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Las Noches En Vela

Ya se hizo costumbre retornar al sitio que llamo hogar con la sensación de una derrota total, de un sentimiento de abandono y rechazo por parte de quien seguramente no merezcan mi atención pero que, sin embargo, tienen el poder de infundir dolor solo con un gesto o un acto de desprecio.

Se ha hecho rutinario el baile de miradas al suelo y lágrimas que se vierten cuando solo recibo olvido por parte de quien he dado cariño, quizás como un adicto buscando cualquier posibilidad de ser aceptado, como un perro buscando cualquier caricia, "dando la patita" y rebajando la autoestima a un nivel que no sé si ha fallecido o todavía sigue viva pero escondida en el país de mi verguenza.

Y paso las noches en vela, dando vueltas a como cambiar esa broma macabra a la que llamo vida, sufriendo condenas de errores totalmente míos, estoy de acuerdo, pero sumando castigos de gente que aprovecha para amontonar sus fallos con los míos con una sonrisa y sin perder la compostura, los sueltan y sólo veo como se van, dejando la carga y el alma vacía.

Lo admito, me rendí conmigo mismo, he dejado que los miedos me atenacen como lobos oliendo sangre, y la imagen que veo en el espejo es solo un fantasma que me recuerda que alguna vez tuve brillo, pero aún así, como un viejo guerrero que recuerda la fuerza de su brazo al volver a empuñar su espada, me levanto y sigo.

Sigo dando tumbos, pasando noches en velas lamentándome con lo que pudo haber sido, porque lo admito, me he rendido, y no sé como enderezar el rumbo. Me siento como ese pájaro dándose golpes contra el cristal, sin entender de que va este juego, ensordecido por las risas de los que han tenido más fortuna o mejores cartas.

Quizás si en este mundo valiera más el corazón que la apariencia, la historia sería distinta, pero vamos encaminados a un destino donde ser bueno solo sirve para ser carne de cañón, y eso es algo que me asusta.

Así que paso las noches en vela, torturando mi cansada mente intentando cambiar la situación, dando consuelo a un corazón que ya perdió la fé, porque la teoría me la sé toda, "no hay que rendirse", "nunca se sabe" pero ahora mismo después de tantos golpes uno ya no ve luz, ve otro golpe más.

Y así pasan los días, y esas noches en vela, donde caigo rendido a Morfeo arropado por el sonido de una televisión que se antoja una triste compañía, abrazado por la soledad y en el poco tiempo que duermo, soñando con algo mejor.
Rasek17 de enero de 2015

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