Personalmente.
Nos preocupamos tanto por nuestra vida, que me atrevería a decir que malgastamos casi su mitad en dedicarnos a organizar su desarrollo. Cada uno conoce aquellas cosas o costumbres que lo hacen sentir mejor en esos momentos en que nuestra parte emocional aflora dejándonos claro que no todo va tan bien como pinta en nuestro día a día robótico. Cada cual utiliza las estrategias que ha descubierto, que le han aconsejado o que simplemente utiliza para sobrevivir o sentirse mejor.
Nos rodeamos de objetividad. Y eso, nos pesa.
No creo que haya que ir muy lejos para encontrar a alguien que desee ser otro ser vivo por un momento, por ejemplo, un pájaro, y volar, ser libre y despojarse de cualquier atadura o responsabilidad que la vida siempre te aporta sin querer, o mejor dicho, ante la cual nos dejamos maniatar.
A veces sólo pretendemos permanecer dinámicos para que nada caiga, quizá, porque inconscientemente sabemos que hay algo que puede caer si nos descuidamos y nos damos tiempo. Un tiempo que normalmente dedicamos a pensar, que es a lo que nos han enseñado y no a sentir y escuchar lo que necesitamos de nosotros mismos.
Podríamos hacernos varias preguntas como:
si estamos en este momento donde queremos estar, si nos estamos permitiendo todo lo que nos hace feliz o si simplemente estamos orgullosos de la vida que estamos dirigiendo.
Siempre podemos encaminarla para conseguir lo que nos apetece, aunque sea paso a paso, con paciencia y tomando pequeñas decisiones que vayan logrando un acercamiento poco a poco de nuestra salud emocional.
Lo mejor es no crear ninguna meta, e ir chocando esos cinco con cada situación que nos regala placer y que poco a poco, vayamos desarrollando esa capacidad de conocernos y dedicándonos lo que nos merecemos.
