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Cap. 4 Cerca Queda El Raval

El mar se hacia cada vez más y más pequeño, de lado a lado, de confín a confín, extremo a extremo. La playa de La Barceloneta se estrechaba, llegando sus límites casi a juntarse. Dejando solo el centro del paisaje, un pasillo azul, perdiéndose hacia el interior, un horizonte infinito. Carmen retenía en sus pupilas esa imagen. Si el mediterráneo fuera un océano cabría en esta postal figurada. Siendo el mar tendría su correspondiente marco. Si estuviera en un lago sería una gota suspendida en la palma de su mano. En el medio de todo lo visible, Pere salía de entre las delicadas y ligeras olas. Brillante, a pleno sol, despertando en un puro deseo inaccesible. Sopló una brisa otoñal, ligera, suave. Acariciando mansamente sus cabellos negros, levantándolos y dejándolos caer a cámara lenta sobre su espalda desnuda. No podía apartar su mirada ante ese cuerpo atlético, fornido y vigoroso.
Un día bochornoso, de esos que hace recordar al barcelonés, los hábitos que quedaban en el desuso, asistente del olvido. Fines de semana de vuelta a la orilla. El paseo marítimo hace frontera al Parc de la Barceloneta, que esconde picos rallando al cielo. Punta de la “Torre del agua”, antigua catalana de gas. Calimas sorprendentes, tras varios días sumamente gélidos. Desenmascarándose a si mismas las sombras repentinas, invadiendo en dentelladas y coletazos mortecinos, a un clima enloquecido. El último hálito de la bruma volvió a rozar la espalda de Carmen, desde el interior, vapor rojizo. Puñal de mal presagio, el rojo que se camufla entre tonos confusos, velo suspendido entre los efluvios del aire, sombras interrogantes. ¿Será verdad el momento que esta viviendo, o solo es el reflejo de un buen sueño? ¿Que futuro misterioso, sorpresivo e inesperado se escondería tras las dicha de esos días vibrantes? Era demasiado en su vida, solo hacia falta mirar atrás, asta ese momento vivía anclada en la soledad.
Alargó su cuerpo sobre la toalla extendida sobre la arena. Se puso las gafas de sol atrasadas a la moda. Arqueo su cuello ostensiblemente, observando como se secaba el flequillo cerrado Pere. Sentándose a su lado, pendiente e intrigado igualmente, detrás de los pensamientos que la retuviesen en ese preciso instante. No dejaba de mirarla atentamente. En un impulso, acto reflejo de un placido bienestar, Pere silbó una melodía pegadiza. Carmen se relajó ojeando la última línea, confín incierto del mar. Una casi imperceptible sonrisa se dibujo entre sus labios. Reconocía aquellos acordes dulcemente encadenados los unos a los otros. Moon River, fabulosa y archiconocida canción de Henry Mancini y Johnny Mercer.
- ¿Que estás pensando Pere?
- Eso mismo me estoy preguntando desde hace un buen rato. ¿Que se te estará pasando ahora mismo por esa cabecita?– Carmen volvió a sonreír levemente, volviéndose de costado para mirarle con cierta delicadeza.
- Bueno, no se exactamente. Creo que en lo rápido que esta yendo todo, hace solo tres días desde que nos encontramos allí, por vez primera, en la “Granja Viader”.
- Si y solo dos que tardaste en volver para desayunar tu solita. ¡Que casualidad! Sabiéndolo de antemano, pues a esa misma hora estaría de descanso, como comente aquel día.- Respondió burlón. Seguía sentado, sin poder dejar de mirar su esbelta y apetecible figura. Las manos a manera de sujetar sus rodillas, anclados los pies entre la tierra.
- Bien, pasemos a otro tema. ¿Sabes que canción estabas tarareando hace solo unos segundos?
- Pues naturalmente, la banda sonora de “Desayuno con diamantes”. Es mi favorita.
