Iba a un lugar que estaba lejos de mi hogar, a varias horas de el. Mientras las alas del avión partían las nubes se me venían un montón de sentimientos y pensamientos a la cabeza. Estos sentimientos estaban a flor de piel, tanto, que incluso una bella y anciana mujer que estaba en el asiento de al lado vio recorrer una lágrima sobre mis mejillas. Ella, preocupada, me preguntó, - ¿Perdone, se encuentra bien? y yo contesté: + Si, no se preocupe, hay cosas que son difíciles. Ella miró y mostró una sonrisa tierna que mostraba comprensión, entonces empezamos a hablar:
- Si, es cierto, pero todo tiene su lado bueno, solo hay que encontrarlo.
+ Pero eso es muy difícil, al menos para mi.
No sé muy bien que entendió aquella pobre mujer sobre el porqué de mis lágrimas, pero a mi se me multiplicaban por momentos.
Entonces le conté todo lo sucedido en mi vida, el porqué de este largo viaje, y ella me entendió. Es extraño, a veces es más fácil hablar con alguien desconocido al que quizás no vuelvas a ver nunca más que con alguien al que tienes confianza. Quizás porque te es indiferente su opinión sobre la decisión que has decidido tomar, quizás porque necesitaba desahogarme y ella fue el mejor remedio para mi mal en ese momento.
Tras la charla, llegamos a nuestro destino y me despedí de ella estándole muy agradecida por escucharme.
El mayor problema es que a veces, no somos capaces de contarnos nuestros problemas ni a nosotros mismos y ese día descubrí que los problemas hay que mirarlos de frente y sin miedo. Es más, no lo descubrí, si no que al contárselo a aquella amable mujer reflexioné y me di cuenta que todo en esta vida puede mejorar si uno es valiente y esto, todo el mundo lo sabe.

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