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Diario de un Desquiciado

Diario De un Desquiciado (parte 1)

-Somos pocos en mi barrio. Paredes blancas, cielo protector, decía bajo el letrero con el nombre de mi pueblo-
relataba suavemente al oído, del desaparecido
Hermanos que miran pero no miran, que hablan pero no hablan que escuchan pero no escuchan.

Después de la descarga, que a su yo mas puro anulo.
Que obligo y ordeno a su yo legítimo, abandonar la lucha interna.
A ellos les relato con palabras simples, la historia de mi pueblo, esperando que de alguna manera escuchen de nuevo, el sonido de la esperanza, esperanza de algún día maniatar a esos que acechan en nuestro rabillo del ojo.
Y poder conversar de igual a igual, una vez mas con esos locos. Locos que manejan nuestra vida, por los que he pedido todos los días de mi vida, una cura definitiva, esos pobres que ignoran su condición.
Tal vez mi amigo desaparecido escuche alguna de mis palabras y vuelva a luchar a mi lado contra lo que en la periferia habita. Y comprenda al igual que yo, que gracias a los locos y sus guerras, mi comunidad crece, pero cada vez son mas los que al final acaban desapareciendo.
Luego de ingerir la píldora, que aclara mi vista y acalla los gritos de mi yo único y verdadero, llega la musica de ascensor. Pero no desaparezco del todo, no como mi amigo, el demonio volverá fortalecido. El coctel diario no hacia mas que enfurecerlo.
El día de hoy fui despertado por el gemido inconcluso de una residente del pueblo, un insano de blanco delantal se frotaba como todas las noches contra el cuerpo desnudo de la inerte joven de ojos color cielo, la menuda chica llevaba años desaparecida al igual que mi amigo. Pero esta noche era diferente su mirada de indescriptible horror me miraba, sus gemidos me hablaban, "ayuda" clamaban.
La musica de ascensor al fin ceso y mi yo real regreso, seguido de los alaridos de la bestia que aturdía mis oídos y nublaban mi visión. Una vez mas me encontraba luchando contra ese ensordecedor ruido en mi cabeza.
Con los pulgares casi completamente introducidos en sus cuencas, me resigne a admitirle a mi yo real y latente, que la viscosidad en mis dedos y la sangre cargada de alaridos de aquel supuesto doctor eran ciertamente, tranquilizantes.
Pantraxard09 de marzo de 2015

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