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Relojes

Convencido de que la lluvia iba a demorarlo en la parada del colectivo, se acomodó en un banco y comenzó a preguntarse si ella se estaría preguntando si él la esperaba y le dedicaba sus mejores pensamientos. “No lo creo”, se dijo, “debe estar durmiendo”. Entonces dirigió sus ojos al reloj y fue inevitable pensar si ella también estaría viendo la hora en ese preciso instante. “No lo creo”, se dijo, “el último que le regalé, ya no le funcionaba”. Sintió frío, escondió sus manos dentro del pulóver y un tibio abrazo le pareció encenderse en su cuerpo, cedió al sueño, pero la bocina del colectivo le anunció la llegada. Ella no había partido de la estación vecina, el chofer cuenta que se durmió mirando el reloj en su muñeca.
Ram08416 de octubre de 2010

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