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El Fotógrafo (1° Parte)

Cuando él tosió, vio que su pañuelo dibujaba un pequeño camino de sangre sobre ella. Ahí supo que todo había terminado.

Era el 3 de abril de 1984, el frío invernal que azotaba la ciudad de Manhattan, era de tal magnitud, que habían declarado a la región en estado de alerta.

El frío viento rasgaba los vidrios de las ventanas, tratando de poder entrar así a las casas, para mantener el calor esfumado y desparecer el aliento humano en un frío vacío e inhóspito.

Su nombre era Pedro.

Pedro era un hombre de mediana edad, tenía el cabello liso, era alto, muy bien parecido, tenía la cara larga (como la de un caballo para ser sincero), sin embargo sus ojos verdes botella los hacían contrastar con la mirada penetrante que siempre tenía, más que todo durante las clases de álgebra. Era un sabelotodo, de eso no había la menor duda.

Sus gustos exquisitos y el acento francés aprendido que adquirió durante largas horas en un curso de idiomas por cassette, lo habían transformado en el único ser de su vecindario que hablaba dos idiomas. Era perfecto, de eso no había la menor duda.

No era un hombre de grandes talentos, yo diría que era un personaje aprendido y perfeccionado con el paso del tiempo, todo, absolutamente todo, era procesado. Yo me daba cuenta. Sin embargo no decía nada al respecto.

Con las mujeres no era gran cosa, su físico extraordinario (aprendido, no heredado) lo hacían una persona especial, sin embargo su timidez envuelta en una falsa valentía lo convertían en un hombre solitario que escapaba por las noches al cine a ver películas pornos. Eso si me daba risa, verlo correr entre las calles como un ser necesitado de sexo, supongo que duraba 10 minutos en el cine, se masturbaba, acababa, y luego salía como si nada. Todo un personaje.

Yo me convertí en el cazador de víctimas (así me autoproclamaba), que vigilaba cada esquina en busca de un corazón triste y una vida solitaria. No se por qué motivo y razón, el tan sólo hecho de salir de la realidad por un minuto me hacía completamente feliz. Así que mi escasez de una rutina, lo llenaba con el inmenso vacío de los otros.

- me llamo Marco y quiero llenar mi vacío con tu vida (le dije esa tarde de verano frente al campus de la universidad).


Él no contestó, quedó en silencio, sorprendido ante mi revelación. No movió sus labios y volteó la cabeza en otra dirección.

- ¿te he incomodado? (le dije), no era mi intención, sólo quiero…hablar y conocerte.
- No soy gay (me dijo)

Reí descaradamente.

- pero si es que yo no te estoy coqueteando (le dije) sólo quiero verte, observarte, detallarte y así poder llenar mi vacío diario. Tal vez te imagine desnudo, pero tranquilo no soy homosexual…no que yo sepa.
- Lo siento, no sé lo que hablas…
- Es sencillo, sólo sigue tu rutina y yo llenaré la mía con tus fotos.

No sucedió nada. Así que tomé la decisión por mi propia cuenta.


Decidí anotar en una pequeña libreta (azul con rojo) cada uno de los pasos que marcaban sus días.

Se levanta.
Se cepilla
Se peina el cabello.
Se masturba viendo una porno.
Luego va, se limpia el semen de la mano.
Se viste.
Desayuna (huevos fritos con tostadas)
Se ve al espejo.
Llama a su novia:

“- hola mi amor, ¿como estás? ¿Como has amanecido?
- bien Pedro, gracias ayer estuve pensando en ti
- ¿en serio?, yo también estuve pensando en ti.
- Si, en serio, quiero verte
- Yo también.
- Te extraño baby…
- Yo te amo mi amor “

Se masturba de nuevo (esta vez en silencio y sin porno)
Y se va a la universidad.

Todos los días cumplía a cabalidad esta rutina. Entre las 6 y 8 de la mañana.

Luego de tomarme un capuccino, frente a la cafetería del campus, leía el periódico. Siempre me parecían las noticias más insípidas en todo el mundo. Sin embargo las leía.

Mientras mi objeto de investigación (así llamaba al pobre Pedro), luchaba cerradamente con su ego de macho vernáculo y la inteligencia aprendida de su cerebro, para impresionar a una muchacha rubia llamada Jade.

Jade, era una muchacha de 23 años de edad, era de mediana estatura, su cabello rubio era liso (le llegaba a los hombros), era una mujer blanca con una sonrisa resplandeciente. Utilizaba lentes de pasta negra. Siempre llevaba los libros sujetados entre los dos brazos y siempre escuchaba las estúpidas historias de Pedro. El estudiante de álgebra.
Nigth1407 de abril de 2009
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