TusTextos

Las Noches que (no) Mueren

Fue solamente un segundo, el tiempo justo en el que tu mirada se cruzó con la mía, el instante preciso en el que sin quererlo te leí el alma. Y en ella ya no había nada, al menos nada de mí. Tus ojos sólo mostraban indiferencia, la que esperaba que sintieras ante cualquier otra persona, menos ante mí. Estaba en frente tuyo, dándote dos besos, hablando sin saber cómo, tratando de retener ese momento un poco más. Pero tú, estabas ante mí como quien ve un recuerdo del pasado, algo o alguien que ya no le inspira sentimientos, ni buenos ni malos. Querías irte, te lo noté en todo: en tu mirada, en tu actitud, en tu cuerpo, en tu forma de alejarte. Y allí me dejaste, con mil preguntas atormentando mi cabeza: ¿Cuánto hacía que no le veía? Que rápido se ha ido, ¿no? ¿Con quién estaría? Estaba más guapo, ¿verdad? ¿Realmente estaba indiferente o se fue tan deprisa por miedo a lo que podría pasar?
Los dos sabemos lo que podría haber pasado si su indiferencia no fuera tal y se hubiera quedado un par de minutos más conversando. Estábamos en nuestro escenario perfecto y a la hora en la que siempre pasa algo entre nosotros. Si se hubiera quedado hablando, al poco, se habría sentido a gusto junto a mí, como dos piezas que encajan, las luces se habrían encendido, la música se hubiera parado y nos encontraríamos solos en medio de un montón de gente. Saldríamos a la calle, a la fría noche, y tomaríamos el mismo camino, sabiendo perfectamente el rumbo de cada uno. Pasaríamos puntos clave en los que ninguno diría nada y asumiríamos, en un acuerdo mudo, que queríamos seguir caminando juntos. Llegaríamos al final y ahí pasaría lo que ya dimos por supuesto al no separar nuestros caminos un par de calles más atrás. ¿Y después? La eterna pregunta: ¿Qué significa esto?
Quizás, con su indiferencia sólo trataba de evitarnos esa eterna pregunta, formulada en un casi amanecer, tres años después.
Reich24 de abril de 2012

1 Comentarios

Más de Reich

Chat