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Densidad Hecha Aliento

Tumbado en aquel rasgado sillón de color café, con las pupilas midriáticas, con la mirada absorta, con la saliva escurriéndose de entre mis dietes, con mis dedos apaciguados que se enroscan alrededor de un vaso de vidrio abarrotado en brandy. Con los pantalones de color vino desdibujando el verde de mi camisa desbotonada, con mi pecho caliente y rojizo asqueado del olor a alcohol. Con mis fosas nasales adormecidas entre los vapores infames de la inmundicia, con la luz como compañera escueta que surge ruidosamente de aquel bombillo que cuelga en medio de los cables corroídos. Poco a poco de entre mis venas brotaba aquel sediento e imperfecto aroma a tierra, a gris. Mis labios con su silueta desfigurada se curveaban hacia un lado, mientras que aquellos lentes color verde, se mantenían firmes en el ángulo de mi nariz. Delicada efervescencia.

De la ventana surgía la imagen exterior desolada, grisácea, seca, despavorida, sedienta, de un desierto dejado a la diestra de Dios y vulnerable antes las desidias del destino. De él brotaban plantas marchitas envueltas en una capa de suciedad más parecida a la soledad, que al aliento humano que alguna vez paseó entre las zanjas inocuas de aquel pueril sembradío. Bestias que se acobijan entre el frío soplido del viento, y los rayos sin forma alguna, que se cuelan de entre las nubes grises. Soledad y agonía, es lo que se respira en aquel desolado paisaje, en aquel intrincado terreno. Más parecido a la irrealidad de mi mente que a la verdadera esencia del hombre.

Surgieron noticias de que todo había sido esfumado, de que todo se había evaporado con aquella nube rojiza que ascendió hasta los cielos. Escuetas leyendas se fueron escribiendo de aquel suceso amargo que marcó la historia de una vida y terminó la de muchas otras. Un sonido, una ráfaga, un calor, un vapor, un amarillento destello que silenció la marca humana y la escupió de este mundo. Cuerpos que antes albergaban almas, ahora se encontraban transformados en simples moléculas, en simple tintes negruzcos, en simples trazos sin forma sobre las sombras. Ni siquiera la muerte se balanceaba entre aquel paisaje, ni la vida, ni la zozobra.

Me levanté lentamente del sillón, y moví mi pesado cuerpo en contra de la gravedad que me aplastaba. Mis pasos se fueron escudriñando dentro de tanta uniformidad. Dejé caer el vaso de vidrio, y de éste se desprendió, de forma grotesca, un sonido sordo al chocar contra la alfombra mugrienta y llena de polvo que tapizaba el piso. El ventilador de tres aspas que guindaba del techo, seguía moviéndose inocuamente, haciendo caso omiso de mi humanidad y de la poca alma que me quedaba.

- Heme aquí infinito aroma, heme aquí acabado, arrastrándome ante mis delirios, heme aquí derrotado y asqueroso ante tus imperfecciones, heme aquí expuesto con mis heridas al aire, sangrando eufemismos y gritando ante el espacio tiempo lo atormentada que se encuentra esta alma, heme aquí virando en dirección contraria y yéndome directamente hacia la nada y hacia el vacío; heme aquí cansado y agonizando de las mismas y escuálidas visiones de mi supuesta perfección, de mi plástica existencia, de mi blanquecina moral; heme aquí con el corazón abierto hecho cenizas, hecho miseria, hecho conformismo. Encaminado hacia mi propia autodestrucción, grito ante ti. Suplico ante los minutos que convergen en esta realidad alterna y me condenan a seguir viviendo, a seguir siendo esclavo de mis secretos, a seguir siendo la nada entre el todo. Heme aquí abatido ante mi reflejo y asqueado de mi pasado y mi verdadero presente. Deseando y rogando que mi poca fe en mi mismo, algún día escriba mi destino y encamine mi imperfección ante un oscuro tren que se vaya un día y jamás regrese por estos lares.

Me caí, y rasgué mi codo con la mesa de noche que tenía enfrente, mi cara pegó contra el piso, y de mis labios surgió un hilo de sangre que se mezcló con la saliva y dio origen a mis más viscerales sentimientos.

- ¿Por qué ha de ser yo el único ser en la faz de la tierra que terminó de pie, ante tanta desolación y muerte? ¿Por qué he sido yo el único ser humano que se arrastra entre la polvorienta realidad de un mundo sin vida? ¿Por qué he sido el único sobreviviente de esta catástrofe, mientras que la bondad y la alegría fueron apuñaleadas por aquel rayo de luz sin dirección alguna? ¿Por qué ha sido esta corroída alma el elegido entre tanta gente? Me pregunto, y no hayo respuesta alguna.

Unidimensional analogía que se abate dentro de la mente de aquel delirante cerebro, oscuridad sin forma que pasea plácidamente entre las intrincadas formas del destino, aliento grisáceo que zigzaguea entre las locuras de la mente y el olor a podredumbre inminente. Deseos van, deseos vienen.

Mientras que en aquella solitaria habitación, me encontraba yo tirado sobre aquel tapete mugriento bañado en saliva y sangre. Y de afuera llegaba el olor radioactivo de una soledad perpetua que aunque no dibujé yo mismo, fue lo más parecido a la verdadera realidad de mi mente.


Nigth1427 de marzo de 2013

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