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Amenis Parte Iii – El Nacer de Nared

El vientre de Heleniz crecía rápidamente, los meses parecían volar en la ciudad, estaban en pleno crecimiento, y mientras estatuas se levantaban en honor a ella, esta desapareció... La ciudad quedo consternada, el palacio estaba cubierto de sangre, en su interior un desorden espantoso, manchas de sangres por todas partes, fuego en lugares sin explicación, paredes rotas, el agua convertida en ceniza, y un horrible olor a podrido había en el interior. Los ciudadanos salieron del interior y el edificio se desplomó tras sus espaldas mientras las preguntas los invadían en su mente, y rezando alrededor de las doce piletas pedían la vuelta de Heleniz, que tanta paz había traído a la ciudad, y sin aviso desapareció.

Su cuerpo pareció esfumarse del mundo, cazadores rodeaban la ciudad, buscando alguna pista de ella, pero nada se sabia, las construcciones en el interior continuaban, la ciudad tubo un nombre en honor a quien los salvo, la llamaron la ciudad de Heleniz, la Diremis Heleniz, que solo los que vivieron en sus tiempos conocían la verdadera historia de su llegada y el significado de tal nombre.

Avanzados los meses, se encontró a una niña llorando entre trapos dentro de una casa abandonada, cruzando el rió Diresis, antes de llegar al bosque de la ilusión. Sus ojos eran grises, su llanto pasivo, parecía pedir ayuda, decir algo pero no la sabían entender.
Cuando la encontraron, un grupo de cazadores la intentó recoger, pero del suelo se levantaban largar púas negras que cortaban y atravesaban el cuerpo de los cazadores. La casa de la muerte fue nombrada, pero el llanto incesante de la niña no se dejó de escuchar, hasta que una mujer, que fue sirvienta se entero de la ubicación de tal lugar, y a las afueras de la ciudad fue, en busca de la mujer santa a la que alguna vez sirvió.
Cruzo el río Diresis, llegó a la casa de la muerte, donde la pequeña aún lloraba, la mujer la tomo entre sus brazos, y las puas no se atrevieron a atacar, parecía estar protegida por un manto sagrado aquella mujer, que adentrándose en la casa, vio el cuerpo de Heleniz sobre una cama, con su ente partido en dos, y las otras mujeres que sirvieron a su reina, enterradas en la pared, aún vivas, pero esperando la muerte, asustadas, pues habían visto la imagen viva del Pherid frente a ellas, y estas fueron maldecidas a vivir unidas a aquella pared eternamente, por servir y ocultar a la princesa de la purificación.

La mente de aquella mujer, un impacto recibió viendo todo eso, pero el valor nació cuando el llanto de la pequeña nuevamente se escucho, y una de las mujeres hablo, su voz era leve, casi inaudible, sus labios repetían la palabra una y otra vez, hasta que otra púa negra salio de la pared, acabando con la vida de tan mísera mujer.
La anciana regresó a la ciudad, pero los guardias que salieron con vida de tan horrible hogar, ensangrentado y amordazado por el mal, le prohibieron entrar, desterrandola así por intentar llevar el mal a la ciudad que la pureza infinita parecido lograr. Y a pesar de decir que era la hija de Heleniz, se le prohibido, nadie quiso creer que tan maldito ser ha de ser hijo de tan pura entidad. Y la anciana, fue desterrada y condenada a vivir en la casa misma de la maldad. A pesar de ser la hija de la diosa de la purificación.

Así lo hicieron, pero Nared era la portadora del poder del Direm, y aquella valerosa mujer fue bendecida con poderes para cuidar de ella en la casa de la muerte donde el Pherid dominaba, intentando acabar con la vida de Nared mientras esta dormía pasiva, mientras esta descansaba del juego que el Pherid provocaba en su ente, en su interior...
Saiuru26 de octubre de 2008

1 Comentarios

  • Ada

    guauuu me encanto pero espero siga....muy lindo el cuento.
    saludos

    27/10/08 02:10

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