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Monstruito (un Cuento que No Escribí)

El último cuento que no escribí les gustó mucho a toda la barra pralinera que se toma unos minutos para leer los intentos de este escritor idiota, y eso me produjo sensaciones raras. Porque fue el primer cuento al que prácticamente no le aporté nada. Es decir, fuí quién puso las palabras en el papel, pero la trama me la fueron donando personas que se acercaban a preguntar sobre mi próxima creación. Sus creencias apuntan a mi utilización de formulas matemáticas o de una revelación divina que se asoma al instante cuando me siento a escribir. En mi caso las ideas siempre han estado dando vueltas mucho antes de que vayan al papel, estas van revoloteando y estampillándose contra mi cuando camino, cuando hablo con las personas, cuando me ducho, cuando interactuo con animalitos, o cuando observo y contemplo lo que me rodea, llámese naturaleza o llámese cultura. Caminando he desarrollado los tejidos más simpáticos que pueda tener y que por esa falta de capacidad de retener información he perdido la mayoría del hilo tejido, quedándome solo con un puñado de retacitos.
Pero bueno, todo comenzó el día que cumplí tres meses de no poder hilvanar más de cinco palabras para una frase que diera el puntapié de una historia. No tenía musas, ni sueños ni penas, ni siquiera surgía una chispa con las técnicas y trucos removedores de migas para ese algo del algo a moldear. Pensé por un momento que estaba enamorado y que no me había dado cuenta, porque el bloqueo era el mismo, pero no, los latidos no tenían sonidos afinados ni mi sonrisa ánimos de colapsar. Como les decía, todo nació ese día cuando una vecina exaltada se acercó a preguntarme donde me había escondido, porque ya no se sabía nada de mí ni de mis ocurrencias. "Seguramente andarás detrás de una obra maestra", me halagó. Sonrojado quise abrirme paso entre sus cumplidos diciéndole que estaba garabateando cosas del coso con muchas cositas por cosear, lo que derivó en toda una maraña de preguntas que traté de ir esquivando inútilmente pues me exigió un adelanto inmediato, o sino, no podría escapar de sus tornasolados elogios. Lo que parecía una broma pronto se convirtió en una amenaza. Acorralado, estuve a punto de develar mi triste y patética situación de desierto mental, cuando en un desesperado acto de orgullo y vergüenza decidí describirle lo que acontecía cerca de donde estábamos: una pareja sentada en un banco de plaza, distanciados uno del otro, desconocidos y en mundos distintos. Luego le adherí al relato la palabra destino que leí en la bolsa de supermercado que una señora llevaba al pasar, más una situación de huelga como punto de encuentro para ese amor, algo que mazomenos había experimentado unas cuadras antes de llegar allí. Era la mentira más estúpida que había enarbolado sobrio, y funcionó, lo peor es que funcionó. Quedó pensativa y entusiasmada, la llave que me permitió salir del embrollo momentáneo. Lo que nunca se me ocurrió pensar es que esa historia en su boca recorrería los oídos de muchos otros hasta el punto de que el grupo de lectores (a los que muchos desconocía) me empezaran a detener en diversos lugares de la ciudad para preguntarme sobre la continuidad del asunto del coso y sus cositos. Lo que parecía una terrible bola de mentiras que tarde o temprano iba a terminar por aplastarme, se convirtió en una fuente auxiliadora de situaciones que fueron llenando de letras el lienzo negado. Mi función era solamente la de transportar de un lugar a otro las palabras, pues mi sequía seguía siendo extrema y cualquier intento de aporte no era más que una mancha en el retrato. Entonces procuré seguirle el juego a toda esta locura para ver hasta donde podría llegar.

El nombre "Lucía" para la protagonista me lo dio la hija del perfumero y el de "Benancio" fue sugerido por un hincha de mi equipo favorito mientras veíamos un partido de fútbol en el bar de Román. Lo de pintarlo en un mundo convulsionado por manifestaciones y violencia constante lo planteó Don Cosme mientras leía el diario. El que ambos se conocieran entre la multitud porque la chica tropezó y él la ayudo a levantarse lo dibujó Sofía en el almacén, y su novio quién hacia los repartos sugirió que se perdieran entre la gente, que se buscaran y no pudieran encontrarse. El más analista social de la mesa de los domingos exigió que esa huelga terminara con represión y heridos, pero mi tía prefirió que fuera el tiempo quién hiciera estragos en los dos para luego coincidir en un viaje, donde pudieran conversar y conocerse en todo lo que durara el trayecto hasta llegar a sus destinos. Un primo quería que uno de los dos muriera, mi abuela en cambio pedía un tercero en discordia, mi primo insistió en que ese tercero matara a uno de los dos, ya con un tirón de orejas por parte de la nona, se calmó y se excusó de que una muerte podría generar lágrimas a quién lo leyera por lo que esperaba que la idea no fuera descartada inmediatamente. Descartar ideas es tedioso, porque todas llevan a un tiempo y espacio diferente produciendo mil laberintos y tramas, aunque el estado de creatividad nula en el que me hallaba solo me dejaba girando como trompo en el vacío de los fracasados. Vacío que a su vez era reemplazado por un boca a boca, oído a oído, provocando el nacimiento de muchísimas sugerencias que me llegaban en ese andar cotidiano. Eso si, como regla los únicos "NO" fueron para esos aportes insoportables de novela mexicana como: ellapobrequesevuelvemillonaria y élmillonariobuenitoconnoviayfamiliaodiosa, ellaciegaquerecobralavistamilagrosamentealfinal, etc...