- ¡Oh! ¡Cuanto sabe este chico! Si nos ha salido culto. ¿Que es tu favorita? ¿Podrías comentarme algo a cerca de ella? No te veo yo precisamente...
- ¡Calla Lúlami saco de huesos! ¿Es que no te dan de comer? – Pere mostró su faceta de actor, como salido del dialogo de la misma película.
- Valla ahora vendrás a casa con algún animal de pata rota o con algo colgando, cualquiera de esas cosas típicas de un veterinario. ¿Lo eres? ¿Es esa tu ocupación? No se nada respecto a ti.
- No Carmen. Creo que estaría más en el rol del escritor. Recuerdo que era un chaval, aun ni me afeitaba. Era el único del grupo en esos días, que tras el especial de las cuatro, enlazaba entre sesión y sesión continua, fascinado ante la señorita Goligthly.
- Valla un George Peppard con el cuerpo y el rostro a lo Alain Delon. Pasar un rato en la biblioteca pública buscando tu libro no es mala idea. No te veo enamorado fielmente de alguien y menos escribiendo unas memorias envueltas en relatos de pasión. Estas más en el plano indómito, espíritu libre del cazafortunas. Un Tom Ripley que oculta a la perfección su propia y natural codicia.-Una sonrisa picara exploto en el color de sus mejillas. La travesura más natural y descarada que había sentido en su interior. Hacer el bufón para atraer su atención. ¿Si seguía así, tendría riesgo de quemarse? Se realizo esta pregunta en milésimas de segundo. Quizás el subconsciente le avisaba. ¡Cuidado arenas movedizas, zona de peligro!
- Soy empresario. Bueno a decir verdad un socio más. Mi familia tiene una empresa de construcción, que ha ido pasando en herencia de generación en generación.
- Sigo pensando que estas más en la línea de mi hermana, cazadora de talentos en los momentos oportunos. Disculpa creo... Pero no me hagas caso, hay situaciones en que el pensamiento no debe tomar asiento. Tengo una idea estupenda. ¿Que tal si pasáramos la tarde haciendo cosas que nunca antes hubiésemos hecho?
- Pienso que sigues sumergida en papel celuloide. Podríamos pasar la tarde en Tíffany`s.
- ¿Tiffany`s en la Barceloneta? Ni lo sueñes, si aún no han llegado sucursales ni a la mismísima Barcelona.- Una carcajada extraña e inoportuna reboto entre los dos.
- ¡Que más da! Podríamos ir al mercado de la Boquería, abre los sábados por la tarde. Buscar una baratija y pedir que inscriban nuestros nombres en una joyería que se aprecie. No olvidemos que si Tiffany`s es una casa muy comprensiva porque no ha de serlo una del Raval.-Antes de acabar la frase miraba la hora con real y repentino desasosiego. Buscó con su mirada el restaurante de “Las cuatro lunas”, situado justo a sus espaldas, en la divisoria del paseo marítimo, entre las escalerillas de acceso, comienzo a la playa.
- ¿Que pasa Pere, llegas tarde ha algún sitio?
- Relájate flaquita. Me he quedado sin cigarrillos, y tengo que realizar una llamada. No te muevas saco de huesos.-Realizo una mueca amable, casi jovial a la vez que minúscula.
Sus pasos se marcaban firmes, surcos perfilados tras la fijeza en actitud, el reflejo de unas huellas en la arena que determinan un cierto carácter estudiado. A medida que se alejaba Carmen cavilaba sobre las inquietudes inciertas que Pere la despertaba. Algo interior la alertaba, había claros oscuros borrosos que aun no podía creer respecto a su personalidad. La impresión de ciertos momentos titubeantes, al expresarse sobre temas sumamente calculados de ante mano. La falta de espontaneidad era la prueba más fehaciente de su demanda en recursos convincentes. Indagar en esas señales era como escarbar desembocando en la intuición, corazonada de cual sería su propia identidad. Pere era, en definitiva, ese chico de barrio que intenta superarse día a día para progresar lo máximo posible. Un hijo del Raval, no dejando de luchar contra sus propios instintos, sus más profundos miedos internos.
