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Relato de Recuerdos Frívolos (1/3)

Recuerdo claramente la noche en la que entré a su cuarto. Mis pisadas retumbaban entre el silencio que acobijaban aquellas blanquecinas paredes; mi aliento se fundía con el frío que emanaba del piso. Eran las 7 de la noche, y aún en el cielo se dibujaban tenues figuras rojizas que se entremezclaban con formas indefinidas que trazaban las nubes, aún quedaban dispersos rastros de aquel atardecer.

- Pasa, siéntate donde gustes (me dijo)
- Preferiría quedarme de pie, gracias (le contesté)

Me miró de reojo, y me dijo:

- Como quieras no te obligaré, son tus decisiones.

Su voz retumbaba entre las esquinas de aquel dormitorio, en la pared de enfrente se encontraba un amplio ventanal, en ese momento estaba cerrado pues pude divisar como el frío se adhería fuertemente al vidrio.

- En tu cuarto hace mucho frío (le dije)
- Ha estado en peores situaciones (me contestó, sin darle mucho crédito a mis palabras)
- ¿Tienes mucho tiempo acá? (pregunté)
- Lo necesario (me dijo)

La conversación fue breve, tenaz, cortante, afilada, se podían palpar los dos polos opuestos que se disfrazaban detrás de las palabras, se podía establecer una línea divisoria entre vocal y vocal, frase tras frase, oración tras oración. Todo esto, combinaba perfectamente con el frío amenazante que iba surgiendo de entre los callejones y plazas, de entre las cañerías, de entre los grifos, de entre los escondrijos de esta ciudad, de entre las simples sábanas de aquella cama que se encontraba al fondo y a la derecha de aquella habitación.

- ¿No te molesta que coma en tu presencia?, la verdad no he tenido tiempo de almorzar en todo el día de hoy, he estado sumamente ocupada. (me dijo en un tono de voz más inherente que preocupado)
- No, no te molestes tranquila, come.

Se acercó a la nevera que estaba en un rincón, sacó de allí una bolsa plástica de color verde con gruesas rayas blancas (la cual llevaba dentro de ésta, una especie de recipiente rectangular). Tomó un vaso de vidrio, y lo llenó de agua hasta el borde. Caliente, se veía que el agua estaba caliente.

- ¡Maldito refrigerador, ya se está descomponiendo! ( dijo )

Se sentó en una pequeña mesa de madera desquebrajada que había en aquella habitación, abrió el recipiente, miró la comida con desdén, y prosiguió a metérsela a su boca.

Admito que el olor a frío sin calentar, se adhirió a mis fosas nasales. Sentí náuseas.

Pasaron aproximadamente 20 minutos, en donde el silencio fue el único ser que danzaba en aquel cuarto, el frío poco a poco se iba revolcando entre los minutos, podía sentir como la indiferencia se acobijaba con la soledad que desprendían aquellas paredes. El olor frenético a inquietud fue adentrándose de entre mis manos, sentí como mis párpados se volvían rígidos y mis pupilas se resquebrajaban.

- ¿Te has enamorado? (le pregunté)

Ella levantó su mirada, y me observó asombrada.

- ¿Por qué la pregunta?
- No sé, me ha entrado curiosidad
- Creo que es algo muy difícil de conceptuar, y menos con alguien que apenas conozco
- Ciertamente, pero si nos acostaremos pues me gustaría saber si te has enamorado antes

Mi voz comenzó a temblar, el frío se adentró en mi abdomen. Sentí náuseas nuevamente.

Ella sonrió

- Precisamente por ese motivo, resulta inútil hablar de amores con alguien que sólo tendrá cabida en tu vida un par de minutos (dijo ella)
- Tengo curiosidad
- De la curiosidad murió el gato
- ¿Tienes tanto miedo a responderme?
- ¿Miedo? No lo llamaría miedo, diría que es pánico
- ¿Pánico a qué?
- A esto, a la confrontación
- ¿Confrontación con alguien más, o contigo misma?

El silencio nuevamente se apoderó del lugar, su mirada se volvió frívola.

- Quizás conmigo misma, muchas veces al ser humano le da miedo, pánico, pavor observar el pasado, observar el camino que ha emprendido, te da miedo encontrarte nuevamente con los errores que se adhieren a tu vivencia

- ¿Tan nefasta ha sido la tuya?
- ¿No deberías ir quitándote el pantalón? (me dijo secamente)
- ¿Eso quieres?
- Eso es lo único que deseo, por ese motivo te traje acá
- Las palabras están de más entonces
- Exactamente, procura dejarme comer en paz, mientras se erecta tu pene, es lo más justo
- Sí, lo es

Y me callé. Podía escuchar el sonido de las arrugas de mi pantalón como se iban agregando al ambiente sórdido que me rodeaba, los cubiertos de plásticos rasgando el último pedazo de pollo que quedaba en recipiente, el halo frío que discurría entre la ventana, el sólido viento que iba deslizándose poco a poco por debajo de la puerta.

A los diez minutos ella se desnudó, sin hacer esfuerzo. Simplemente se desabrochó el sostén, haló su vestido y bajó sus panties sin pudor alguno, no parpadeó. Observé cómo sus pezones estaban erectos, y como sus curvas desdibujaban el ambiente.

Y en ese instante, las vi.
Nigth1406 de septiembre de 2012

4 Comentarios

  • Kafkizoid1

    Whatdafaq! por qué alguien querría acostarse con una mujer tan odiosa jejeje.

    Fuera de eso, el frío polar, la confrontación y las náuseas me llamaron la atención.

    Saludos!

    06/09/12 04:09

  • Nigth14

    Gracias por leer el texto

    06/09/12 08:09

  • Anton

    Buen texto. ¿Para cuando el 2/3? Un saludo.

    08/09/12 04:09

  • Nigth14

    ya está publicado hehe saludos

    10/09/12 09:09

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