Se despertó sobresaltada. No sabía que hora era pero aun era de noche. Todo estaba oscuro, el silencio reinaba. La almohada estaba mojada. ¿Una mala noche? Se arrebujó en las mantas, caliente, segura. Su corazón latía, estaba viva, pero en el fondo se sentía muerta. Su cama ya no olía a amor, a caricias, a deseo, olía a soledad, a pena, a tristeza. Su cuerpo seguía respirando pero su alma se estaba pudriendo. Las horas pasaban. El cansancio se unió al sueño y este ganó la batalla. Se durmió.
Al despertar, la almohada estaba seca y alguien a su lado la recibió con un beso en los labios y un “buenos días, cariño”. Qué pesadilla más mala, pensó. Pero en ese mismo instante se dio cuenta de que no había sido sólo un sueño, pensó que quizás acababa de ver su futuro.

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