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La Zona (parte I)

Despierto. El frío aire que me rodea está impregnado de un olor acre que me trae recuerdos de los que ya no puedo acordarme, sólo sé que he vuelto, pero no se a qué, ni a dónde. No logro pensar con claridad, el pulso martillea mi cabeza lastimada, y en las sienes noto el tacto de un sudor que se desliza como una catarata. Con dificultad, trato de observar dónde me encuentro, pero está muy oscuro y sólo distingo los contornos de unas paredes revestidas de ennnegrecido ladrillo. Sintiendo el peso de la Tierra, giro la cabeza y veo el destello de una lámpara de escritorio, iluminando una mesa repleta de revistas de coches y las tetas de alguna tía que jamás tendré delante. También hay un cuenco de pollo frito ya mordisqueado, y restos de salsa marrón desperdigados por el cerdo que se ha atrevido a comer de esa manera. Mi espalda me duele a cada movimiento brusco, cosa que encuentro lógica ya que me hallo encima de una mesa de metal, improvisada, supongo, a modo de cama por quienquiera que hasta aquí me trajera. Haciendo acopio de todas mis fuerzas consigo incorporarme y apoyar los pies en el suelo, entonces una sensación de ahogo me invade e intento vomitar, pero no tengo nada dentro que pueda expulsar, por lo tanto toso en un mar de arcadas hasta que me encuentro aliviado de tal sensación. Estoy deshecho, y creo que si me levanto me desmayaré como un árbol fulminado por un rayo, pero no puedo quedarme aquí eternamente. Si no intento salir de esta mierda quizá sea éste mi final, quizá nunca vengan a buscarme y me halle aquí, abandonado a mi suerte como un perro infectado por la rabia. De pronto, una sensación de dolor vacío se extiende sobre mi pecho, la oscuridad comienza a adueñarse de mis ojos. Creo que mi pulso está bajando, y un escalofrío intenso me recorre de la cabeza a los pies, es entonces cuando irremediablemente pierdo el equilibrio y caigo al suelo antes de desmayarme.

- ¡Eh, muchacho! Muchacho, ¡despierta! No tengo tiempo para cargar con otro muerto en mi cuartel. ¿Me has oído?

Con dificultad abrí los ojos y me encontré en la misma cueva en la que antes no creí estar. Sentado tras el escritorio desordenado se hallaba el gordo que me acababa de hablar. Era un hombre viejo y de aspecto sucio. Llevaba unas grandes gafas de metal cuyas patillas desaparecían tras una maraña de pelos canosos y despeinados. Las arrugas de su rostro estaban muy pronunciadas, y tenía una gran ciatriz que se abría paso desde uno de sus pómulos hasta la parte inferior del cuello. Con la frente arrugada por la extrañeza me miró y volvió a hablar.

- Marcado, más vale que espabiles un poco, porque ahí fuera no durarías ni tres segundos con la babia que llevas encima.

- ¿Marcado? - Repuse yo-. Me llamo...

Pero no me acordé. A decir verdad no sabía quién era. No tenía ni idea de lo que había vivido ni de lo que había sido en el pasado. Me sentía como si mi madre me acabase de parir en aquella lúgubre habitación para abandonarme a mi suerte con el gordo seboso más prepotente del mundo. Los toscos labios de mi acompañante volvieron a tomar la iniciativa.

- No me importa cómo te llames, Marcado. Deberías estar agradecido del buen ojo de Sidrolk, porque te trajo en un estado tan penoso que incluso el Stalker más optimista habría apostado por tu muerte.

- ¿Dónde...? ¿Dónde estoy?

La cabeza me daba muchas vueltas, pero me sentía mejor que antes de haber perdido el conocimiento.

Estás en La Zona, colega. Por la pinta parece que eres de por aquí, y también parece que te has dado un buen leñazo en el coco, porque se te ve bastante perdido. - Hizo una pausa y se levantó de la silla-. Sidrolk te encontró entre los restos de uno de ésos camiones de la muerte que vienen del centro de la Zona. Seguramente tuvisteis un accidente por encontronazo con alguna anomalía. Mi chico me contó que los restos del camión estaban bastante chamuscados.

- ¿Y qué hacía yo subido a un camión, en un sitio como éste?

- No lo sé, chaval. Dímelo tú. - Se rascó la cabeza y soltó una carcajada- ¡Ja! Ya sé. Has tenido muy mala suerte, pequeño. Has pasado de tener mucho a perderlo todo con la rapidez de una liebre. Si venías del centro, es que eras un pez de los gordos, una serpiente, pero has sido lo suficientemetne insensato para cagarla en el peor momento.

Me quedé pensando, tratando de recuperar en mi cabeza algo que pudiese quedar remanente, pero mis esfuerzos fueron en vano. No era capaz de encontrar sentido a nada de lo que me decía. Quizá el loco fuera él y no yo.


- No entiendo nada de lo que me dices, pero tampoco..., logro acordarme de una mierda. Ni siquiera sé quién soy, ni por qué estoy aquí sentado como un zombi.

- Entonces tengo razón, muchacho, pero al menos estás de suerte. Podrías haber acabado mucho peor viniendo de allí, créeme. Perder la memoria es lo mejor que ha podido pasarte. Dios existe para ti, Marcado.

Reflexioné detenidamente sobre lo que me dijo. Tenía que haber alguna razón en sus palabras, pero toda esta situación era tan excéntrica que por un momento pensé en que ya había muerto y me estaba enfrentando a la locura de lo que es vivir en el infierno. No iba muy desencaminado, porque sin duda alguna y como comprobaría más adelante, La Zona es el vivo reflejo del Diablo caminando sobre la Tierra.
Ruru17 de marzo de 2009

1 Comentarios

  • Abyssos

    Despertar en un lugar extra?o, con la memoria perdida... propones un tema enigmatico, y me gusta la forma de narrarlo, combinas formalidad con simplesa callejera... como si estuvieramos viendo una peli under, jeje.

    "Me sent?a como si mi madre me acabase de parir en aquella l?gubre habitaci?n para abandonarme a mi suerte con el gordo seboso m?s prepotente del mundo"

    Varios momentos me hicieron lanzar una carcajada, pero esto que cito, ademas de hacerme reir, me hizo captar la idea de como se sentia el personaje.

    Espero la siguiente entrega.

    Un saludo.

    17/03/09 04:03

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