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La Troika

Subiendo la calle Montera a la altura del 100montaditos, surge a la derecha una calle en cuya mitad hay un letrero simplista que nos avisa “La Troika, restaurante ruso”.
Más cruzar el umbral custodiado por jóvenes de los más diversos estilos, compruebas que como ya amenazó el cartel, la ostentación no tiene cabida allí, pero esta, le cede de buena gana el sitio a la comodidad.
Un tráfico denso de cervezas, chupitos y vodka circula sin fin por la barra que ves nada mas entrar . Avanzas un poco más hacía el fondo del “bareto” preguntándote por que estas complaciendo con tu presencia a este antro.
Pero según continuas la marcha lo que va apareciendo en tu campo de visión te va seduciendo, unos largos sofás negros acechan a unas pobres mesas conquistadas por chupitos, patatas bravas e infinitas botellas de cerveza, cuyo nombre es impronunciable hasta que te hayas bebido unas cuantas.
Bajo fugaces miradas del resto de ocupantes, continuas tu misión de encontrar un sitio donde comenzar tu hazaña (si has ido pronto no tendrás problema, pero pobre de ti si has aparecido a partir de las 22:00) y aparecen ante ti dos “salitas” idénticas a la anterior que desembocan en un comedor al más puro estilo “Campamento multi-aventura Riaza 2009”.
Localizas una mesa vacía, te sientas y según se va abarrotando gente los alrededores de tu espacio vital, te vas dando cuenta del enorme poder que emana de ella, me rio yo de la del Rey Arturo, ¡JA!
Escuchas de fondo soluciones para salir de la crisis, críticas al nihilismo más exacerbado y un sin fin de variopintas conversaciones, a las que luego cuando el alcohol haga su efecto y como buen sabio que eres, aportaras tus grandes conocimientos.
Pides una cerveza de esas grandes que llevas viendo desde que entraste y el camarero te pregunta:
-¿Con o sin vodka?.
El alma cosaca que posee tu cuerpo desde que entraste responde por ti.
Cuando estás enfrente de tu cerveza, y has pagado los 3,50 de la “priva”, el camarero vuelve a aparecer sorprendiendote con unas patatas bravas y un chupito.
Asustado por que las polillas de la cartera enloquezcan y quieran salir al exterior preguntas:
-¿Gratis?
-Si-, pero los chupitos solo hasta las diez- responde orgulloso el camarero.
Una vez comprendido el motivo que lleva a tanta gente allí, bebes un trago y tu sentido de “abrazafarolas” despierta del letargo.
Comienza tu aventura.
Quiensoyyo20 de noviembre de 2015

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