El tiempo rendido
acusa el sonido metálico de tu bélico
casco.
Aguacero de pasos que rompen la brisa
y una mano en esa prisa de correr primero.
Duele el vientre. Ciego,
se aproxima con su soledad al objetivo.
castigo
para los cobardes conjurados en el miedo.
Una sombra, atemporal como la risa,
araña el rostro y martiriza en vejación
a quien sostiene entre sus manos.
¡ Venid, venid ! Voces que se salvaron
de ser sometidas a la pacificación del cuero,
al precio del dinero, a los consoladores del hambre.
Dioses, soñadores de blancas palomas,
abatidas en su edad más tierna.
¡ Qué más da!
A nadie importa la muerte como control del hambre
y del miedo.
La Tierra, en la Tierra caben cuantos lamieron las manos
del salvador. Tierra fecunda de cuerpos que soñaron.
Sí, y cantas sobre tus pies descalzos,
la misma rima, el mismo canto.
Las palabras sucumbieron para nada.
El Hada de Disney las metió en formol.
Alcohol para todos hasta que la conciencia
se arrastre en los escenarios,
los campanarios,
los entresijos,
de los tiernos hijos paridos en la victoria.
¡ Recuerda ! Nada es historia
sino la memoria de quien supo y sabe.
Cabe repetir, repite y regresa de nuevo
a tu nave, como capitán brillante
colmado de ejecuciones.
