Aterida de frío en ese patio de colegio ve la vida pasar. Su vida. Su propia vida. Ve pasar, como en una película de 35 milímetros, toda su infancia, los juegos, los veranos, cada uno de sus cumpleaños, los libros que leyó, las carreras que estudió, las que le hubiera gustado estudiar, los novios que tuvo, los que perdió, los días felices, los malos momentos todo rebobinado en sentido inverso a las agujas del reloj, a una velocidad trepidante. Desde el día de ayer: marrón, rutinario, agotador; hasta el primer y más pueril recuerdo de su niñez Pero, de repente, unas palmadas la sacan de su ensoñación y vuelve a materializarse en ese patio de colegio, rodeada de mandilones rojos, amarillos y verdes.