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Érase una Vez... un Sueño Imposible

Habían pasado tres meses. El viento gélido de febrero barría las dársenas de la estación de autobuses arrastrando los recuerdos de aquel lejano encuentro mientras ella se echaba el aliento sobre las manos en un vano intento por caldearlas.

Cerró los ojos un instante, perdiéndose en la intensidad de unas memorias que sentía tan vividas como si acabaran de ocurrir. Hacía tres meses que había subido a un autobús en aquella misma estación, con la intención de pasar unos días lejos de todo. Así la había convencido él: “Dedícate unos días a ti misma, deja de pensar, deja de culparte y disfruta un poco de la vida”. ¿Qué mejor lugar para perderse que encontrarse en buena compañía?

No lo había dudado. Había comprado los billetes y antes de darse cuenta se encontraba rumbo a una región en la que nunca había estado: el propio trayecto tomó tintes metafóricos mientras por la ventanilla veía los paisajes conocidos de su tierra quedar atrás a medida que otros desconocidos y radiantes se presentaban ante sus ojos. Así era la vida, ¿no? Un continuo viaje, de lo más alto a la más profunda oscuridad y vuelta a empezar.

Cuando llegó, él estaba allí para recibirla, con una media sonrisa y un abrazo dispuesto. Notó que el calor de aquel gesto le llegaba al alma aunque venía arrastrando el frío de su verde Asturias dentro de sí.

- Bienvenida a casa –dijo él, y ella sonrió.
Las palabras resultaron ser ciertas. Durante los cuatro días que pasó paseando, conociendo, saboreando y, sobre todo, riendo, se sintió como en su hogar. Habría dado cualquier cosa por alargar su estancia un poco más, tal vez para siempre. Pero la última noche llegó, como cabía esperar, sin atender a sus deseos.

Sus miradas cómplices en la tibia oscuridad, en el silencio que precedía a la despedida, desataron en ambos una necesidad profunda, arraigada pero celosamente oculta en sus corazones, y dejaron que hablaran sus labios, sin palabras. Sus manos se perdieron y se encontraron en el mapa de sus cuerpos hasta que las estrellas, pudorosas, se ocultaron en los rayos de sol. Y el vacío al comprender la imposibilidad de continuar con aquel sueño cayó entre ambos como una losa.

- ¿Crees en las relaciones a distancia? –preguntó él y ella sacudió la cabeza. Creer y desear eran términos demasiado alejados en su mente.

- Ven a verme. No tiene por qué ser inmediatamente. Ni siquiera dentro de un mes. Cuando sea, cuando puedas o quieras, ven a buscarme. Si por entonces seguimos sintiendo lo mismo… Hallaremos el modo de que la distancia no exista para nosotros –dijo ella, sintiendo que el corazón le latía con una violencia casi dolorosa.

Habían pasado tres meses. El viento gélido de febrero barría las dársenas de la estación de autobuses arrastrando los recuerdos de aquel lejano encuentro que seguía provocando una dulce calidez en su pecho.

La megafonía rompió con su estridencia electrónica el silencio de la mañana anunciando la llegada del autobús y se puso en pie. No tuvo que esperar demasiado: le vio descender del vehículo y le temblaron las piernas, al tiempo que amagaba un acercamiento. Sin saber qué hacer, esperó hasta que sus miradas volvieron a encontrarse y él esbozó aquella media sonrisa.

Entonces cedió; corrió a sus brazos, rodeando sus hombros mientras él la alzaba del suelo, y sus labios se unieron, en un beso cargado de apasionada ansiedad, de esperanza y alivio.
Nukh03 de julio de 2014

2 Comentarios

  • Amparoiglesias

    Estoy totalmente fascinada por tu escrito, hay una frase en concreto, que se ha quedado conmigo: ''¿Qué mejor lugar para perderse que encontrarse en buena compañía?''

    La verdad es que en general, tiene frases cautivadoras, y eso se sabe porque las pupilas van a prisa por las líneas, y releen y releen y releen, y se abren los ojos de par en par cuando topas con algo que consigue cautivarte el doble.

    A parte de dentro de él, hay una gama de sentimientos: el poema empieza siendo algo frío, gélido, casi sentí de nuevo la vuelta del invierno, al menos por el corazón, y conforme desciende, se vuelve caluroso, acogedor y reconfortante, y de repente el corazón se halla en pleno verano.

    Felicidades, de veras.
    Amparo.

    11/07/14 09:07

  • Voltereta

    Que bonito es el reencuentro y si es en valles verdes asturianos, ni te cuento. La verdad es que eres una escritora con todas las letras, manejas las letras con una efectividad, que ya quisieran para si muchos escritores de renombre.

    La verdad es que encuentro un auténtico placer, leyendo tus textos.

    Un saludo.

    12/07/14 11:07

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