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61 Días

Sólo los días invernales supieron de ese fruto dolor que exprimía cada noche al despedirla. Sabía bien que ella desocuparía de su corazón todos los muebles de un amor con fecha de vencimiento.
Ella le repetía en cada beso que su corazón sincero, era demasiado trashumante como para edificar cimientos duraderos en una relación. Le decía que no quería lastimarlo pero que extender lo que consideraba inevitable sería ir en contra de esa locura que la echaba andar, y sobretodo ir en contra de su espíritu libre. Él la amaba demasiado, incluso antes de conocerla como para decirle no a esa extraña y cruel propuesta.
En cada sol esperaba despertar para ir a su lado, y en cada luna, solo esperaba el sueño para tenerla realmente en un latido.
Eran golpes duros los que le dió a su pecho, pues el reloj de arena se consumía rapidamente y de a poco iba amoldándose al agrio futuro de soledad. Ella era hermosa, era lo que nunca buscó, y siempre esperó, era lo que nunca soñó y un día llegó sin previo aviso, porque ¿Cómo podía imaginarse que un regalo de Dios vendría a su encuentro en el peor momento de su vida?...
Solo quería tener cada segundo de esos 61 días que le permitió estar a su lado. Y que lamentablemente fue deshojando en cada flor del jardín de los lamentos, hasta llegar a los últimos días, agrietado...

Día 59. Un continúo convencerse que no debía amarla, fue convirtiéndose en un efecto devastador que atravesó cualquier fragilidad posible... y lo desmoronó, y lo convirtió en un vivo espejo de ella. Ella, en cambio, por alguna razón había perdido la sonrisa del primer mes, pero supuso que era el mecanismo de defensa que le blindaba el corazón...

Día 60. En calle opuesta a los consejos bien intencionados de las personas que lo querían, decidió dejar el todo por el todo, y no ahorrar ni un minímo respiro en ese tramo del amor, que consideraba, no volvería a repetirse. Sentía que era un último esfuerzo que debía hacer, y que de esa manera los mañanas tendrían otro sabor, un sabor de habersela jugado por una mujer que no podía ser el amor de su vida, y
por una ilusión que se esfumaría con el viento para nunca más regresar... ¿Ella?, ella acostumbrada a las micro historias en el tiempo, no salía de su asombro. Generalmente sus amantes economizaban sus sentidos como anticipando el final del contrato. Por lo que al recostarse aquella noche, ansió llegar al próximo día, porque no podía imaginar algo que superara lo vívido.

Día 61. Él odiaba las despedidas, no sabe cuál es la causa de esa estupidez, solo sabe que aquel despertar fue llanto, para luego sacar anticipadamente los muebles del corazón y dejarlos en la calle. Decidió marcharse, no volver a verla, no conocerla, no reconocerla, sería otra estupidez decir olvidarla, pero algo parecido desarrolló en su mente, y que su pecho aceptó sin discusión. No contestó mensajes, no abrió las puertas, cortó de raíz cualquier saludo y no se detuvo a dar explicaciones... Ella no supo contener la confusión, los días 61 solían ser de ruegos a extender el plazo estipulado, o la bestialidad sexual del último encuentro y hasta de una pasividad de quienes empezarían a odiarla en el día 62. Pero este día 61, fue demasiado extraño, de repente ya no tenía los besos ni los abrazos, y empezó a sentirse como aquel que sólo tenía 99 monedas de oro, y consideraba que le faltaba y que se le debía el valor de tan solo una despedida.

La semana siguiente fue aún más extraña...

Llegando al día 70, cuando ella creía que esa piedra que le escupía latidos confusos le ordenaba seguir un camino conocido, buscando quizás a su próxima presa... sin pensarlo, empezó a descascararse en retazos de 60 días donde las sensaciones que desconocía hasta el momento, se hicieron carne dentro del castillo fortificado de sentimientos armados de amargo infinito... y fue entonces que ahogada de llanto, supo que se había enamorado...
Ram08429 de julio de 2011

1 Comentarios

  • Agora

    me ha gustado!
    saludos!

    19/08/11 04:08

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