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Sleeping Sun

No recuerdo mucho quien solía ser cuando recorría la vida con los ojos de un humano. Más bien, he de reconocer que no recuerdo nada relevante. A veces, cuando menos lo espero algunos flashback me sorprenden con la guardia baja y sin embargo al unirlos no forman nada coherente. Son como escenas de películas distintas conectadas en una mala edición. Verte de repente frente a una playa a mitad del día sosteniendo un ramo de rosas amarillas… Y unos segundos después, presenciar con horror la muerte de quienes amas con una sonrisa rebosante de crueldad y cinismo. ¿No suena ni se ve coherente verdad? Solía anotar en pequeños pergaminos estos flashback, esperando que en algún momento surgiera ese conector que diera coherencia. Pero eventualmente opte por abandonar aquella tarea, finalmente recordar un pasado distante no iba a modificar mi presente ni mucho menos a cuestionar mi futuro. Tampoco recuerdo muy bien los cimientos de mi segunda vida, después del doloroso proceso de conversión. Pero sé que cada recuerdo que viene después de esa fecha se ha almacenado en mi cabeza con excesiva precisión. Por eso recuerdo el primer día que puse un pie en el castillo Virtanen, y como a través de distintas situaciones pase de ser una lacaya más a convertirme en una de las líderes, quizás la única que no posee las cualidades de una, pero que obtuvo su derecho a “gobernar” por cuestiones de antigüedad. La menoría no me falla: Aquel 20 de Agosto… Un día anormalmente lluvioso, hice parte de un particular negocio de intercambio. Mi creador Risto Katanien visito el castillo Virtanen, para satisfacer con natural interés el deseo de su buen amigo, Antti Virtanen, de acompañarle unos cuantos días, con el fin de enseñarle (Y regodearse el mismo) la fortuna que había amasado a lo largo de los siglos.
Risto y él habían sido buenos amigos, prácticamente desde su creación, cuando en la edad media existían sitios, similares a los centros de concentración, con el único propósito de crear vampiros en pro de la dominación y extinción de la raza humana. Durante ese periodo, ellos dos habían acordado, en un pacto de caballeros y sincera amistad, permanecer juntos la mayor cantidad de tiempo posible.
Pese que habían sido maldecidos con la sed de sangre, poseían en el fondo el deseo inalienable de contar con una familia. No grandes ejércitos de guerreros inmortales, sino pequeños clanes en los que pudieran consolar su agobiado ser.
En medio del entrenamiento que recibían más parecido al de un soldado, algo sucedió, que derrumbo por completo las bases de aquella supuesta revolución evolutiva. Los campos de concentración fueron cerrados, de ese modo Antti y Risto fueron separados. Ninguno lo espero, y según las propias palabras de Risto la ruptura limpia de cualquier nexo favoreció la asimilación del proceso.
En sus caminos la ventura y la fortuna vinieron y así mismo se marcharon. Risto, esclavo de su propia ambición encontró la ruina en sus acciones. Y aunque tropezaba constantemente de cada caída recogía una lección diferente. Su sufrimiento no fue solo económico, sino también emocional, sobre todo porque en medio de sus negocios mezclaba peligrosamente el placer. Lunas enteras pasaron mientras él en medio de su desesperación e idiotez propia, se maldecía a sí mismo por tropezar con la misma piedra.
A medida que el tiempo transcurría, también lo hacia su desconfianza, su introversión y su aversión hacia las mujeres. Sin embargo pareció olvidarlo con la llegada de una mujer de origen Alemán, su nombre era Gertrude y bajo su dominio acepto por fin iniciar el clan del que tanto había hablado en compañía de Antti. Para ese entonces la pareja se había radicado en la pequeña ciudad finlandesa de Espoo, aplicando mediante el terror algo parecido a una compañía feudal. Es decir, los ciudadanos trabajan la tierra tranquilos siempre y cuando una vez al mes, una mujer virgen les fuera otorgada como ofrenda. Gertrude nunca compartió dicha condición impuesta por Risto, y sin embargo, se encargaba de que la susodicha nunca llegara viva a sus manos. Sin más mujeres vírgenes que ofrecer, los habitantes de Espoo decidieron entregar a la chica rubia de escote prominente y que era marginada por su supuesta condición de bruja.
