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No es un Caballero

Sin querer notarlo me encontré a mí misma pensando en su voz, en sus desafinados gritos y en sus seductores susurros, y en como sus extrañas manías, que en otros nunca fueron más que molestas, me resultan algo así como fascinantes.

No quiero caer en el romanticismo barato de decir que la luz de sus ojos ilumina los míos. No, mis ojos ven con claridad, así ha sido desde hace tiempo. Tampoco quiero decir cosas que puedan confundirse con puro sentimentalismo, siempre me ha parecido ridícula la idea de amar a una persona que no se conoce, basándose meramente en el revoloteo incesante de mariposas imaginarias, sin embargo, me ubico en una posición donde la hipocresía de mis palabras golpea como una fuerte cachetada. Porque no, no lo conozco lo suficiente para decir que es la perfección, tengo la conciencia de que probablemente esté tan lleno de defectos como yo, tan golpeado y moldeado por el pasado que resulta casi imposible ver los primeros cimientos, esos que esbozan la pura armonía que se ve en los niños, pero a la vez, resulta que el arte nunca se forja sin uno que otro golpe, y los detalles que sobreviven las catástrofes suelen ser, casi siempre, la más bella pieza de luz.

Sigo esperando el momento de ver caer estas ideas, de volver a la realidad donde el amor no siempre acompaña a dos personas que se besan. Pero no caen. Espero silenciosamente, y lo único que ocurre, es el surgimiento de una idea antigua, una vendida por canciones y películas, que cada vez se vuelve más posible. La idea de que el cariño sí se puede esconder tras una acción simple como lo es una mueca, un abrazo en una fría madrugada o un dulce beso en la espalda.

No intento pintarlo como un caballero de brillante armadura, esos nunca duran porque siempre llega el momento en que su oxidado traje cae en pedazos al suelo. No quiero hacerlo ver como la dulzura, como un poeta o trovador, nada de eso lo caracteriza, y es curiosamente eso lo que me parece tan adictivo. Me lleva a entender que los detalles, como un café preparado ansiosamente, guardan más honestidad que muchos te amo.

Puede que me equivoque, y es lo más probable. La vida te enseña muchas veces la misma lección, para que aprendas a llevarlo por piel, mas aun así siguen existiendo esos peligrosos momentos, en donde mis ojos encuentran los suyos, e inmediatamente nuestras sonrisas se expanden, como si mostraran una complicidad mutua de la situación, y es allí donde esas, que son pizcas de una esperanza, demuestran ser más fuerte de lo que parece. Más fuerte que mis ideas, más fuertes que yo.
Milu2313 de noviembre de 2016

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