El entramado de letras reclama mi bendición. Esculpo palabras cantarinas, dulces como azahar, saltarinas, disonantes con el amartillar de un arma. Tinta nada, se zambulle en mis anhelos, se enamora de ellos, de esa sirena de impío hablar que ruega por dos piernas que abrir a dios sabe quien. El tam-tam y sus latidos dictan la marcha, el ritmo que el arte ha de seguir. Escribo amor, con minúscula, como dios, como tú. Apuñalo mi alma treinta y dos veces, uno de esos crímenes pasionales digno de gaceta. Soy un cáncer, así me llaman, y estoy dentro de cada uno de vosotros. Suicidaos mientras me masturbo, dejad de sufrir. He escrito mi rostro en este espejo. Miradme.