No dejó de observar todos sus movimientos, y hacia donde estos iban dirigidos. Alguien lo miraba acercarse, tras las cristaleras anchas del restaurante, veladas entre claros oscuros turbios. Unas servilletas subían y bajaban suspendidas en la escalinata de acceso, desplazadas al capricho de minúsculos torbellinos fantasmales, estimuladas tras el son de la brisa. Jugando entre sus piernas desnudas, precipitándose al vacío de la nada. La luz del ambiente se lleno de grisáceos cenicientos, casi aburridos. Una corriente de aire húmedo avisó segundos antes del sirimiri, gotas lentas y dispersas que ante su debilidad hacían presagiar su corta duración. La teoría meteorológica del caos estaba más presente que nunca sobre el cielo de la Barceloneta aquel día.
Seguían fijos sus ojos en su figura. Entro al local dirigiéndose al mostrador, preguntando unos instantes algo al camarero, quizás por los cigarrillos. El espectador silente, pasados a seguro los cincuenta, ataviado en una trinchera fina gris, se acerco a una mesa y le hizo señas a Pere, este advirtiendo su reclamo lo acompaño unos minutos. Una charla fluida, desembocó en un final algo tenso por las expresiones que se desentrañaban entre ambos. Sin apenas mediar más palabras se levanto disponiéndose a realizar esa llamada. Pere volvió con una cajetilla en su mano izquierda. Su rostro era firme, inalterable, el mismo que llevaba antes de partir al restaurante. Se acomodo más cerca esta vez de Carmen, estirando y reposando todo su cuerpo a lo ancho, a la altura de esta sin mediar palabra alguna. Quedándose inmóvil, su mirada se petrificó en la suya. De forma repentina Carmen se vio abordada entre un abrazo impasible. Acercó su rostro, boca a boca, cerrando sus ojos dejándose llevar por Pere que seguía en semblante frío, pero desenvuelto, en sus actos saludables y frescos. Sintiéndose invadida sin saber el porque, presintió que su espíritu se había desprendido de su cuerpo, respondiéndole con pasión, a la vez dejándose llevar, suspendida en un rincón paradisiaco del mundo. Desde el fondo más profundo de sus entrañas deseaba que al abrirlos sus ojos estuvieran por momentos cerrados igual que los de ella. Transmitiendo así parte de ese arrebato convertido entonces en dulce y lujurioso frenesí. Estado puro de los sentidos exaltados de un verdadero amante. Quizás solo el que más podría desear, eterno entre sueños y sueños incumplidos en el tiempo. Una tormenta de besos y caricias broto de menos a más como si nada, pensando que los buenos momentos nunca vienen solos, y los malos tampoco, que después del sol, siempre llega la tormenta. Mejor dejarlo así, flotando entre la dulzura de su cuerpo, en la delicia del autoengaño, vivir el momento, sin mirar hacia ningún lado. El tiempo se había parado, su única ambición estaba cifrada en tal señal. El siempre no terminara nunca, y el nunca más, se cumplirá. De Pere ya sabia que aunque las apariencias engañan, las primeras impresiones son las que cuentan, lo que bien empieza bien suele acabar. No siendo esta la primera experiencia y expresión manifiesta, manaba desde los afectos, si que era insuperable, verdaderamente autentica, salida desde el interior, rezumando ternura por entre los múltiples poros de su piel y Carmen lo sabía mejor que nunca.
- ¿Que es lo que estas pensando Carmen? Se te ve feliz.
- Adoro esta ciudad, este barrio. ¿Pienso si serás el primer pretendiente que no sea un canalla? No exactamente el hombre más prudente e ideal del universo, pero tampoco el que me anclara para siempre en el papel de alocada como corresponde al de mi hermana.
