Aquella noche Aurora Cifuentes y Fuencarral dejó olvidada su dentadura postiza dentro de un regalo. Llegaba el momento de manifestar ese estado de bondad que surge en nosotros. Aurora, entre sollozos, supuso que jamás podría dar un beso, o comer el bombón de licor, o sonreir sin dejar en evidencia la antigüedad de sus encías. Pero, el duende navideño, se encargó de dejar caer una bola del árbol, que rompiéndose en añicos contra un paquete lo abrió. Una blanca dentadura salió sonriendo, como provocando esa risa contenida de todos. Aurora, en un gesto humilde, la tomó entre sus dedos. Y en un sólo movimiento la introdujo en su boca. ¡Muchas felicidades, amigos!

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2 Comentarios

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  Mateo

  Porque echas de menos a esas personas que lo eran todo para ti..y te das cuenta cuando llegan estas fechas de que esos seres tan especiales no están con nosotros para celebrar eso que llaman navidad...yo echo mucho de menos a esos seres especiales que me daban su amor, protección, alegría y cuidados durante toda la vida que estuvieron aquí....este tu cuento...para mi es un homenaje a ellos...yo celebro la vida...cada día que amanece y celebro haberla vivido cada día que me ostro en mi cama...gracias por este cuento tan sencillo pero lleno de personas que siguen vivas en nuestro recuerdo ..un abrazo....y feliz vida...siempre...

  24/12/13 12:12

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  Albasilencio

  precioso, tierno, esperanzador. Ojalá muchas Auroras encuentren una bola de cristal y solucionen sus problemas.
  soy creyente, pero adjudico a todo el mundo la libertad, de creer o nó.
  pienso que sus motivos tendrá.
  un abrazo y feliz año.
  

  07/01/14 08:01