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Una Sombra Evanescente (3/3)

Mas por asombro que por miedo al despertar de este transe del perro infernal de un salto retrocedí. Durante toda mi vida en mi mente o con palabras hablar a un perro jamás oí. Nuevamente con mi boca o con el pensamiento al perro pregunté. Mas preparado no estaba para la respuesta que escuché. Con esas palabras asombrarme intentas, mas ya miedo dentro de mi provocar no podrás. Un limite de miedo y horror mi alma y mi mente poseen, así que pierdes tu tiempo horrible bestia infernal. Qué es lo que quieres, por qué has venido hasta mi esta mágica noche envolviéndolo todo con un aire fantasmal. He venido por ti estúpido mortal, he venido por lo que guarda tu efímero cuerpo carnal. Deseo llevarme lo único que de ti puede pasar al reino de lo inmortal. Para llevarte mas allá de los limites de la tenue oscuridad del mundo inmaterial. Atraparte para siempre en la oscuridad profunda al otro lado del reino espiritual. Quien eres bestia infernal, por qué al éxtasis que esta mágica noche me producía interrumpir te has atrevido. De donde vienes, dime cosa inmunda, de qué oscuro y fétido lugar has venido. Soy lo que sale de tu alucinada mente en las noches en que tu imaginación embriagada. Sueña con las delirantes y extrañas formas que la noche ofrece extasiada. Soy la sombra que se encuentra al límite de tus más sombríos sueños. La oscuridad que atrapada en lo más profundo de tu mente. Se fuga aprovechando que al alucinar en ella quedan espacios vacíos. Por lo que a través de ellos me escurro fuera de ti sigilosamente. Verme salir de ti nunca puedes porque sumido en tu éxtasis te encuentras perdidamente. Una vez fuera de la prisión de tu subconsciente desaparezco debido a mi naturaleza evanescente. Como si fuesen trozos de hielo que cortasen mi piel dejando expuesta mi carne al dolor. Así fueron las palabras que este ser del inframundo me dijo provocándome sentimientos más allá del terror. Infinito como la oscuridad que cubre la tierra durante las noches sin luna, así era. El miedo indescriptible que al esas palabras escuchar, de ellas mi alma se sintió prisionera. He aquí que como si la respiración me faltase, sentí que de mi cuerpo la energía vital se fugase. Cayendo al suelo boca arriba, inmóvil mi cuerpo sobre la tierra del bosque yacía. Entonces como un depredador que reclama su presa, el perro negro posó sus rojos ojos. Sobre los míos, observando con perverso placer como de mi cuerpo la vida lentamente salía. Intenso como nunca antes el frió más aún sentí, mientras sobre mi seguían posados los etéreos ojos. Ligero como una hoja que es levantada por el viento, así me sentí. Más fue sólo por un instante que en este apacible estado incorpóreo viví. Pues pronto rodeado por la oscuridad eterna me vi. Ahora mi alma se desligaba de sus ataduras corpóreas y pasaba a la forma evanescente. Y el perro negro sublimándose se trasformo en un vapor oscuro que parecía exhalado de las profundidades de la noche silente. Ahora él y yo somos uno, atrapados en la oscuridad eterna al otro lado del plano inmaterial. Describir este lugar imposible me es para un habitante del mundo material. Sólo puedo decirles que ni en sus más oscuras pesadillas lo podrán jamás imaginar. Un espectro que mora en las lúgubres noches es lo que ahora soy. Una sombra informe que teme a la luz, pues al verla se vuelve evanescente. Y atrapado en este tétrico y perverso estado estaré por siempre.
Noctambulus09 de abril de 2012

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