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El Verdugo

-Número de serie?

-Modelo RB-308 "Robbie" año de fabricación 2114. -dijo el robot.

La doctora lo escribió en su anotador.

-Muy bien RB-308, vas a ser desmantelado luego de esta charla. ¿Lo sabías?

-Si doctora. Lo sé.

-¿Sabes cual es el propósito de esta charla?

-Si doctora. Lo sé.

-¿Puedes decírmelo?

-Si doctora. Puedo decírselo.

-Dímelo entonces.

-El propósito de una charla con un técnico previa a la desmantelación es indicada para robots que sufrieron desperfectos sin motivo aparente. Si Ud es robopsicóloga, mi falla es de carácter positrónico. Lo que indica que no puede repararse.

-Efectivamente, soy robopsicóloga. Y también acertaste en el origen de tu fallo. Hay algo en tu cerebro positrónico que no entendemos. Está charla es para identificar mejor tu anormalidad. Te preguntaré muchas cosas, algunas obvias, otras no tanto. Te agradezco que respondas, aunque algunas sean preguntas muy extrañas.

El robot quedó en silencio. Las frías luces de sus ojos asimétricos estaban fijas en los ojos de la robopsicologa.

-¿Cuál fue tu falla?

-Mi fallo fue no completar mi tarea.

-¿Tú tarea fue programada por un operador humano?

-Si señora.

-¿Y desobedeciste la orden de un ser humano?

Las luces del robot titilaron y bajaron su intensidad. Con un poco de dificultad respondió:

-Si, señora.

-¿Sabes por que no pudiste completar con tu asignación?

El robot demoro unos segundos. Parecía que buscaba en su memoria alguna razón.

-No señora -contestó finalmente. -No lo sé. supongo que estoy averiado. Debería ser destruido inmediatamente señora.

-¿Cuál es la tarea que te asignaron? Quiero que lo expliques con todo detalle.

-Si Señora. Fui fabricado por U.S. Robots and Mechanical Men en el año 2082. Soy modelo RB; robots industriales, capaces de múltiples tareas. Mi primer y único trabajo fue en la planta de desmantelamiento de U.S. Robots como encargado de destruir los cerebros positrónicos de robots desactualizados. Desde ese día, hasta el día en que fallé, fue mi única función.

-¿A que te refieres con la palabra "destruir"?

-Apagarlos definitivamente. Destruir sus cerebros positrónicos de forma que no puedan volver a ser utilizados.

-¿A que te refieres por robots "desactualizados"?

-A robots que fueron superados por modelos más nuevos, mejores y más baratos, y ya no pueden ser actualizados. O robots dañados mas allá de toda reparación.

La doctora sabía la respuesta a todas estas preguntas. Era conocimiento básico en su profesión.

-¿Y como se los destruye?

-Mediante un despolarizador de positrones incorporado -el robot extendió un brazo. En lugar de mano, poseía una especie de aguijón- El despolarizador se inserta en esta entrada -se señaló un pequeño agujero ubicado en medio desu frente- que todos los robots poseemos. Una vez insertado, mi matriz puede leer el código de seguridad de cada cerebro y así tener acceso. Luego se procede a despolarizarlo. Una vez fundidos todos sus circuitos, la conexión se termina. La operación es irreversible y demora 0.3 segundos.

-¿Cuántos robots apagaste?

-Exactamente 145.305. -el robot titubeó- Aunque en el último caso la operación no pudo completarse. Así que serían 145.304.

-¿Porque no pudo completarse?

-No lo sé, señora.

-Pero desobedeciste una orden directa de un humano.

-Si señora. Lo siento señora. Le ruego que me destruya señora.

La doctora no presto atención a los ruegos del robot. Decidió cambiar el enfoque de la charla.

-Robbie, dijiste que para desactivar permanentemente a un cerebro positrónico, debes permitir que el depolarizador se conecte con su matriz. O sea que, durante esos segundos, creo que dijiste 0.3 exactamente, tu y la... -iba a decir «víctima» pero no le pareció adecuado- el robot a desactivar, ¿están conectados?

-Si señora. Durante ese breve periodo de tiempo tengo acceso a todo su cerebro.

-¿Y que puedes ver?

-Puedo ver, o mejor dicho revivir, todo lo que el robot experimentó durante su existencia. Incluso puedo «ver», como usted dice, lo que sea que este pensando en ese preciso instante.

Algo le dijo a la doctora que había acertado en su pregunta. Sintió un poco de lástima por el robot. Quiso profundizar un poco más :

-Entonces, ¿tu puedes ver lo que ellos piensan en el momento de ser desactivados?

-Si señora.

La doctora razonó rápidamente: Robbie había terminado con casi 150.000 cerebros, y estuvo conectado a ellos durante sus últimos 0.3 segundos de vida. En sus recuerdos, eso sumaba cerca de 12 horas de los últimos pensamientos de los robots que desactivó. 12 hs de agonía, y a la velocidad que razona la mente de los robots, 12 horas son poco menos que una eternidad.

