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Milagro para Los Oídos

Roberto fue el primero en notarlo, despertó aquella mañana en un silencio abrumador que lo desconcertaba. A 1000 kilometros de allí, un verdulero se puso en la tarea de inspeccionar cajón por cajón, verdura por fruta y viceverza, y no halló absolutamente nada. Los niños buscaron en sus lugares secretos y hasta les preguntaron a sus amigos invisibles, y todos desconocían su paradero. Una señora de peluca gastada, la chica de la oficina pronto a cerrar, los que sueñan con meter un gol en la final, el señor que rasca su panza gorda a los ojos de los curiosos, el flaco que fuma de a dos cigarros en la esquina de los murales y el piropeador sin rimas de la otra vereda, a todos ellos les extrañaba no escucharla en los parlantes de alguna radio. Era un misterio. Nadie podía creer que hasta el mediodía alguien no haya pasado destilando esos sonidos. Ni el loco del departamento "tercero A" en la avenida principal que suele ponerlo a todo volumen, ni la rubia que viaja sin auriculares en el colectivo de los suburbios, ni el idiota de la disco que la pone a girar unas 12 veces por noche, ni a esa abuela que la pidió especialmente para su móvil, ni tampoco iba cargada en el pendrive de aquel auto azul de las abolladuras en la puerta, ni el de los nervios a flor de piel que descarga sus frustraciones en los embotellamientos (cantándolo a los gritos). Simplemente un día, así como así, se esfumó.
¿Dónde estaba?, ¿Quién se la llevó?, ¿Cómo fue eso posible si parecía indestructible?.
Dios viendo la confusión reinante, se encargó de buscar en los volcanes, en el triángulo de las bermudas, en las selvas vírgenes, en el iceberg desprendido de la Antártida... y nada... había desaparecido por completo... sabemos que Él pudo haberlo hecho desde sus comienzos nomás, pero se dijo: "no intervine en lo de la manzana, ni en las innumerables guerras, ni en la caída de los grandes imperios, ni en las más horrendas mentiras de este siglo, menos que menos lo haría con esta canción irritante...".
Los escritores se perdían en parpadeos tecleando historias sobre tal tribulación, los compositores buscaban (torpe e inútilmente) recrear algo parecido, que de seguro llegará en algún momento a ser una de las elegidas para ocupar ese lugar, pero no será la misma por la que todos preguntan.
El misterio era una tendencia global.
Primero le echaron la culpa a los extraterrestres, y la Nasa no lo desmintió. Entre el segundo y décimo cuarto lugar los dedos apuntaron a las potencias mundiales, al fondo monetario, a las religiones que vieron más pecado allí que en otros rincones de perdición, y toda esa gente peligrosa dispersada en distintos puntos del planeta que también les tocó su parte dentro de tantas acusaciones hechas al azar, pero no hubo comunicado de ningún bando. Nadie se reivindicó tal hazaña.
Con las horas, los supuestos y filosofías baratas se multiplicaron por cien. Con cero certezas. Menos uno en razonamiento. Millones de opiniones diseminadas por allí sin rumbo fijo perdiéndose en exageraciones de prensa alarmista.
Ninguno podía recordar la melodía, solo esbozos titubeantes en doremis, fasoles y lasis . "Fue como un deja vú" se animaría a decir algún sabio de la resignación y desvarío.
Milagro para los oídos... que los hay, los hay.
Un niño del jardín "Nubecitas de papel" de una ciudad en las alturas del Jujuy (Argentina) pudo haber tenido la claridad iluminada al decir que "se fue al cielo de las canciones". Y tal vez allí haya algo de verdad, pero yo me atrevería a modificarlo un poco y suponer que se fue más allá, tal vez "al infierno de las canciones pegadizas", a arder con aquellas que nos exasperaron hasta el caracú en tantos años de existencia...

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Ram08419 de julio de 2017

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