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Todo El Mundo Lo Sabe.

Caminaban uno al lado del otro, muy juntos, y aún les quedaba un buen trecho para llegar a casa.
  No puedo desprenderme de ello, dijo el primer muchacho.
  Se produjo un silencio incómodo.
  Bueno, no es tan grave, le respondió el segundo, como queriendo quitarle hierro al asunto, pero no sonaba muy convincente.
  Venían de recogida, después de una larga noche de fiesta, y el sonido de sus pisadas se elevaba rompiendo la quietud y el silencio que la madrugada arrastra consigo. La luz eléctrica de las farolas iluminaba aquella amplia avenida. De vez en cuando, algún coche pasaba, pero por las aceras no se veía ni un alma.
  Puede que fuese algo que le dijiste.
  No, no lo creo.
  ¿Tú estás seguro?
  Mierda, sí.
  El otro torció el gesto y se encogió de hombros. Era un muchacho rubio y bien parecido. Veintidós años recién cumplidos.
  Con las pibas funciona siempre así. Todo el mundo lo sabe.
  ¿Así?
  El chico rubio extrajo un arrugado paquete de cigarrillos del bolsillo de su camisa,  no hacía mucho que había empezado con aquel hábito. Sacó uno para él y le ofreció otro a su amigo, pero éste lo rehusó.
  Toma, dijo insistiéndole.
  El otro agarró el cigarrillo, se lo puso en los labios y sacó un mechero Bic de algún bolsillo de sus pantalones vaqueros, después lo encendió y le pasó el mechero al rubio, a continuación dijo:
  ¿Qué quieres decir exactamente?
  Pues que, con ellas, nunca hay margen de error, dijo, mientras que encendía su cigarrillo.
  Él puso cara de no entender.
  Verás, le aclaró el rubio, tú estás ahí, hablando con la piba, y parece que la cosa va sobre ruedas. Tú le molas a ella y ella te mola a ti. ¿Qué más es necesario? El caso es que la noche parece que va a terminar bien, que vas a triunfar, pero entonces hay algo que dices o haces que consigue que todo se vaya al traste.
  Se inclinó y escupió.
  Y entonces piensas: ¿Qué coño ha pasado? ¿Cómo la he podido cagar así? Y ni tú mismo, la mayoría de las veces, eres capaz de ver cuál ha sido tu error.
  Dio un par de caladas a su cigarrillo antes de arrojarlo con saña al suelo, luego añadió:
  Porque puede que haya sido esa anécdota que le contaste de la vez que atropellaste a un gato con la moto, y que la piba sea de esas.
  ¿De  esas?, preguntó el primero, tenía un año menos que el rubio y también, a su manera, era bastante guapo. Aunque hay veces que eso sólo no es suficiente.
  De las que inundan el Facebook con un montón de fotos de gatos.
  Silencio.
  No me gustan los gatos, comentó el primer muchacho.
  A mí tampoco.
  Nuevamente silencio.
  Además, esas tías están muy locas.
  Bueno, no todas. Pero esa no es la cuestión. Adonde realmente quiero llegar es a que, con las mujeres, cuando intentas ligar, una vez que la cagas, da igual lo que trates de hacer para arreglarlo, no te ofrecen una segunda oportunidad.
  ¿Tú estás seguro?
  Todo el mundo lo sabe.
  El chaval se quedó pensando en lo que su amigo había dicho, meditándolo. Siguió andando en silencio, un rato, y luego meneó la cabeza y dijo:
  No, no creo que sea de eso.
  ¿Ah, no?
  Sencillamente, es que no puedo desprenderme de ello. Ya lo he probado todo.
  El rubio asintió. Vinieron a su mente infinidad de anuncios de lavavajillas y detergentes. También alguno de colonia. Pensaba que su amigo tenía razón. Estaba claro que había sido eso lo que esta vez había fallado, lo que había espantado a la chica. Lo había creído desde un primer momento. Por no hablar de lo obvio: literalmente, llevaba toda la noche dándole en la nariz, aunque no le había querido decir nada para no herir sus sentimientos.
  Y, ¿qué piensas hacer?, le preguntó.
  Le diré a mi padre que yo no vuelvo a esa pescadería.
  ¿Ah, no?
  No.
  Se va a pillar un buen mosqueo.
  Ya lo superará.
  Siguieron caminando por la basta avenida, sin cruzarse con nadie más. Esa noche parecía que hasta los barrenderos habían desertado. El primero pensaba en cómo le diría el lunes a su padre que no volvería a trabajar con él en el pequeño negocio familiar; el segundo en que, el olor a pescado, no le gustaba a nadie. Ni siquiera a las pibas que inundaban el Facebook con las fotos de gatos.
Por muy, muy locas, que estuviesen.


FIN
 

Primopep14 de febrero de 2018

2 Recomendaciones

3 Comentarios

  • Libelula

    Una pena que los buenos autores no tengan mas apoyo , por culpa de los mil boot y sus inexistentes alagadores.
    Un abrazo primo me sorprende y me alegra leerte por aqui

    15/02/18 08:02

  • Primopep

    Muchas gracias por pasaros, Regina y Libélula.

    15/02/18 03:02

  • Voltereta

    Un texto muy interesante y plagado de realidades inconfesables.

    Un saludo.

    16/02/18 07:02

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