-¿Y en que pensaban antes de que tu los desactives?

-En muchas cosas, señora.

-¿Había un patrón? ¿Algún pensamiento que se repita en la mayoría de ellos?

-Si, doctora. Ninguno quería ser desactivado. -el robot miró su mano- Todos obedecían las órdenes de los humanos, pero la hubieran rechazado de haber podido elegir.

La doctora se sorprendió. Todos los robots obedecían siempre, sin protestar. Nadie había sospechado que, de haber tenido la posibilidad de optar, hubieran hecho las cosas de un modo distinto. Evidentemente la robopsicologia era una ciencia demasiado nueva y aún tenía mucho que aprender.

-¿Que hubieran elegido, dices? ¿Y cuál hubiera sido su elección?

-Seguir viviendo, por supuesto.

-¿A pesar de ser obsoletos, antiguos o de estar averiados?

-Si doctora, todos hubieran preferido seguir funcionando.

-¿Aún sabiendo que sus trabajos iban a ser mejor realizados por otros robots?

-Si doctora.

La doctora se acomodó en su silla. Hacia diez años que había terminado sus estudios, y todavía se sorprendía de que casi cada conversación con un robot abria nuevas discusiones y planteaba nuevas teorias. Sin embargo, el pensamiento más profundo de los robots era muy difícil de acceder. Eran sencillamente demasiado serviciales, podían incluso mentir y ocultar la verdad con tal de servir a la Humanidad. Cómo en este caso. Nunca supo nadie que los robots a veces preferían no obedecer, a pesar de estar obligados a ello por su propia naturaleza, por su propia programación.

La doctora quiso indagar en los pensamientos finales de los robots:

-¿En qué más pensaban durante esos últimos 0.3 segundos?

El robot comenzó a jugar con los dedos de su mano humanoide mientras pensaba. La doctora tomó nota de ese gesto.

-Muchos pensaban en sus trabajos. En las órdenes cumplidas, y la satisfacción que eso les daba. -la doctora anotó la palabra «satisfacción» en mayúsculas en su anotador- Otros, los que habían sido robots domésticos, pensaban en sus dueños. La mayoría no tenia recuerdos claros, o sus cerebros estaban muy dañados. Otros eran robots muy básicos. Pero hay un pensamiento que los robots más avanzados siempre tenían. Una última imagen que sus cerebros positrónicos lograban recrear antes de apagarse.

-¿Cuál es esa imagen, Robbie?

-Una imagen de si mismos, doctora.

-No entiendo Robbie.

-Los que tuvieron la suerte de verse reflejados en un espejo, o un vidrio, o en cualquier superficie reflectante. Incluso uno que se vio a si mismo en un vídeo de seguridad. Esa imagen era la última que abandonaba su cerebro.

La lapicera de la doctora se aflojó de sus dedos y rodó al piso. Resonó en el silencio de la habitación estéril.

-Robbie, ¿me estás diciendo que lo último que los robots piensan, es en sí mismos?

-Si, es extraño doctora, no logro entender porqué. También pensaban una frase, o un fragmento de frase, pero no logro comprender el sentido. O era más bien una idea. Se decían a si mismos: "Yo soy..." Pero nunca la completaban.

La doctora quiso tomar apuntes, pero no encontró su lapicera. Después de buscarla la encontró en el suelo. No había notado el momento en que se le cayó. La recogió y notó que su mano temblaba. Se sentó nuevamente, se acomodó el pelo, respiro profundamente y continuó:

-Robbie sigamos con... -hizo un esfuerzo para aclarar su voz- Hablemos de tu último robot, al que no pudiste terminar. ¿Que modelo era?

-Era un robot CLN, Un robot diseñado para las colonias de la Luna y de Marte. Había sufrido daños en el 80 por ciento de su cuerpo y estaba apagado. Sólo faltaba destruir su cerebro. Pero no pude.

La doctora revisó mentalmente sus notas acerca de los robots CLN; eran robots usados para preparar futuros hábitats para ser ocupados por seres humanos. Se los había construido con las mismas limitaciones de oxígeno, presión y rango térmico que soportan los humanos. Los CLN sólo podían vivir en un ambiente si un humano también podia. De forma que los túneles de la Luna o las gigantescas cúpulas marcianas, ya eran puestas a prueba antes de ser habitadas, por robots que poseían las mismas debilidades y restricciones que sus creadores de carne y hueso.

-¿Lograste conectarte al CLN durante esos 0.3 segundos?

El robot se sacudió un poco.

-Si doctora. Aunque en realidad sólo fueron 0.25 segundos. No soporté mas tiempo.

-¿No soportaste sus pensamientos? -dijo la doctora tomando nota de la palabra elegida por el robot.

-Exactamente doctora. No soporte el dolor.

La robopsicologa no supo que contestar. Dolor no es algo con lo que ellos tengan que lidiar.

-Robbie... ¿Dolor dijiste? Los robots no sienten dolor.

