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Amenis Parte I – El Llegar de un ángel

Cayó sumida entre sueño al mar, sus lágrimas derramadas sobre el cielo, una llamada le dieron al Direm, mientras manos negras de la tierra sostenían su cuerpo, envolviéndolos en un manto oscuro que la llevaba al fondo del mar, pero la luz del Direm llego hasta el cuerpo de Amenis, revelando su esplendor, dando conocimiento a quien entre sueños caía veloz al mar, y un gran poder escondía en su profundo interior.

Ojos grises y solemnes se abrían lentos mientras la brisa intentaba sostener su cuerpo, alejándolo de las manos del Pherid, impidiendo su caída al mar, que de negro teñía a las Nárias y al mar. Grises ojos, su lento abrir fue el lento esconder de sus recuerdos, guardándose en un cajón en su interior, impidiendo que el Pherid se posesionara de ellos, que jugara con su mente y recuerdos, impidiendo que controlara su místico poder.
Alas salieron de su espalda, abriéndose blancas y ensangrentadas, levantando vuelo a su cuerpo, evitando que las Narias atraparan su cuerpo para comerlo, evitando que las manos del Pherid llegaran hasta ella, mientras la luz del Direm le daban su poder a la criatura que oculta crecía en el vientre de tan agraciada mujer.

Los días pasaban atormentando a Amenis, su vuelo no cesaba, recorrió gran parte del Efecis, sin saber donde estaba y como llego hasta tal lugar, simplemente sentía su cuerpo cansado de tanto volar, hambriento de no comer durante días, y a la vez seguida por criaturas por entre los bosques, que como espectros negros avanzaban de sombra en sombra, escapando de los rayos del dios, que protegiendo el cuerpo de quien su poder llevaría al mundo gastaba lo último de su ser.

Por el cansancio descendió a la tierra, tocando el territorio donde el Pherid parecía reinar, y un niño pequeño lloraba sin cesar, era atacado por bestias y lobos sin almas, los brazos y el poder de Amenis lo pretejían, mientras ella descansaba, pero los días avanzaban rápido y el crecer del vientre de Amenis le asustaba a si misma, decidiendo alejarse de él, para preocuparse de quien en su vientre crecía. Pero ella podía ver en los ojos del niños, en el alma de Miran, que celos y odio crecía hacia quien nacería de su propio vientre, así que sin pensarlo dos veces, le dijo adiós y se marcho volando, mientras las manos del Pherid nuevamente intentaban atraparla, y los espectros negros crecían de noche, intentando alcanzar su cuerpo, tomarlo y llevarlo al interior del Efecis, donde la lava ardía quemante e hiriente.
Pocas fueron las veces que su cuerpo fue atrapado, pero siempre se logro liberar, hasta que el cansancio volvía a ella, impidiéndole más escapar.

Intrigante fue el aparecer de Amenis en una ciudad sin nombre, continuamente atacado por bestias y espectros negros, continuamente saqueada por criaturas voladoras, y Amenis parecía una más, cuando sobrevolaba la ciudad, rodeándola, a los ciudadanos un miedo despertó, creían un ataque, ahora por una criatura blanca y ensangrentada, pero cuando su cuerpo descendió en picada por su cansancio, por su hambre, por el dolor que su progenitor oculto le causaba, su cuerpo desmayó y cayó, pereció lanzarse a las manos del Pherid, pero la luz de Direm en la ciudad se poso, fija y continua, bendiciéndola, pues seria donde Amenis tendría a su único progenitor.
Saiuru26 de octubre de 2008

1 Comentarios

  • Ada

    ahora si lo empeze al reves al cuento muy atrapante y lleno de mitologia ,me gusta mucho.
    saludos

    27/10/08 02:10

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