Me contaba él, cuando la apatía daba paso a un verdadero cariño, que en el pueblo se rumoraba acerca de mi asociación con el príncipe de las tinieblas, pues terribles tragedias me seguían a donde quiera que pisase. Mi cuerpo golpeado y maltratado le fue ofrecido a Risto, quien a su vez lo cedió a Gertrude. Por alguna razón que siempre desconocí, ella considero más pertinente el convertirme que acabar conmigo. Poco después, en medio de un lapsus de locura, Risto asesino a su propia esposa y compañera, aduciendo que ella ya no le deseaba como antes. Mientras tanto yo seguía en mi propia burbuja individual, luchando por aceptar el cambio. Parecía que la demencia que me acompaño en vida, en vez de desaparecer simplemente muto con el gen vampírico, dándome al principio un carácter más antisocial. Aun hoy, puedo decir que la locura, a veces en mayor medida o menor medida, me sigue acompañando.
A quien solo veía con completa devoción era a Risto, quien en ocasiones parecía confundir mi devoción con amor puro, causándole gran malestar en mi presencia e incluso aversión. 50 años pasaron uno tras otro con la marcada rutina de “Hoy te odio” pero “Mañana te amo como a una hija”. 50 años en los que no se atrevió a crear más como yo, aunque siempre me gritaba encolerizado que entregaría mi cuerpo mutilado al sol para deshacerse de mí y que crearía un hijo a su imagen y semejanza como siempre debió ser.
En esta ocasión en el que su estadía a las afueras de Espoo se vio comprometida me pidió con cierta aprehensión mi compañía para tan largo viaje. Acondiciono uno de sus carruajes para ello y se encargo de que el trayecto solo se detuviera para cuando necesitáramos alimentarnos. Tal vez por eso llegamos cerca del amanecer y con tal mal tiempo. Aquella madrugada lluviosa, fuimos recibidos por Talo ante la ausencia de Antti, quien con su frívola cordialidad nos recibió en el castillo. Me pareció desde el principio que ellos dos, Talo y Risto, estaban hechos el uno para el otro, pues no disfrutaban la compañía sino de una selecta minoría. Ambos apreciaban el buen vino y sobre todo podrían pasar horas y horas hablando de cualquier cosa.
Evidentemente ignoraban mi presencia y el hecho de que afuera el cielo estaba a punto de caerse y lloraba desesperado.
Tarareando una vieja nana, que aun a la fecha no olvido, permanecí mirando fijamente a través del vitral como la lluvia impactaba la tierra. En medio de mi estado, recuerdo colocar cerca el oído contra el vidrio.
-Cree que puede escuchar la lluvia-Murmuro Risto a su interlocutor en tono despectivo-No entiende lo que habla… Pero la escucha.

Ambos rieron con sorna y continuaron con su parlamento diplomático, discutiendo esta vez cual sería el modo más amable de acabar con la existencia de los especímenes defectuosos como yo. Aunque prefiriera escuchar el sonido de la lluvia antes que a ellos, sus palabras hirientes causaron estragos en mi persona. Seguramente no poseía un carácter fuerte dadas mis condiciones en mi vida humana, mucho menos ahora, que siendo un prototipo de soldado universal, era tratada mas como un estorbo al que hay que soportar.
Aquella noche Antti no apareció, y fuimos invitados, o más bien Risto fue invitado a pasar el día en una de las cómodas habitaciones. Por vez primera en un impulso de voluntad propia y autonomía estaba considerando los pros y los contras de separarme de Risto y emprender la huida hacia otras tierras. Por supuesto, estaba el problema de que el sol en lo alto del firmamento me detenía, y estaba el problema de que tal vez en la noche, si fracasaba encontraría la muerte en manos de Risto. Sin embargo, 2 horas después de la puesta de sol Antti apareció por fin. Su carácter jovial y poco serio causo gran impresión en mí, pues gracias a Risto, había sentado el precedente de que todos los vampiros debían ser como él.
Mientras conversaban los tres en el mismo despacho de la noche anterior, una muchacha con el mismo carácter de Antti, me llevo a conocer hasta el último lugar del castillo. Tarja era su nombre y de su brazo, por primera vez, sentí que de hecho no era un espécimen defectuoso… O al menos no el único.
De algún modo, cuando la última noche de nuestra estancia apareció, me las arregle para convencer a Risto de que no me necesitaba, de que en su camino solo representaría un tropiezo y de que estaba segura que aquí en compañía de él que una vez fue su mejor amigo estaría bien.
En ese momento varias emociones se apropiaron de Risto, la sorpresa por encontrarse con un discurso tan extenso de mi parte, que por lo general me limitaba a responder afirmativamente o negativamente; el desagrado por saber que Antti no estaba de acuerdo, pero tampoco en contra; y la reticencia ante la idea de deshacerse de el único integrante de su clan. No me quería de su lado, pero tampoco lejos de él ¿Qué irónico verdad?