De a poco el cuento fue llenando sus páginas. Cada personaje que ingresaba era una pieza fundamental para el gran rompecabezas que nos llevaba afortunadamente al único camino de un amor real, ansiado por las mentes de quienes generosamente hacían su aporte. Idas y vueltas sin un beso, nortes y sures cambiándose de lugar para desorientar hasta los mismos protagonistas. Y ahora que lo pienso, puede que mi creatividad no estaba tan dormida como me lo ninguneaba, pues ya el solo hecho de pegar los retazos desordenados me exigían de un vuelo interesante del que me estaba haciendo cargo a la fuerza. Vuelo que me harían derrapar torpemente en el tan temido final. Final que me dejaba otra vez solo, indefenso y aislado.
El silencio fue absorbiendo a todos. Nadie quería sugerir ni una misera letrita. El final era aquello sagrado que respetaban y aguardarían con gran expectativa, manteniéndose al margen para poder soprenderse con lo que ahora era mi preocupación. ¿Saben lo que es vagar por la ciudad con el peso de un final que no se me ocurría?, ¿Saben lo que es soportar sus miradas de: "no nos defraudes"? El insomnio volvió a ser parte de mis días pues todos los caminos me llevaban al desenlace gastado de la muerte con el que mi primo tanto insistió. Muerte que escribí más de diez veces, y que luego destruí otras diez porque la historia no se lo merecía. La impaciencia del público aumentaba y las presiones para un final inmediato me llevaron a izar banderas de misterio y presumir que mis tiempos estaban demasiados cubiertos como para plasmarlo. Grave error, el ultimátum me perseguía a donde fuera, no tenía respiro ni tranquilidad.
Vencido y cabizbajo regresé al banco que inició toda la mentira. Allí estuve horas pensando en mil vidas que nunca viviría y amores que nunca conquistaría, donde las ideas parece que regresan en mil remolinos para desvanecerse en nadas que no podrían darle un cierre al puto texto que nunca fue mío. Hasta pensé en tirarlo todo y revelar en un comunicado general que mi farsa los había engatusado. Entonces, la voz de un muchacho me interrumpió el pensamiento para preguntarme si podía convidarle de mi chocolate. No me había percatado de su presencia. Compartimos el chocolate y charlamos bastante esa tarde. No pasó mucho tiempo para que descubriera que el muchacho no era otro que aquel de la primera imagen que tuve para el cuento, su novia era quién completaba la escena de ese momento. Un cuadro que no era más que la triste despedida de los dos. Todas las lágrimas que no noté aquella vez por estar más pendiente de mi mentira, las veía ahora en el rostro dolido de quién la extrañaba a eternidades. Por eso iba a ese lugar, como si fuera un santuario para ahogarse en recuerdos. Me reconoció, supo que fabricaba historias amateurs, supo que era dueño de finales que no llegaban a ser felices pero si a desconcertantes, y antes de que pudiera cambiarle de tema por la incomodidad que me dan los elogios, se anticipó en decir que seguramente me las ingeniaría para darle ese toque especial al nuevo monstruito que tenía entre manos...

A este loco lo vi un par de veces más desde la distancia, sentado, llorando en un rezo que no me animé a interrumpir jamás. Luego desapareció un tiempo, hasta que ayer, lejos de aquel banco y al otro de la ciudad se acercó corriendo con un rostro totalmente diferente al que conocí para darme su parecer de lo que finalmente publiqué.
Como dije, el último cuento que no escribí les gustó mucho a toda la barra pralinera que se toma unos minutos para leer los intentos de este escritor idiota, y eso me produjo sensaciones raras. Las interpretaciones varían y siempre creen que hay mucho de mi en lo que escribo como si fuera una biografía disfrazada. Nada más lejos de la verdad. Si supieran, que como el muchacho que quedó encantado con el final del cuento que no escribí, solo lo hago para seguir creyendo que esas historias ensombrecidas por la realidad, se van haciendo huecos de luz y permiten soñar sobre algunos amores en este mundo que aún son posibles de vivir...



ram
Ram08404 de julio de 2014

3 Comentarios

  • Vanished

    Hola ram yo tambien siempre he querido escribir uno de esos cosos pero los finales son dificiles, por eso me decanto por la poesía con finales abiertos... :) Un abrazo

    04/07/14 08:07

  • Vanished

    http://www.youtube.com/watch?v=pp95olCn3lY

    04/07/14 08:07

  • Ram084

    esos cosos son difíciles de atrapar, pero lindos pa atrapar, ja.
    Gracias por leer!!
    (temaso el de radiohead, y esa película tengo que verla)
    Saludos!

    05/07/14 04:07

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