TusTextos

Quemándonos por Dentro.

Dormí abrazada a ella, dándole calor, hasta pretendiendo quemar sus huesos, arder en ellos. La miré todas las veces como si fueran la última, la decisiva... Tengo clavado un recuerdo en la memoria, amargo como el más ácido llanto, no lo logro borrar.
Su habitación estaba llena de noches de tristeza, de nudos que se aferraban con fuerza a sus recuerdos, de días enteros sin comer, sin decir una palabra. Me tumbé mirando al techo en su cama, y en seguida me arrimé a ella, hice que fuera mi almohada. No me cansaba de sentirla, sentir el olor dulce casi inapreciable de su colonia, de respirar su tristeza, bajo toda esa máscara asquerosa de miedos guardados y fuerza inexistente. La miraba de reojo, repasaba su boca, era el sueño imposible de realizar, pero la tenía entre mis brazos, y aún así estaba muy lejos de mi, de todo lo que pretendía construir. Apoyaba la mandíbula en su pecho, en la línea divisoria de sus dos extremos, la observaba pensar tranquila desde allí abajo, acariciaba su aliento con las pestañas, de vez en cuando besaba toda su escalera y llegaba a su barbilla, colocaba mis ojos justo encima de los suyos, no lograba hacerla real. Su mirada penetraba como un puñal en mis entrañas, sus ojos verdes, esos que escondían tanto, me hacían llorar con una rápida mirada, escarvavan en mi interior. Me dejaba seca con tan solo una mirada. La observaba dormir, veía desesperada como su sonrisa desaparecia entre susurros, estaba soñando; me gustaría despertarla, llevármela muy lejos de allí. Pero veía como pasaban las horas, y no dejaba de verla dormir; ella, con su vida sumergida en una tristeza invisible, nublando esa sonrisa, eclipsando las tormentas, el porvenir. Me perdía en su perfil, y ella se movía en sueños, se apretaba contra mi, me observaba cuando se desvelaba, con un gesto ya cansado de esperar. La besaba al despertar, acariciaba despacio su rostro aún dormido, le besaba la boca, los párpados... Ella escondía su tímida, provocadora pero inocente, sonrisa entre las sábanas suaves, y me miraba como desde otra dimensión. Era tan guapa. Luego levantaba las mantas y me metía dentro, y allí nos mirábamos como cíclopes en la oscuridad, me besaba y me rompía, tocaba todas las partes de mi cuerpo, y me rasgaba el corazón con sus latidos. Nos perdíamos en nubes de vapor y respiraciones entrecortadas, y al terminar me miraba, colorada, cansada, pero feliz por un instante, se arrimaba a mi desnuda, y nos abrazábamos enteras, la única barrera era la piel. Me hubiera gustado arrancárnoslas a tiras, ser la misma, fundirnos hasta la profundidad más detestable, más sucia, más amable. Si la vida pasa por la ventana y su rostro no aparece más por aquellas viejas sábanas, inquieta... Entonces, ¿quién soy yo?
Scars18 de marzo de 2011

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