A cambio, Antti le entrego a una de sus más recientes creaciones. Una muchacha de ojos verdes llamada Anelisse y algunos lingotes de oro. La puja fue cerrada por fin con una propiedad cerca a las costas de Helsinki. Y entonces pase de ser Päivi Katainen, a Helli Virtanen.
Talo, el único que mantuvo en firme su oposición a mi estadía y posterior integración a mi familia, prefirió mantener al mínimo sus relaciones interpersonales conmigo. Y pese a eso, nada me impidió disfrutar la sensación de pertenecer a una buena familia.
Aprendí a desarrollar y dominar mis dones; intente (Infructuosamente) de dominar mi carácter y hacerlo algo más firme; e incluso intente por todos los medios conocer mi identidad humana. Sin embargo, todo ello no fue ni la mitad de experiencias que viví al lado de Antti y Tarja, a quienes aprendí a ver como verdaderos hermanos. Recuerdo perfectamente toda la serie de sucesos que se desataron con la aparición de Athenedora, la odiosa novia y posterior intento de esposa de Antti; el momento en que Henna apareció en la familia y como me volví totalmente dependiente de sus acciones y pensares. Con ella vino también mi primer esposo, Jarkko con quien descarte la idea y la obsesión de saber quién era en mis días humanos.
Pudo ser, que aquella fue la etapa más hermosa de esta no-vida, pues acepte la noción de un amor diferente al fraternal, y sobre todo reconocí diferentes aspectos distintos de mi propio cuerpo.
Los años pronto se convirtieron en décadas, y las décadas a su vez en siglos. Lo que una vez fue mi gran familia pronto entro en decadencia: Talo no soporto más ver que la Utopía de Antti, el prospecto de una buena familia, estaba cumpliéndose y por ello abandono la familia. Antti tampoco soporto la desaparición de su hermano y siguió sus pasos perdiéndose en el mundo, sin mí… sin nosotros. El apellido Virtanen pronto dejo de inspirar respeto y se perdió en el olvido con todos nosotros.
El castillo me pareció de pronto un gigantesco cementerio de recuerdos, los mejores de esta vida y unos a los que me negaba a renunciar, por eso la mayoría de días recorría el castillo y todos sus recovecos admirando los fantasmas del pasado.
Sin embargo algo sucedió: De un modo casi masivo, nómadas de todo el mundo tocaban las puertas del castillo en busca de un refugio. ¿Por qué razón habría de negar aquello? Así conocí a Kimora, la mujer alegre de cabello negro azabache… Y pechonalidad sobresaliente como la mía. Fue un click instantáneo, aunque prefería encerrarme en mi habitación a ser parte de la nada absoluta, cuando gozaba de compañía familiar frecuentemente era ella quien me soportaba. Ametist, la hermosa pelirroja de frialdad calculadora; Tuomas, el loco de las cadenas y a su hermana Caroline… Quien, en cierto momento y en cierto modo se convirtió en mi rival; Annelli a quien cariñosamente solía llamar “MI Cielito”; Y Xtina… A quien por alguna razón considere como una hija más que una hermana.
Me parecía ver en lo que ahora éramos el deseo cumplido de mi “Hermano” y a veces cuando les veía departir en el salón de cine, o en los jardines principales en medio de un entrenamiento, me preguntaba qué pensaría él si viera todo esto. ¿Se sentiría orgulloso? Si bien financieramente no era capaz de sostener todo su castillo, había sido capaz de sostenerlo, para que no se callera víctima del peso del olvido.
Sin embargo el ciclo del abandono volvió a repetirse, uno a uno, los nómadas con apellido Virtanen partieron de nuevo a otros mundos. Y lo único que conservo el castillo… Una extensión de mi, fue muchos más fantasmas para su cementerio.
El final parecía inevitable esta vez. E incluso estaba preparada mentalmente para partir yo también y asirme a nuevos horizontes e identidades. Sin embargo me fue imposible alejarme demasiado del castillo. Aquí encerrados estaban los mejores momentos de mi vida… Y si era preciso arriesgar la cordura para preservarlos pues que así fuera.
Helli Virtanen permanecería como guardiana del castillo Virtanen, hasta el día en que los que aquí habitaron regresen.
Aquel que se va sin ser echado, vuelve sin ser llamado
Nattyka30 de junio de 2012

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