Tengo las alas rotas de un vuelo que jamás realicé.
A lo lejos una melodía suena, parpadeando inconstante bajo la penumbra de este destello abrasador, delante de unos gigantescos ojos escondidos tras un manto que les cubre.
No lo veo pero lo siento, no lo escucho pero sé que está ahí, no lo tengo pero lo agarro con tanta fuerza que por un momento me ha parecido tocarlo.
Las notas de este piano cansado se disipan, como mariposas al vuelo, revoloteando y jugando entre la inmensidad del campo, y es que el gigantesco mundo las envuelve pero viven gracias a las diminutas flores
