cuando me parece ver en mi mente, que sólo soy una pieza.
Un trozo que antes encajaba en el muro del hogar.

Ahora tú te mudas, observo tus maletas desaparecer. No puedo moverme. Sólo observar como las paredes envejecen, como los días pasan y el olvido me llama, y los nuevos niños me despiden, me pierdo, con tu pérdida, me muero con tu olor ausente.
Mi3huella18 de abril de 2013

Más de Mi3huella

Chat