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Relato de Recuerdos Frívolos (3/3). Final

- ¿cómo te atreves a decirme eso? , ¿cómo te atreves a despertar nuevamente a mis hormonas, a mis sentimientos, a mis escalofríos?
- Porque es la pura verdad, es lo que yo he visto en el poco tiempo que te he conocido
- ¿No te basta con tirarme a la cara las vergüenzas que escondo?

Ella siguió llorando desmesuradamente ahí en medio de la habitación. Yo me quedé de pié. Me vestí nuevamente y me senté en un sillón que había a mi izquierda. Miré a mi alrededor y pude ver los rostros de la infinidad de hombres que habían pasado por aquel cuarto, a mis fosas nasales llegaron los olores que éstos desprendieron, las palabras que dijeron, las frases falsas que se fueron adhiriendo a cada objeto que se encontraba en aquella habitación. En el fondo sólo se escuchaba, por encima de todo ruido externo, el llanto de ella.

- Encenderé un cigarrillo (le dije)
- No, no permito que nadie encienda cigarrillos en mi cuarto, temo de que la poca moral que aún me queda, se evapore junto con el humo del mismo.

Desistí de la idea.

Los minutos iban pasando, y las efervescentes imágenes se iban mezclando unas con otras, haciendo que el ambiente se volviera pesado, inaudible y hasta anaeróbico.

Ella se levantó del piso, y se dirigió hacia la puerta del baño.

- Eres libre de irte cuando gustes (me dijo)

Y cerró la puerta tras ella.

Yo desde donde estaba sentado, podía seguir oyendo el llanto de ella, podía escuchar como el agua de la tina iba poco a poco resbalando por todo su cuerpo, como el jabón iba lamiendo su piel y como el grifo iba enjuagando sus lágrimas, una a una.

Mi mente divagó y junto con ella, mis pasos. Me acerqué hasta donde estaba, y con el simple sonido de mi respiración, tomé una esponja y empecé a frotarla sobre su espalda; fui moviendo mis manos delicadamente en forma circular, fui rozando su tersa piel, mis huellas dactilares iban bailando al compás de su respiración. Nadie habló, nadie emitió palabra alguna, sólo se escuchaba el sonido del agua al desparramarse sobre la piel de ella.

Y fueron desapareciendo sus cicatrices, observé como el agua se iba tiñendo de múltiples colores: azul, púrpura, verde. Las letras se iban borrando de su piel, y sólo dejaban una estela de tinta disuelta por el jabón.

Los sentimientos se fueron encontrando, y se unieron en una sóla mezcla, se fueron fundiendo y poco a poco surgían de entre las paredes, nos envolvían en una tela radiante en donde el silencio se fue volviendo nuestro cómplice. Las palabras sobraban, sólo los gestos iban conduciendo nuestros múltiples latidos. No sé si eso fue amor, compasión o pena, o tal vez fue un retazo de cada uno de ellos.

Sus labios carmesí contrastaban con su cabello, y sus ojos azules me miraban fijamente, sus pómulos descasaban sobre su rodilla. Y una sonrisa que apareció de repente fue el detonante de mi taquicardia repentina.

- Me llamo Alicia (mucho gusto)
- Marco, el gusto es mío ( respondí con una sonrisa)

El frío descomunal que ahora se había esparcido por toda la ciudad, en ese momento se mantuvo al margen de nuestras miradas y nuestras caricias, el olor a lavanda fue invadiendo cada rincón de nuestro cuerpo; en ese momento sentí, que me había enamorado de una extraña.

Al momento que escribo este relato, me encuentro encerrado en mi habitación. Desde acá se pueden escuchar las cornetas de los carros, el desenfreno de la gente, la avives de las palomas y los gritos continuos y frenéticos de los comerciantes, puedo oler el monóxido de carbono y el azufre que expele la calle. Desde acá, puedo observarla fijamente a través de la ventana del segundo piso, los rayos del sol pegan en mi cara y entrecierro mis párpados. Ella se encuentra esperando un bus.

Y volteó en dirección a mi apartamento, yo me escondí entre las cortinas. Supo inmediatamente quien era el que la veía, y sintió una ráfaga de satisfacción al saber que era la dueña de mis incansables insomnios y de mis desmesuradas pasiones, de mis silencios, de mis ilusiones. Sonrió y abordó el bus.

Recuerdo aún aquella vez, como nos conocimos fortuitamente al cruzar la calle, y nos quedamos mirándonos uno al otro, como la deseé con mi mirada y ella como se regocijó en mi frenético estado machista. Recuerdo como me le acerqué y la invité un café, y como ella se sonrojó tal cual como lo había planeado.
Nigth1410 de septiembre de 2012

2 Comentarios

  • Elmalevolico

    Servicio? Un concepto que se puede llevar a lo más extenso de la palabra, y como resultado de este se presenta el amor... tal vez más allá del instinto y la necesidad de querer... un amor sincero...

    Saludos...

    11/09/12 05:09

  • Nigth14

    Quizás porque es precisamente el amor el que el ser humano necesita verdaderamente. Este es el verdadero motor de todos los sentimientos y acciones del hombre.

    Gracias por leerme Malevolico fue un placer recibir tus críticas

    11/09/12 07:09

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