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Condenada Cap. Vi

CONDENADA
POR SER MADRE DEL SÍNDROME DE DOWN
CAPÍTULO VI
- ¿Declara usted decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?
- Sí, lo juro.

Todo había ido muy rápido. Cierto es que Lucía le había pagado al banco cuatrocientos euros en señal de buena voluntad. Cierto es también que le había pagado a la casera del piso. Pero de quien se olvidó por completo fue del farmacéutico. Tenía cámara de seguridad y lo había grabado todo. Por primera vez, y sin estudios de dramatización, había sido protagonista de una película policíaca. Solo que sus únicos seguidores eran los del cuerpo de policía del barrio.
- Con la venia de este tribunal. –Terminaba el fiscal su discurso- Ya he demostrado con pruebas irrefutables, que Lucía Castañote Arcaria, mayor de edad, y en sus plenas facultades; decidió un buen día, con recortada en mano, entrar en la farmacia de mi defendido. Y apuntándolo fríamente, sojuzgaba a los usuarios allí presentes a estar inmóviles. Una vez conseguido el apaciguamiento del aforo, obligó a punta de escopeta al farmacéutico a darle, además de todo lo recaudado ese día; a cubrir toda una serie de caprichos que la acusada perseguía.

Señores y señoras del jurado, la acusada, en vez de solventar sus problemas como lo hacen el común de los mortales, decide hacerlo a través de la fuerza con un asalto a mano armada y con el agravante de premeditación. Por lo tanto, pido para la acusada la Pena Pecuniaria más los daños y perjuicios. Muchas gracias.

- Tiene la palabra el abogado defensor. –Dictamina el Secretario de la sala- En este caso, y por directa petición de la acusada, será ella misma la que asuma el discurso en su defensa. Adelante por favor.
- Señores y señoras del jurado, yo no sé hablar como lo hace ese señor que tanta hincha me tiene, pero sí estoy segura de lo que hice y de lo que volveré a hacer todas las veces que me sea necesario. Déjenme explicarme. –Lucía respira todo lo hondo que sus pulmones la dejan. Estaba levemente alterada, pero recordando que sus niñas estaban ahora en disposición del Departamento de Asuntos Sociales, tenía que conseguir templarse y apelar a sus corazones-. Sí, robé en la farmacia de ese señor. –Mauricio, el farmacéutico, un señor de cuarenta y nueve años, alto, recio, abundante pelo bien cortado y agradable de ver y tratar; estaba mirándola fijamente. Escrutaba cada uno de sus movimientos para intentar entenderla- En ningún momento se me pasó por la cabeza hacer daño a nadie. Es más nunca se me llamó la atención por nada y no tengo ningún antecedente. La escopeta no tenía nada con qué disparar y todos los que estaban en la farmacia, se fueron sin ningún tipo de daño. Y esos caprichos que dice el fiscal, no eran otra cosa que artículos imprescindibles para mis niñas.
Cuando eres madre de dos personitas que te necesitan para todo, que dependen de ti para cualquier cosa; y ves que necesitan comer y no tienes qué darles, y salen con frío porque no tienen con qué arroparse, y me preguntan una y otra vez por qué ellas no tienen tantos juguetes como sus amigas, y no sabes qué contestarles. Cuando además de todo eso te amenazan con quitarte la casa y a esas personitas que son los únicos motivos que tienes para creer en la vida. Cuando te ocurre todo eso y echas mano de la Seguridad social, del Asistente Social, del Ayuntamiento y de todo a lo que puedas agarrarte; y te contestan que ya son muchos los indigentes y no se puede atender a tantos. Os aseguro que todos y cada uno de vosotros haríais lo mismo que he hecho yo. Claro que me arrepiento. Me arrepiento de haber nacido pobre. Me arrepiento de haberme casado con un imbécil. Me arrepiento de no haber estudiado para tener un futuro mejor. Pero no me pidan que me arrepienta de haber tenido a mis hijas, o de haber tenido que hacer cosas como ésta para mantenerlas conmigo.

No pudo seguir hablando, su laringe fue estrangulada por las impotencias y su amargura se materializó en débiles lágrimas que se tragó con esfuerzo.

- Está bien. ¿El jurado tiene ya un veredicto?
- Sí su señoría.
- Háganmelo llegar por favor.

En un sobre color blanco roto, iba el futuro inmediato de nuestra protagonista. Un agente del orden se lo entrega al juez. Por orden del Secretario de la sala, todos los presentes se ponen en pié. Lucía, está al borde del colapso. Pero logra reponerse.

- Vamos a ver. –comenzó el Juez- estamos ante un caso un poco peculiar. Pero la legislación vigente me otorga el poder superior, por lo tanto tengo que anular el dictamen popular que la declaran inocente de los cargos imputados.

Un notable bullicio se adueña de la sala. Lucía está a punto de desmallarse. El fiscal mira hacia su cliente sonriendo maliciosamente.

- Si declaro inocente a la acusada -intentaba exponer el letrado, quitándose la gafas en claro gesto de acercamiento a la rea-, habiéndose demostrado sobradamente su culpabilidad, por muy meritoria que haya sido su oratoria y muchos los motivos que la excusen; estaría haciendo apología del delito. Miles de personas con un marco social parecido a la acusada, se verían justificadas al cometer delitos similares. Y al existir precedente, es obvio que todos terminaríamos delinquiendo, impunes a la justicia. Y yo estoy aquí para hacer valer la justicia por encima de todo. Por lo tanto debo declarar y declaro culpable de los cargos imputados a Lucía Castañote Arcaria. Con una Pena Pecuniaria de Veinte mil euros, más tres mil euros en concepto de Daños y Perjuicios. Esto es todo, muchas gracias.

Ahora sí, Lucía cayó al suelo.

Continuará
© Francisco González Bretones 17 febrero 2009
El Arqueólogo
Peico01 de marzo de 2009

4 Comentarios

  • Voltereta

    Que gran relato estas construyendo Peico, va plagado de una gran realidad, al mismo tiempo que su gran carga de critica social nos hace ver que la vida de muchos no transcurre como en realidad deber?a.

    Lo estoy siguiendo desde el principio y cada vez me esta interesando m?s.

    Un saludo.

    01/03/09 06:03

  • Nemo

    Es un espejismo eso de que el pueblo tiene la descisi?n... en todos lados pasa lo mismo. Una cr?tica social que nos deja sin saber hacia donde inclinarse...
    Aqu? andamos, amigo; degustando de tu escritura.
    Saludos y esperamos lo que sigue!

    02/03/09 12:03

  • Peico

    Muchas gracias Voltereta, espero que te siga interesando, aunque yava siendo hora de dejar un poco tranquila a Luc?a.
    Estimado Nemo, muchas gracias por ser tan fiel y me alegro que disfru?is leyendo las desventuras de mis personajes, spero no defraudaros. Un c?lido abrazo a todos.

    02/03/09 10:03

  • Danae

    Aqu? cada uno cumple su cometido, todo entra dentro de una l?gica humana e institucional ... muy emotivo el discurso de Luc?a sobre todo. Sigo leyendo ...

    30/03/09 10:03

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