El problema de querer volar y no caminar jamás, el escollo de elegir el camino fácil por encima siempre de las responsabilidades, dejando a un lado cualquier cosa que suponga un esfuerzo es que tarde o temprano llega un momento en que no puedes volar, hay cosas inevitables, bien sea porque hay montañas en las que no te puedes elevar o quizás un ala rota, pero al final... de una forma u otra hay que andar y claro, todos los obstaculos, toda la constancia que se adquiere en el día a día, no se tiene.
El problema de saltarse los pasos porque la vida te ha hecho daño es que te precipitas cuando ves algo bueno y tal vez por ello lo pierdes, la perspectiva se distorsiona y la rutina es una pesada losa que no puede superarse.
Reconozco que la suerte no me acompañó en muchos aspectos de mis prioridades pero ya suena a excusa, en muchas maneras soy fuerte porque caigo y me levanto pero en otros la seguridad se desvanece y no sé como enmendarlo.
El problema de volar siempre, de soñar, es que cuando retornas a la realidad, no sabes como vivirla, por eso pienso encontrar el punto intermedio en el que el sabor amargo del mundo que hemos construido, mejor dicho que destruimos continuamente no me ofusque pero también volando de vez en cuando para disfrutar el dulce aroma de sueños y cantos de sirena.