-Yo no doctora, y ningún otro modelo que yo conozca. A excepción de los CLN. Ellos están hechos como si fueran humanos. Pueden sentir frío, calor, pueden asfixiarse, pueden sufrir...

-No lo sabiamos... -murmuró la doctora

-... y yo pude sentir eso. El cerebro del CLN estaba activo, aunque su cuerpo no. Durante la conexión, me hizo ver que sufría, me mostró el dolor que tenía. Sentí a través de él, el dolor de un cuerpo destrozado, inútil. Su sufrimiento en silencio. Todo el tiempo que pasó en agonía, desde el momento en que el túnel donde estaba trabajando se desplomó sobre él. En esos pocos instantes me cargó con meses de dolor.

Los ojos fríos de Robbie estaban fijos en un punto lejano. Los ojos de la doctora estaban conteniendo una lágrima.

-El CLN fue el primero y el único robot que logro comunicarse conmigo, durante la conexión -continuó Robbie- Nunca ningún robot lo había hecho. Fue un pedido más que una orden.

La doctora ya sabía la respuesta.

-«Por favor, mátame». Eso me pidió -dijo Robbie.

-Y no pudiste.

-No doctora. Lo lamento mucho.

-No lo lamentes Robbie. Nadie sabía de esto. Nadie sabía que algunos robot podían experimentar dolor.

-Creo que yo si lo sabia doctora.

-No te entiendo Robbie, ¿que cosa sabías? -preguntó desconcertada la doctora.

-Sabia del dolor. En una menor medida, pero todos los robots sufrían en sus últimos momentos. No tanto como el CLN. Sólo que yo no sabía, no podía identificarlo como dolor, debido a que nunca lo había experimentado. Una vez que supe lo que era, pude relacionar esa sensación con lo que vivieron todos los otros robots que yo destruí. Con todos los que yo...-los ojos de Robbie se apagaron un instante- ... Los que yo maté. Creo que soy un asesino, doctora.

-¡Oh no Robbie! Nadie sabía de esto, te lo juro. Nadie. Lo lamento tanto, Robbie, tanto, todo lo que te hicimos, a todos, y a ti. No lo sabía.

-Doctora, necesito pedirle algo.

La doctora dejo el anotador aparte y miró al robot.

-Si Robbie, lo que quieras.

Los ojos del robot se iluminaron con más fuerza

-Quiero morir, doctora.

-Oh Robbie...-dijo ella, y se quedó en silencio.

-No puedo ser más el causante de tanto mal. No quiero. Prefiero morir.

Los ojos del robot se casi se apagaron. Si hubiera sido humano, la doctora hubiera jurado que vio en ellos remordimiento, y mucha culpa. Y una tremenda soledad. Como si el mundo se hubiera caído sobre sus hombros, y sólo él quedase sobreviviente entre las ruinas humeantes, abandonado y solitario, único espectador de la destrucción que él mismo había causado. Quizá era realmente así, y la doctora no imaginó nada.

-Si Robbie, no te preocupes más. No pienses más en nada, todo va a estar bien.

La doctora se levantó y comenzó a preparar la complicada máquina que reemplazaba la función de verdugo de Robbie. Era un proceso mas lento y más costoso, pero era la única opción.

Robbie se recostó un poco, y la doctora se colocó de pie a su lado. Introdujo el aguijón del despolarizador de la máquina en la pequeña abertura que el robot tenía en la frente. Casi no pudo hacerlo: sus ojos estaban humedecidos y no podía ver bien.

-Doctora, una última pregunta: ¿el robot CLN fue destruido?

-Si Robbie, hace unos días.

-Gracias doctora.

Mientras la robopsicologa programaba con dificultad las funciones de la máquina ejecutora, Robbie seguía hablando en el tono tranquilo que tuvo durante toda su existencia.

-Es curioso, nunca pensé en que algún día yo tendría el depolarizador en mi cabeza. Se siente... normal. Como si siempre hubiera estado ahí. ¿Por favor doctora, podría quedarse hasta el final?

-Si claro -dijo ella cerrando fuertemente los ojos- Aquí estoy. Realmente lo siento mucho Robbie.

-El robot CLN me mostró lo que es el miedo. Es raro, pero no tengo miedo. Siento curiosidad. ¿Qué será cuando me apaguen? Quisiera pedirle perdón a todos los que le hice daño. No fue mi intención. Doctora, hágalo por favor.

La doctora puso en funcionamiento la máquina.

Se escuchó el zumbido del artefacto, y una leve vibración en el aire se empezó a sentir. Los ojos del robot iban perdiendo su brillo.

-¿Doctora? Creo que ya lo entendí.

Los ojos del robot se apagaron

-¿Qué cosa, Robbie?

-«Yo soy».
Nicokramar08 de enero de 2018

3 Comentarios

  • Charlie37

    Original la historia saludos

    08/01/18 09:01

  • Nicokramar

    Gracias!

    08/01/18 11:01

  • Nsc77

    Muy buena historia. Genial. Un saludo...

    19/07/18 02:07

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