¿Te gustan las hormigas?, me pregunta, mientras deja que una recorra su manita.
Sí, supongo.
¿Qué te gustan más, las hormigas o los pájaros?
No lo sé. Los pájaros, ellos pueden volar.
Ella me mira con esos ojos inocentes. La mirada clara de un niño tratando de sopesar mi respuesta.
A mí me gustan más las hormigas, dice.
Son muy pequeñitas, le cuento, como tú.
¡Como yo!,exclama mientras ríe. Pero con la lupa se ven más grandes.
Sí, eso sí.
Pone los deditos sobre el poyete y deja que la hormiga se vaya indemne. Luego vuelve a la carga.
¿Qué te gustan más, las hormigas o las personas?
Ahí ganan las hormigas, le digo.
Pero es tan chiquitita que todavía no sabe a lo que me refiero. Así que allí nos quedamos los dos, sentados sobre el viejo poyete detrás de la casa de los abuelos, quemando hormigas con una lupa.
