Corría lo más rápido que podía, no debía dejarme atrapar por esos malditos demonios que se hacían llamar “amigos”. Exacto, esos “amigos” míos me habían dejado en humillación millones de veces, pero yo me lo tomaba a la ligera y me reía a carcajadas.
Pero esta vez fue una locura.
Llegue a la playa, estaba con algunas parejas caminando por ahí, todos me miraban raro. No me importó y seguí corriendo ya cansada.
Escuche un “¡Cuidado!” y después de eso un golpe muy fuerte que me hizo caer al suelo.
Me levante aturdida y vi quien era el causante de mi accidente; un chico de cabello rubio y hermosos ojos azules.
–¿¡Y a ti que te pasa!?–Me pregunto, al parecer por su cara, enojado.
–¡Pues que tu no controlas esa cosa!–Me levante rápidamente, tratando de tomar impulso para seguir corriendo, pero el agarre que ejercía el chico sobre mi era mayor que el mío.
–¡Suéltame!–Trate de salir de su agarre, pero era inútil.
La gente nos miraba raro, yo no tenía que ver nada aquí, él fue el culpable.
–Tú no te escapas–Eso me asusto y me desesperó. No sé de donde saque fuerzas pero logré empujarlo y salir corriendo otra vez, hasta mi casa.

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