TusTextos

Sueños de Ansiedad- la Camisa Constrictor

Suspiraba mi anelo que se aferraba a la vida. La crueldad del sufrimiento camuflado en el día a día, tenía más valor que el más codiciado de los tesoros. Los desamores se volvían amores y los rencores, flores. Todo aquello que había provocado incertidumbres e incomodidades a lo largo de mi vida, adquiría grados de beneficiencia y aprovechamiento personal.

No eran momentos de desquicio desperdiciados, menospreciados entonces, como el que infravalora a consciencia la mirada inocente y curiosa de un compañero de fatigas. Por consecuencia, los momentos felices, y digo momentos para describir el transcurso de un tiempo analizado y comprendido, se convertían en el manjar predilecto de las divinidades. El valor de las cosas actuaba en una performance, satirizando con pinceladas cínicas, mis estatutos personales. Todo aquello por lo que yo creía haber luchado carecía de significado si no era yo el administrativo que certificaba el cometido de mi presencia carnal. Por una vez en mi existencia podía sentirme el propio juez de mis actos.

Cada vez más, el imprescindible amalgama de elementos volátiles vitales, llamádose el aire que respiro, se roneaba más. Parecía que mi organismo no era digno de su necesidad. Una presíon mecánica constreñía mi laringe, inoperando la epiglotis y a todos aquellos cartílagos con tal función vital, que provoca indignación el desconocimiento de su nomenclatura. Abrazos a cricoteroides y besos para aritenoides.

Convocaron una manifestación las células de mi cuerpo, pidiendo a gritos sus derechos, como aquella masa atractiva que tanto nos une y que tanto nos destroza, básicamente por la asimilación de que un ser en sí no es suficiente para dar vida al dinamismo de las circunstancias intercorrelacionadas. La hipoxia se adueñaba de todos los códigos del sistema, como el que se adueña de un arte efímero con intención de perpetuarlo. Las fuerzas de flaqueza querían engordar con la intención de hacer más notable su finalidad, engordar en un cuerpo cuyo recipiente dejaba de ser un bote abierto con intercambio de emociones y que en breves instantes, pasaría a dar cobijo a macroinvertebrados descomponedores de la materia, cuya acción me transformaría en las partículas más infinitésimas.

La clarividencia del concepto sostenibilidad eclipsaba cualquier otro tipo de cabilación. La tendencia que padecemos todos los componentes de esta biocenosis o ecosistema terraquio, acostumbra a decantarse por el límite; un límite cuyo sabor se nos hace imprescindible catar para saber que no nos gusta. ¿Había llegado ya el momento de tragarme el mayor pedazo de estos límites? La muerte del individuo es, irrefutablemente, el momento de gloria de la insostenibilidad.

Llegó el momento de dar gracias, porque sí, en el momento supremo habrá que ser agradecido y no un saco de arrepentimientos rogando compasión. Y le di las gracias a la misma fuerza que me estaba matando, que a la vez había sido la misma fuerza que me había estado permitiendo la vida, el aire. ¿Cómo hacer entender al raciocinio que tal amalgama de elementos volátiles, tan disperso e imperceptible, era la clave de la existencia de cualquier organismo vivo del planeta tierra? La sensatez ondeaba su bandera en la cima de un montículo formado por todos los otros mecanismos de comportamiento humano existentes, únicamente parecía sobrevivir su hija, llamada Franqueza. Sin ánimo de lucro, bautizaré el concepto de mostrar sentimientos de gratitud hacia la fuerza que está acabando con tu vida, como Síndrome de Helsinky, así como el de Estocolmo es el de enamorarse de la persona que te ha privado de libertat.

Cuando derrepente, noté un contacto físico, seguido de una percepción auditiva, la qual gradualmente aclamaba más mi atención... " los fármacos cardiogénicos actuan a nivel de los receptores..." informaba una voz desconocida. Abrí los ojos. Estaba en una gran sala con mucha gente observando a un orador. Até cabos y pude percatarme de que aquello era una conferencia, que me había quedado dormido y que el primer botón de la camisa blanca que llevaba me estaba apretando un poco la garganta.
Placebo13 de marzo de 2012

1 Comentarios

  • Libelle

    Me sorprendió el final un gusto leerte. Saludos

    22/03/12 06:03

Más de Placebo

Chat