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La Loba, la Luna y la Mujer de la Cuneta

Permanezco echada sobre mi fosa de tierra, aún acurrucada a una maleta que apenas recuerdo qué es lo que contiene. He dejado de sentir, he obligado a mi cuerpo a permanecer mudo e inerte, insensible al frío, al hambre o a la sed. Apenas tengo períodos de consciencia, simplemente sueño repetidamente con el cazador que me dejó herida de muerte y me lanzó a aquella cuneta.

A veces creo recordar que pertenecía a una manada, y que tenía cachorros a los que cuidar, que me sentía segura y protegida, que cumplía con mi deber y que mi compañero me abrigaba con su cuerpo por las noches y defendía nuestra guarida.

También creo recordar que una mañana me desperté y los cachorros se habían hecho adultos y buscaban nuevas manadas donde poder cazar, alimentarse y procrear. Sentí que mi pelo se había vuelto más gris, casi blanco, como si la luna hubiera dejado la impronta de sus ciclos sobre mis lomos.

Pero lo que más recuerdo de aquella otra vida es que un día mi compañero de caza encontró armas nuevas, armas que yo jamás había visto antes, y entonces encontró una nueva compañera de caza, una nueva guarida y se marchó para fundar otra familia donde yo no tenía cabida.

Antes de marcharse me atacó con una de sus nuevas armas, me abrió el pecho con la garra de la traición y cuando vió mi corazón que aún palpitaba buscando el soplo de la vida, me remató con la garra del abandono.

Y ahí me quedé yo, invisible en medio de una manada donde ya no tenía cabida, donde los otros lobos se reunían en círculos secretos para seguir aullando a la luna. Sentí que era una carga para todos ellos, y que a veces me miraban con ojos de lástima o que directamente me empujaban con sus hocicos hacia el camino para que me alejara de su vista.

Por eso empecé a caminar, sola y triste, husmeando el aire en busca de la luz de un instinto perdido que me dijera qué hacer o hacia dónde dirigirme, hasta que mis fuerzas se quebraron y quedé hundida en la fría cuneta en la que aún permanezco postrada.

En un instante de consciencia, por fin me doy cuenta de que ningún cazador vendrá a rescatarme, de que nadie osará penetrar en la oscuridad de mi guardia, en el frío de la tierra, o que ni tan siquiera será capaz de encontrar el camino que seguí, porque ni yo misma lo recuerdo.

Así que intento abrir mis ojos ya casi ciegos, y obligo a mi cuerpo a sentir por fin todo el dolor contenido. Todo en mí sufre, mi torso, mis patas, mi cuello, mis débiles ojos tanto tiempo cerrados, la cicatriz de mi pecho, que aún a veces supura y derrama sobre mi pelo gotas de cieno y de sangre.

Y por fin, desde hace mucho tiempo, mis fauces resecas se abren y lanzan el aullido más potente y desgarrador que jamás haya oído la noche maldita. Y empiezo a contarle a la luna todo lo que había callado, todo lo que había soportado, todo el dolor que no me había permitido sentir.

Y la luna también aúlla, y me rodea con su halo de plata, y siento que mi cabeza reposa sobre su preñez redonda mientras escucho su propio lamento de astro solitario, condenado durante ciclos y ciclos a germinar en su vientre la luz de su amado para nunca poder acurrucar entre sus valles la promesa de la vida. Me habla del sol, por el que suspira, y al que solo logra ver un breve momento antes de desaparecer.

Y entonces me besa, y siento su calor frío, y mis oídos empiezan a escuchar de nuevo los pequeños sonidos de la vida. Mis garras se extienden con un crujido doloroso, mi hocico empieza a percibir los olores del posible alimento, la sangre vuelve a circular por mi vientre, mi matriz se contrae un momento, como recordándome que su fruto sigue vivo, presente, y siempre necesitado de mí, como yo de él, por muchas estaciones que pasen, porque así es la ley de nuestro amor.

Mientras tanto, la mujer que yace en la misma cuneta siente todo el dolor de la loba herida en su cuerpo. En su corazón, el mismo veneno de la garra traidora, en sus pechos la vida que amamantó, en su alma, el mismo canto solitario. Coge la vieja maleta a la que tanto se aferraba, y con un grito desgarrador, la lanza al vacío, a las profundidades de la tierra. Ya no le importa si dentro queda algún sueño, o algún alimento rancio, solo sabe que tiene que liberarse de su peso maldito

Al caer al vacío, la maleta se abre, y como una caja de Pandora, lanza al magma de la tierra todas las maldiciones, las plagas y las armas de la iniquidad que la hirieron, y en ese mismo instante, la mujer y la loba se entrelazan en una solo alma.

La mujer desnuda se abriga con el cuerpo de la loba, horada la tierra con sus zarpas, evita el peligro con su instinto. La loba ve a través de los ojos de la mujer la salida de su prisión, y descubre sorprendida que posee la inteligencia necesaria para reconocer el camino de la libertad.

Así caminan ahora, loba y mujer. La vereda por la que transitan es un camino de tierra reseca y piedras cortantes. Sus cuerpos aún están maltrechos, pero siguen en pie.
Cada día descubren montañas que escalar, bifurcaciones sin sentido, peligros que sortear o afrontar. Pero también cada mañana encuentran nuevos manantiales, nuevos alimentos, y aunque siempre alerta, cada atardecer se acurrucan juntas y miran complacidas el guiño de la luna que lanza hambrienta su beso más apasionado al moribundo sol.

Algún día encontrarán nuevas manadas, o fundarán las suyas propias, quién sabe. Mientras tanto siguen aprendiendo, recuperando sus fuerzas, descubriendo nuevos lugares, porque ahora ya poseen el instinto y la sabiduría suficientes como para entender que son libres para elegir sus propios caminos y crear en ellos su propia existencia
Nereael07 de junio de 2012

6 Comentarios

  • Nereael

    Este texto es la continuación de "Ya no hay sueños que transportar". Es un "poquito-bastante" largo, pero espero que no se os haga pesado.

    07/06/12 07:06

  • Lumino

    Es algo extenso, pero se lee rápido. ¿Tanto se parecerán las mujeres a las lobas? Un saludo

    07/06/12 08:06

  • Libelle

    Me gusto mucho el texto la competición con los,lobos, muy bueno besos

    07/06/12 08:06

  • Libelle

    Luminooo yo que creia, que era un vidio tipo feliz rodrígez y es,la shakira jajaja

    07/06/12 08:06

  • Nereael

    jajajajja, pues si, Lumino, sobre todo cuando hay luna llena y sube la marea. O en el caso de Shakira, cuando se sube a los tacones.

    07/06/12 09:06

  • Beth

    Lumino...las mujeres somos lobas, ¿es que no lo sabes? Me ha encantado tu texto, tan lleno de verdad, y de tristeza. Sin embargo, a pesar de los pesares, me niego a ver la condición de hembra como algo maldito, por más que en ocasiones sea una pesada carga.

    Esto me hace recordar alguna poesía que yo escribí sobre una loba que iba de caza y todas esas vainas...

    08/06/12 12:06

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