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Inspiración Fue Ella Llamada

La noche había sido demasiado larga, sujetar la mano sedosa de una dama resentida no fue fácil. El sudor y las lágrimas se mezclaron con su vestido, y aunque ahora estaba de nuevo junto al molino, seguía oliendo una desdicha jamás sentida, o al menos una desdicha distinta. La agonía en su exiguo nombre. La soledad de una loca aislada se había unido con su soledad de amante olvidada, de mujer usada, y aquella noche se tumbaron sobre el papel y caminaron juntas observando las paredes caerse, las esquinas vaciarse, el agosto extenderse.

La Inspiración había guíado a Emily en tan solo veinte movimientos hasta lo más profundo de la humanidad. Con veinte palabras bien combinadas le abrió la puerta a la eternidad. A un lugar donde viven los secretos de Marilyn Monroe, donde flota ese frescor de una sábana estirándose entre las manos de una madre…. Quedó dentro del alma de medio mundo tras noches y noches dejándose tomar por ella, la amante de todos, la amada de nadie.

Para ella el tiempo no existía, no pasaba nada, solo todos morían, los tiempos cambiaban.

Ella no hablaba con nadie, se mantenía oculta en su cueva cuando no era robada por bohemios o se veía atrapada en una orgía melódica. Ahora pensaba… ¿Cómo era aquello posible?

Desde que su amado marchó solo había orgasmos en los estudios corroídos, culminaciones en la intimidad de unos cuantos desconocidos que más tarde heredaban el cielo y su nombre revestía atemporalidad, conseguían vencer la guerra contra el olvido.

¿Ella donde quedaba?

¿Ella qué era?

¿Deseaba Ella?

Era solo una flama, una magia, una ama… Tan solo una ama,

demasiado bella. ¿Una Diosa?

Si fuese una Diosa, podría marchar lejos de allí, de ese infierno celestial,pero no podía hacerlo. ¿Acaso Dios existía? ¿Acaso el amor podría permitir su sola existencia? Arrodillada calló al suelo, y al abrir los ojos le vio allí. Sus labios estaban cubiertos de castaño, sus ojos clavados bajo su frente, su respiración era nasal y pausada. Ella le miraba desde abajo mientras él escribía sobre su silla. Ella escribía desde el suelo, el se sentía liberado de sus fueros. Y escribía.


Ya que el día cansado está del día,
Ya que el ansia anhelante del arroyo
Esperanzas susurra de consuelo,
Ya que la esfera pálida del cielo
En finas blondas de oro suspendida,
¡Descansa! al oído dice al fatigado ...
¿Por qué, mi corazón, tú no descansas?
¿Qué te espolea en tu incesante huida
Que los pies te ensangrienta?...
Dí, ¿qué esperas?

Friedrich Nietzsche.
Mi3huella19 de junio de 2011

1 Comentarios

  • Agora

    sigo toda tu inspiración, aprendo; me gusta!

    21/06/11 12:06

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