Cuando ya no queda nada apareces tú, y me miras desde aquel césped refugiándote en tu mejor sonrisa. ¿Es posible volver a ser como un niño? Yo corría, corría por el césped, con mis amigos. Éramos caretas de carnaval, como altares brillando en mitad de una ceremonia, con cantos celestiales. Doy, doy... y me quedaré sin nada.
Dudo si aún me queda algo, o si algun día podré derretir este caminar.
Fíjate en el corredor, ya no queda nada de él. Me estoy perdiendo en las calles más bellas de París, me estoy velando desde la espera.
Soy el individuo del balcón.
¿Morirá ese individuo antes de llegar a prender una de sus fijaciones oníricas? ¿Se quedará escribiendo desnudo, tirado en el suelo perdiendo la cama de vista con el baile de una vela?
Subiendo y bajando siempre por los mismos escalones, tarareando las mismas canciones. Viviendo solo, en cualquier lugar, reviviendo emociones muertas, haciendo volver una vez mas ese sentimiento a la alcoba que cuelga de mis dedos...
Vélame o moriré. Vigila que nadie me atormenta, tira un colchón a pie de balcón y abrázame. Dime que no me pasará nada en este mundo de uvas pasas, dime que tu calor y tu mirada no olvidarán mi lunar. Protégeme y cuídame de la brisa del puerto, te prometo que aunque pise mil veleros tus alientos los escuchará la mar salada.
Escuchará tus bostezos a la luz de una voz perdida. La voz del individuo del balcón.
