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Lo Prometido es Duda

Caminaban juntos, uno al lado del otro.

Era de noche. El cielo se ofrecía limpio, virginal, a los ojos del mundo. Las estrellas brillaban con fuerza, combatiendo entre ellas, suplicándo atención, invitando a ser contadas durante horas.

Se cogieron de la mano. Se miraron y sonrieron.
Llevaban años sin verse. Se habían odiado. Se habían amado y vuelto a odiar. Habían matado juntos, habían hecho el amor, habían follado como posesos, se habían jurado cosas y, unos segundos después, se habían gritado y vuelto a odiar.
Ellos entendían así el amor, con violencia. Y con lealtad, coherente incoherencia.

Los ojos de ella regalaban dos estrellas a la fría mirada de él.
Era dañino sostener esa mirada, solía revolver el estómago, obligaba a bajar la cabeza, a mirar a otro lado fingiendo interés en el cartel publicitario de la colonia que nunca usarían.
Pero para ella, tenía sexo.
El dedo corazón de él acariciaba la palma de la mano de ella. Se sonrrojó. Ella se sonrrojó y miró al suelo.
Hablaron de promesas y traiciones. No había rencor, había dulzura, añoranza.

Se besaron. Y lo hicieron sin pasión, con cariño.
Con lágrimas en los ojos.
Besos de sal.

Ella palpó su vientre, su pecho. Sonrío.
Él se apartó.

- Lo prometido...-dijo él, en un susurro.
- Es deuda.- completó ella en voz alta.
-Lo prometido es duda- corrigió él, con amargura.

Habían jurado estar juntos. Habían jurado una vida que no habían vivido, que se habían negado y, a pesar de siempre buscarse, se rechazaban. Cruzaba uno sus brazos cuando otro suplicaba un abrazo.
Y sufrían los dos.
Ella juró no rozar a otro. Y no cumplió.
Él juró no desear a otra. Y no cumplió.
Juraron morir antes que traicionar sus promesas.
Y estaban ahí para eso.
Se amaban, no querían estar juntos, pero no querían compartirse.
Él se acercó a ella de nuevo, acarició su trasero hasta hallar la Taurus oculta en el bolsillo de atrás.
Ella no opuso resistencia.
Cuando él apuntó a su frente, ella le miró con tanto amor que pudo haber reventado su corazón si hubiese derramado una lágrima de tristeza.
Y sonrió, es fue más mortal aún.
Y él la amaba.
Y él no pensó en soltar el arma.
- No quiero perder...-eso, para ella, valía más que la más hermosa perla. Y rodaron por sus mejillas las más hermosas de las perlas , nacidas en lo hondo del más precioso y profundo de los mares, azul plata en su mirada.
Murieron en sus labios siendo magníficos rubíes, transformados mediante la alquimía del trueno. La bala que se alojó en la cabeza de él se hizo hueco desalojando el fluído carmesí.
Cayó su cuerpo al suelo, a plomo.
Ella se arrodilló y besó sus gruesos labios mientras aún permanecían calientes. Acarició su rostro, cogió sus manos entre las suyas y las apretó contra sus mejillas. Siempre adoró ser acariciada por sus largos dedos de pianista, de amante, de asesino.
Juraron estar siempre juntos, y no cumplieron, ninguno.
Juraron amor eterno y... siempre se amaron.
Ella cogió la Taurus del suelo. Extrajo el casquillo usado y maldijo su letal contenido. Apretó el cañón de la pistola contra el lado izquierdo de su pecho y disparó. Cayó sobre él, agonizó sobre él.
-No quiero ganar si tú pierdes...


Ruger24 de enero de 2008

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