- ¿Pero según tu, estoy más encasillado en el tipo indómito, casa fortunas? ¿Quizás un canalla corriente, más que un ratoncito asustado, no es eso?
- También es bueno recordar lo bueno que es ha veces perdonar y olvidar.
- Ni soy Dios ni tengo alzhéimer, lo siento, pero hay cosas que no estoy capacitado para hacer como tu deseas.
- Aunque lo nuestro no sea más que un relámpago sin tiempo apenas para dejar tras de si al trueno, creo que me estoy enamorando de ti, Pere.
- ¿No querrás meterme en una jaula? Quizás sea solo un infeliz sin nombre, que no se pertenezca ya ni a si mismo. Puede ser que no te convenga, que lleves razón antes. Solo sea el ser salvaje que siempre acaba tropezando consigo mismo. ¿No se de que puedes conocerme antes de hoy, del día que nos conocimos por vez primera? Pero si que creo en la intuición que posees, que ves más allá el interior de quienes te rodean, mucho más acentuado que en otras personas, y eso es lo único que me crea incertidumbre, la inseguridad ante tus sospechas, la única singularidad que me crea ese miedo al estar cerca de ti.
- Tu también me das miedo, con esas palabras Pere. Siento haberte...
- No, calla, no más palabras por hoy. Tengo que volver a tratar algunos asuntos, me son urgentes. Mañana te llamo a casa. ¿Quieres que te lleve?
- No. Solo asta la parada del autobús. Esta hay mismo, en el paseo.
Una vez se hubo marchado Pere, y antes de coger el autobús de línea, Carmen vio parar un taxi. Tío Michel la avisaba desde la ventanilla trasera para que fueran juntos a casa.
- ¿Que, mi niña un rato en la playa para olvidar?
- No exactamente, estaba con un chico que conocí con Marta hace tres días desayunando.
Antes de proseguir su marcha tras recogerla, Michel miró a la calzada de enfrente. Haciendo una señal de conformidad con una mano a otro automóvil en dirección inversa, volvió a fijarse en su sobrina.
- ¡Valla, parece que estoy rodeada de intrigas continuas, como si todo saliese por arte de magia, envuelta de la noche a la mañana en una confusa novela de espías!
- Eso esta bien Carmen, me gusta que seas una gran observadora. Tu padre suele decir que un buen observador no se encuentra en un pensador profundo, sino en un gran captador de detalles continuos, por muy pequeños que estos sean. Un asistente curioso y sagaz, expectante de todo lo que le rodea.
- ¿Y eso?
- No puedo aun contaros mucho, os preocuparía innecesariamente. Solo puedo advertirte de que por algún tiempo, asta que vuelvas a dar clases en tu escuela, no confíes en nadie cariño, en nadie. ¡Está bien te diré solo algo! Quizás eso te tranquilice algo más. Sabes que soy empresario, que después de la guerra lo llevamos todo a Francia, no teníamos más remedio. Ahora los del la vieja guardia han vuelto y quieren que parte de mis inversiones vuelvan igualmente a Cataluña. Cosa que asta que no vea consolidada del todo a esta nueva democracia no tengo pensado hacer. La cosa ha empezado bien, pero son muchos riesgos, y apenas han pasado varios años para apostar del todo por ello. ¿Me entiendes ahora por donde voy?
- Perfectamente. Quizás algún pájaro enjaulado también lo entienda, por el momento, mejor que yo.
- ¿Sospechas ya de alguien que se haya inmiscuido repentinamente en vuestras vidas?
- Si, en la mía, y he caído como una tonta, como siempre para variar pero no te preocupes, no merece la pena. Es solo un Alain Delon de cine, nada de importancia tío Michel. Podré hacerme fácilmente con el. Era demasiado bello como para ser cierto.
Rocofredo24 de agosto de 2012

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